Es hora de tomar decisiones razonables, de evaluar el tipo de sociedad que hemos venido construyendo y de mitigar injusticias.
Tal vez nunca en la historia de Colombia, la participación política ha tenido el valor que hoy tiene y haya sido tan grande la incidencia de nuestras decisiones en el presente y el futuro del país, por eso ante todo lo que debe promoverse es que todos actuemos con plena conciencia de los efectos de nuestras decisiones en la sociedad y con una verdadera ponderación de las opciones que presentan los candidatos.
La disyuntiva actual es “volver al pasado”, ¿reviviendo lo vivido? o dar un paso adelante, y pensar que una sociedad más digna, justa e igualitaria si es posible.
No es fácil transformar el país sin transformar la política y las costumbres sociales, pero sino transformamos la ética, y si no variamos sustancialmente el sentido de las razones que han motivado nuestros comportamientos sociales esteremos condenados a reproducir las condiciones de existencia en que hemos vivido por muchos años los colombianos.
Todos estamos llamados a participar de las decisiones que afectan la vida del país, cuando actuamos debemos hacerlo con un enorme sentido ético, con un profundo compromiso social y con la convicción de que con nuestras actuaciones construimos un país mejor.
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Aunque los estudios de “manejo de opinión pública” lleguen a la conclusión de que los electores se mueven por sentimientos y pasiones y no con motivaciones racionales, es hora de tomar decisiones razonables, de evaluar el tipo de sociedad que hemos venido construyendo y de mitigar injusticias que hemos reproducido en las condiciones de convivencia en nuestra sociedad.
Así el odio sea promovido por los “expertos” y asesores y sea el común denominador del lenguaje, debemos hacer un llamado a la sensatez y a no dejarnos aconsejar de la rabia, a que, por el contrario, sean los sentimientos nobles como la esperanza, la convivencia, las ilusiones y la solidaridad los determinantes.
Debemos actuar de tal manera que en lo posible nuestras decisiones no nos generen mañana reproches de conciencia, ni desengaños, pues la honradez de los candidatos ha sido clara, y tanto su pasado, como el de los sectores y las personas que los acompañan permiten claramente vislumbrar el futuro esperable.
Como es bien sabido en materia de servicios públicos, son dos los caminos que pueden seguirse en delante, de un lado: los negocios rentables, la economía de mercado, la eliminación de subsidios, la libre competencia sin intervención del Estado, la desregulación social, la eliminación de controles que actualmente son muy precarios y del otro tomar en su verdadera dimensión la teoría del servicio público, que implica dignificar a los usuarios, promover políticas de servicio universal, adoptar acciones afirmativas a favor de la población vulnerable y hacer realidad el mandato constitucional según el cual los servicios públicos deben ser prestados en escenarios propios de economía social de mercado.
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En un escenario como el descrito, en materia de servicios públicos, no hay decisiones neutrales, aun el silencio y la omisión producen efectos y posiblemente los no deseados, por eso, quienes hemos dedicado gran parte de la vida al tema de “servicios públicos” debemos actuar en forma consecuente con lo que pensamos y enseñamos.
Yo por mi parte estoy comprometido con quienes pretenden a través de la teoría del servicio público construir una sociedad más equitativa y digna y sobre esa base construir “paz” duradera y estable, por eso mi voluntad irrenunciable es estar al lado de la vida y la convivencia que son innegables valores sociales.