El Plan Vallejo arribará a sus 58 años. Su sobrevivencia en el tiempo y la simpatía que todavía despierta en sectores agroindustriales, mineros, turísticos y manufactureros, confirman que sus bondades superan sus riesgos
A través del decreto 0108 del 20 de enero de 2017 (leer en https://goo.gl/FU0Mcw), el Gobierno Nacional ha incorporado 636 nuevas partidas arancelarias a los beneficios tributarios del Plan Vallejo (1959), consistentes en exoneración de aranceles y establecimiento de prórrogas para el pago del IVA por bienes importados. De esta manera, el Ministerio de Industria y Comercio relanza con gran fuerza el instrumento de promoción de las exportaciones que generan valor agregado al país, especialmente en generación de divisas que alivian las finanzas públicas en tiempos de crisis, y para la actividad empresarial, gracias a que promueve la creación de puestos de trabajo y la instalación entre empresarios y trabajadores de la cultura exportadora e innovadora, que involucra criterios exigentes de calidad, productividad y oportunidad. Con esta renovación, las autoridades anuncian su interés de apoyar a los empresarios para que saquen máximo provecho de los 16 tratados de libre comercio, entre los que los suscritos con la Unión Europea, la Alianza del Pacífico, México y Chile, figuran como más prometedores ante la manía anti-apertura que aqueja al presidente Trump.
Las decisiones que la ministra María Claudia Lacoture anunció la semana pasada dan la razón a los economistas, tributaristas y empresarios que a comienzos de los años noventa y en 2012 filaron para defender el Plan de los funcionarios de formación neoliberal y visión alcabalera que pretendieron usar algunas debilidades o abusos como razones para darle temprana sepultura. En los años noventa, las autoridades presentaron las exoneraciones arancelarias como subsidios contrarios al libre comercio, en denigración infructuosa. Quienes lo atacaron en los primeros años de esta década, se enfocaron en maximizar las trampas que algunos malintencionados pueden haber hecho en 56 años de su vigencia o en criticar la tramitología que le fueron colgando a lo largo de los años, y que los nuevos decretos empiezan a simplificar. En 2015, el Gobierno Nacional tomó la afortunada decisión de sacar el Plan Vallejo de la Dian, a donde había sido trasteado en 2005, y regresarlo a su recinto matriz, y el apropiado para acogerlo y promoverlo, el MinCIT. A poco más de un año de cambio, el Plan creció en casi 33% las partidas beneficiadas, ampliando especialmente los bienes de capital, que pasaron de 807 a 1.254; así como los de repuestos, que pasaron de 693 a 882.
Las medidas pretenden acelerar la vinculación de empresas, que hoy son 469, y proyectos dentro de ellas, al plan de fomento de las exportaciones y al mejor uso de los tratados comerciales. Como toda acción gubernativa que promueva la consolidación del empresarismo y la apertura de nuevos destinos comerciales, ella contribuye a paliar dificultades del país, que sufre el estrechamiento de sus ingresos por la caída de ventas de productos tradicionales, particularmente el petróleo, y también siente la amenaza de los desafueros del presidente Donald Trump contra todo lo que provenga de fuera de Estados Unidos. La necesidad, sin embargo, no exime de responsabilidades a los anteriores administradores del Plan, y en menor medida a los actuales, que durante una década asistieron a la artificiosa revaluación del peso sin tomar decisiones que hubieran paliado los dramáticos efectos de la política monetaria sobre los exportadores. Tampoco permite eludir preguntas sobre las posibilidades de que sean plenamente aprovechadas cuando el Banco de la República desatiende la estabilización de la tasa de inflación como señal de que puede flexibilizar el manejo de tasas de interés, animando a los empresarios a invertir, preferiblemente en bienes de capital.
El Plan Vallejo arribará a sus 58 años. Su sobrevivencia en el tiempo y la simpatía que todavía despierta en sectores agroindustriales, mineros, turísticos y manufactureros, confirman que sus bondades superan sus riesgos. El uso del modelo en países que crearon maquilas para generar empleo y capacitar empleados, resalta sus beneficios en todos los campos empresariales. Sin embargo, que hoy sea tan necesario como hace seis décadas, porque el país no ha logrado desarrollar el talento de sus empresarios y sus capacidades exportadoras, deja interrogantes para los responsables de la política monetaria y el impulso a emprendimientos que sí consoliden la formalización y el crecimiento de la economía.