El ritmo cordobés del porro ha acompasado la historia moderna de la ciudad y se ha hecho tan propio que cuenta con manifestaciones únicas y barrios enteros consagrados a sus gaitas.
El invitado inevitable, la piedra angular de la fiesta antioqueña de antaño. El porro, en todo su caudal, ha sido el ritmo que ha coronado las veladas y bailes que dominaban desde las calles y casas de barrio, hasta los más encumbrados auditorios como los hoteles y clubes sociales de la ciudad.
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En la víspera de sus 25 años, celebrados entre el 8 y el 18 de junio, el Festival de Porro de Medellín se pronuncia durante 10 días con el pito de las gaitas y el tronar de los tambores para mostrar que el género sigue tan vivo como la Comuna 13, espacio en el que tiene lugar cada año. Sectores de este territorio como Santa Rosa de Lima y Alcázares han tenido en su historia la oportunidad de ver la consumación sobre el escenario de los grandes del porro, las gaitas y la cumbia, entre ellos a Gabriel Romero, Petrona Martínez, Totó la Momposina y Doris Salas.
De acuerdo con Fanny Pabón, presidente de la Corporación del Festival de Porro de Medellín, este ritmo se instauró con especial fuerza en esta parte de la ciudad, debido a la cercanía que este sector tiene con Robledo, en donde se encontraban grandes hitos del fandango, como se conoce a la fiesta del porro, en lugares como El Jordán y la casa Salsipuedes. “Desde los inicios del Festival, y hasta ahora, la gente ha encontrado en esta celebración un espacio para compartir, no sólo por la música, sino también por las actividades comunitarias que hacemos en estos días, como el Festival de sancochos, el Festivalito de porro para los niños y el Encuentro de danzas del adulto mayor”, detalló la gestora, quien aclaró que descarta la teoría de que este gusto tan propio de la Comuna 13 atienda a la existencia de un gran número de pobladores sabaneros en el sector.
Conciertos, muestras de bailes, invitados de otras regiones y en general espacios para deleitarse con el baile y el toque del porro, hacen de este Festival una opción cada año para aquellos que, tradicionalmente, en junio se reúnen en comunidad en torno a este género colombiano.
Se escucha y se baila
De acuerdo con Rogelio Gaviria, director artístico y coreógrafo del Festival, no sólo en la Comuna 13 el porro se ha hecho sentir en las pasadas décadas en Medellín, barrios como Manrique, Buenos Aires, Villa Hermosa, Aranjuez, Enciso y Caicedo fueron sedes de parrandas legendarias que duraban días, y que menguaron su intensidad bajo la amenaza de la violencia de los años 80 y 90. “En estos espacios, en las celebraciones cotidianas, fue en donde se consolidó el porro como una expresión antioqueña, porque lo adoptamos y lo hicimos propio al modificarlo. Se trata de agregarle elementos artísticos, mucha gente no lo ve con buenos ojos, porque no siempre se ve como porro, pero es una expresión que nació aquí en Medellín: el porro marcado, que toma elementos del tango, fox, bolero y hasta del pasodoble”, explicó el también docente, quien resaltó que este baile es una evolución del porro paseado que bailaban los abuelos, el cual consiste en un abrazo que se desplazaba por toda la pista de baile.
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“Todas estas variaciones toman distancia del porro folclórico, que es el original, el de San Pelayo, en Córdoba. Por eso cuando fuimos el año pasado teníamos temor de que allá nos bajaran de la tarima, como hicieron con Silvestre Dangond, porque estaba haciendo pasar un vallenato por porro. Pero afortunadamente lo tomaron muy bien, fuimos muy enfáticos en que era nuestra manera de tocarlo y bailarlo, y que era un porro marcado, no un porro pelayero”, relató Gaviria.
Desde la cuna de este ritmo, William Fortich Díaz, cofundador del Festival de Porro de San Pelayo, explicó que son pocos los que saben que también Antioquia tiene una participación importante en la génesis del porro caribeño. “El músico monteriano Alejandro Ramírez, es hijo de un antioqueño y una cordobesa, ese es el autor de María Varilla y Soy Pelayero, las obras fundacionales de lo que hoy llamamos el porro sinuano, cordobés o caribeño. Eso nos compromete mucho con Antioquia, porque él tenía sangre santarrosana al ser hijo del empresario agropecuario Alejandro Ramírez Cárdenas”, detalló el académico quien fue enfático al señalar que el pueblo pelayero respeta y entiende las transformaciones que sufrió el porro en Medellín, que fue el epicentro de las grabaciones de los LP de porros en épocas de figuras como Lucho Bermúdez, Pacho Galán y Pedro Laza.
Un ritmo histórico
Mientras que para Fortich Díaz, el porro ha sido un eje en la formación de la nación colombiana, con referentes sonoros en las bandas de guerra de los ejércitos de los patriotas que datan de 1830, Miriam Suaza, docente de la Universidad de Antioquia y fundadora de la iniciativa para el fomento del porro A Porriar, señaló que sus orígenes también están en el encuentro de los sonidos de las gaitas indígenas y los tambores de la cultura negra.
“Desde 1800 comienzan a llegar a la Costa Atlántica los instrumentos de metal por el intercambio cultural del momento: trompetas, trombones y tubas, conforman las primeras bandas, y se da justamente en el Caribe: Córdoba, Sucre y Bolívar. Pero se asientan con especial fuerza en San Pelayo, Córdoba”, señaló la gestora cultural quien explicó que sólo hasta principios del siglo XX los músicos osados con método comienzan a difundir este ritmo, y difunden sus dos modalidades más puras: el porro tapao, que se ejecuta tapando con una mano parte del parche y percutiendo en el resto de tambor; y el porro palitiao, en el que se golpea en el borde de la tambora y permite más interpretación del artista.
“Ya para las décadas del 40 y el 50 estas bandas de músicos, muchos de ellos con formación académica, pasan estos ritmos al formato de orquesta. Surgen entonces los grandes maestros y las casas disqueras, sobretodo en Medellín y Bogotá: Sonolux, Discos Fuentes, Discos Victoria. Y la ciudad se llenó así de intérpretes de porro que vienen a grabar, y aquí se encuentran con músicos argentinos, y su tango. Vienen los soneros de cuba, las rancheras de México, y ahí fue cuando el porro empezó a recibir otras influencias y a cambiar”, dijo Suaza.
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Ya para las décadas del 60 y el 70 el género había llegado incluso al gusto de la clase alta antioqueña, conquistando espacios como El Club Unión, el Hotel Nutibara y el Club Medellín, no obstante continuaba siendo el furor en las clases más populares en importantes centros de reunión como El Jordán, en Robledo, el barrio El Bosque, y la heladería Nemqueteba en Copacabana, en donde se bailaba el porro paseado, la primera variación del ritmo en Antioquia, que se danzaba muy similar a los bailes campesinos como el ventarrón.
Innovación en la danza
Mientras que el porro sinuano o folclórico todavía conserva definidos rasgos de la cumbia, incluso el uso de velas y una pareja que apenas si se toca, el porro marcado que poco a poco fue abriéndose camino entre el porro paseado, experimentaba estéticamente con figuras y recursos artísticos de otras danzas.
Alonso Franco, cofundador del Festival de Porro de Medellín, explicó cómo nace esta transformación: “En el barrio El Coco teníamos la influencia de la banda Paniagua y los Pabón, pero en toda la ciudad los bailarines se querían destacar, y le mezclaban al porro pasos de merengue, salsa, tango, bote y son. El porro marcado es autóctono de los paisas, sin importar que el porro sea de la costa norte del país, el marcado sólo se baila acá por eso es una pena que los muchachos no estén bailando porro, porque ya en las academias se está popularizando un ‘porro show’ lleno de vueltas y acrobacias, y ese no es el porro que se baila en la calle, por eso el Festival busca mantener vivo y difundir el ritmo”.
Músicos para el futuro
El Festival también le apunta a la difusión de la música en los jóvenes, el sector de Santa Rosa de Lima, también conocido como barrio El Coco, se ha distinguido por ser una fecunda cantera de músicos. Sólo el caso de la familia Paniagua es un hito en la historia del porro en Medellín. Ramón Darío Paniagua, afamado trompetista vinculado a orquestas como la Filarmónica de Medellín y fundador de la agrupación Ramón Paniagua y su combo Azul, explicó que la influencia de este apellido en los porros, gaitas y cumbias va mucho más allá de la labor de la legendaria Orquesta Paniagua.
“Desde pequeñitos aprendíamos a tocar, porque nuestros tíos, papás y abuelos eran músicos también, en mi caso por ejemplo mi mamá era de los Paniagua de la Orquesta Paniagua, y mi papá de los de la Orquesta América, pero los Paniagua estábamos en todas partes donde se tocara el porro, así no fuera en la orquesta. Cuando llegó el porro a la ciudad, que no fue hace tanto como se cree, familias enteras, compuestas principalmente por albañiles, se consagraron de una manera empírica, pero con mucha calidad, a la música”, contó Ramón, quien también estuvo durante 24 años en la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Antioquia.
Desde la perspectiva del trompetista, la difusión de la música, ya sea folclórica o universal, a las nuevas generaciones es una clave para la memoria cultural de los pueblos. “Es respetable a quien le guste el reguetón, pero que le guste porque fue una decisión y no porque no ha explorado otros ritmos, más aún, ritmos autóctonos de su tierra”, concluyó el músico.
Reconocimiento a 25 años de labor
El Concejo de Medellín entregará el próximo viernes 16 de junio a las 8:00 a.m. el reconocimiento Don Juan del Corral en grado plata al Festival de Porro de Medellín por sus 25 años de trabajo con el folclor en la ciudad.
El corporado Carlos Alberto Zuluaga destacó que el Concejo ha entendido que este tipo de festivales salvaguardan la cultura de Medellín.
“Para los que hemos vivido en la ciudad toda la vida, es claro que el porro es una expresión cultural muy querida, en los barrios de Medellín se baila y se vive este ritmo, y aunque nació en Córdoba, no hay duda de que acá se siente con la misma pasión, por eso hay que reconocerlo para que llegue a las nuevas generaciones”, justificó Zuluaga.