Si Duque sigue cumpliendo sus promesas, el país resurgirá y la democracia tendrá la posibilidad real de sobrevivir a largo plazo.
Después del desastre santista, tan bien sintetizado por el presidente del senado, Ernesto Macías, y tan resentido por los perpetradores, socios y cómplices del expresidente, comienza la reconstrucción de la nación, tan maltrecha, pero tan resiliente. Solo citaré alguno hechos.
Vea también: Del desastre a la esperanza
Las primeras visitas, cargadas de simbolismo -la de San Andrés, como territorio irrenunciable de la patria, amenazado por el régimen del tirano Ortega; y la de Tibú, epicentro de todas las violencias del narcotráfico, amparadas por la narcodictadura de Maduro, miembro principal del cartel internacional de la cocaína, como señal de que esta funesta actividad será atacada sin contemplación, de la misma manera que sus agentes lo hacen con nuestros niños y jóvenes y con los de otros países- fueron las primeras acciones de Duque cara a la ciudadanía colombiana.
Desde su discurso de posesión notificó al Eln que, si quiere negociar la paz, debe hacer un cese unilateral al fuego, que incluye dejar de secuestrar y asesinar a civiles y militares.
Y dentro del conjunto de iniciativas presentadas al Congreso, está el paquete de medidas para combatir la corrupción, que castiga a los corruptos, tanto del sector público como del privado: pliegos tipo de licitación, extinción de dominio exprés a empresas y personas condenadas por ese delito, prohibición de la casa por cárcel y aumento de penas, obligación de los funcionarios de mostrar su declaración de renta, y límite al número de veces que se puede ser miembro del congreso, las asambleas y los consejos, entre otras medidas.
Igualmente, está el proyecto de acto legislativo que modifica lo aprobado por el Congreso en el gobierno de Santos que convirtió el narcotráfico y el secuestro en delitos políticos para poder dar impunidad a las Farc y que, igualmente pretenden el Eln, el Epl y hasta los famosos “clanes”.
Además, está claro que privilegiará la alianza con USA para combatir el narcotráfico, no le buscará pelea a Venezuela, pero rechazará las dictaduras, sacará al país de Unasur y se atendrá a la Carta Democrática de la OEA.
Pero claro, nada de esto será fácil. El discurso de Macías ha sido el caballito de batalla para señalar de sectario al Centro Democrático, el núcleo de la coalición de gobierno, todavía en formación, e incluso, para tratar de separar a Duque de su partido. La oposición de hoy debería leerse el informe del actual Contralor, que para nada es del CD, que coincide con las cifras presentadas por el presidente del senado. Y debería saber que Duque no es como Santos. Hará un gobierno incluyente, pero no abandonará su programa, forjado por él y otros, en el seno de su partido. Santos no podrá pasar de agache con las tropelías que cometió.
El secuestro de militares y civiles para forjar una negociación es la estrategia escogida por el Eln. Ante la debilidad del Estado, casi derruido por Santos, se enseñorea en la frontera con Venezuela, país que le sirve de refugio y de compañero de fechorías y hace presencia en Chocó, Norte de Antioquia, Cauca, Nariño y Putumayo para acabar con la democracia colombiana y mantener el negocio de la coca, junto con llamadas disidencia de las Farc, el Epl y otras organizaciones narcotraficantes. Pero se estrellan ya con el muro de una voluntad dispuesta a establecer la legalidad y la soberanía interna, con unas fuerzas armadas y de policía repotenciadas, comprometidas en esta tarea.
La lucha contra la corrupción era una de las promesas de campaña, y Duque está intentando cumplirla, a pesar de los reclamos de Petro y demás opositores que lo acompañan, que alegan que esa era su bandera, como si ellos determinaran qué puede y qué no puede hacer el gobierno, cuya responsabilidad es con los ciudadanos y su programa.
Vea también: Alia jacta est
Si Duque sigue cumpliendo sus promesas, el país resurgirá y la democracia tendrá la posibilidad real de sobrevivir a largo plazo. Los que quieren convertir el país en una narcodictadura al estilo venezolano, quedarán sin piso político, y eso los aterra. Por eso habrá que esperar más patadas de ahogado, más amenazas, huelgas, tomas, marchas, etc. Pero con un programa, unas ejecutorias y la voluntad de servir al pueblo, todo eso será el pasado dentro de cuatro años.