Las locomotoras de la economía perdieron su fuerza o nunca arrancaron, mientras el Gobierno se concentró únicamente en el acuerdo con las Farc.
Con la instalación de sesiones del Congreso, el pasado 20 de julio, el presidente Santos inició la etapa final de un gobierno extendido que cedió su promesa de guiar al país a la “prosperidad democrática” a cambio de atender su obsesión monotemática por el acuerdo con las Farc.
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Las finanzas públicas son indicador suficiente del estado de la economía. Aceptado el axioma, se impone reconocer que las del Estado colombiano deben inquietar a sus responsables en el Gobierno y la tradicionalmente exigente junta del Banco de la República de la misma manera en que preocupan a las calificadoras de riesgo, que reconocen señales de que el recaudo de recursos presupuestado por la reforma tributaria no será alcanzado. Junto al incumplimiento del proyecto que se presentó como panacea para la crisis fiscal, emergen alertas por el crecimiento de la deuda pública externa, que pasó de costar 13,8% del PIB en 2010, a valer 23,3% del PIB en mayo de 2017 (ver gráfico de contraportada). Tal situación, tibiamente reconocida por el doctor Santos en la instalación del período legislativo, explica el afán gubernamental de cargar al sector empresarial con más obligaciones con el bienestar social, como la extensión de la licencia de maternidad o el aumento de horas laborales con recargo nocturno, mientras el Estado elude compromisos de campaña que generarían equidad, como es la reducción de aportes que los pensionados hacen a la salud.
Las dificultades fiscales responden, por supuesto, a la desaceleración de la economía, producto de algunas externalidades, como la incertidumbre presente de los mercados globales, que agravan condiciones creadas por el abandono o la reducción del apoyo de las cinco locomotoras de la prosperidad que el doctor Santos prometió impulsar para que fueran medios para mantener el ritmo de avance y el optimismo del país: minería, agro, innovación, infraestructura y vivienda.
Los sectores de minería e hidrocarburos registran los dramáticos retrocesos detallados en el infográfico de contraportada. La caída del valor de las exportaciones de petróleo se explica por el menor precio del crudo en los mercados mundiales, uno de los componentes importantes, pero ocurre especialmente por el retroceso en la producción de crudo, atribuible al asedio terrorista del Eln y al sistemático bloqueo, por vía judicial o mediante insólitas consultas populares, de actividades de exploración y explotación. Más costosa en términos económicos, como lo muestran los datos de mineral exportado, es el activismo contra la minería legal, que el Gobierno deja prosperar sin siquiera atender su promesa de llevar al Congreso un proyecto de ley que confirme a la Nación como soberana sobre el subsuelo, regule el otorgamiento de licencias mineras y garantice seguridad jurídica a los inversionistas que empiezan a abandonar el país.
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Aunque cuenta con el oxígeno de la recuperación del dólar, la locomotora del agro tampoco ha logrado arrancar con la fuerza que se prometió darle. Aunque, como muestra el infográfico, el valor de las exportaciones cafeteras ha crecido gracias al mejor precio del grano, Colombia se estancó como tercer productor mundial y los caficultores se encuentran tan afectados por sus costos que, como demostró el Foro mundial realizado en Medellín, empiezan a reclamar sistemas de control de producción y precios como los del viejo y dañino Pacto del Café. Su situación no se diferencia de otros sectores agrícolas y sólo parece menos inquietante que la que sufre la ganadería, que enfrenta el desestímulo a su actividad, situación agravada por las amenazas de la fiebre aftosa, con tres brotes confirmados y costos estimados superiores a $150.000 millones, y de una enlechada que los productores atribuyen al crecimiento de importaciones de lactosuero y derivados lácteos. La incertidumbre también ha tocado a la industria, que empieza a reclamar medidas para paliar estados de crisis jalonados por el menor consumo interno y el contrabando, según evidenciaron los líderes de la cadena textil-confección de cara a Colombiamoda. Ellos, claramente, habrían percibido las ventajas de que se impulsara el tren de la innovación, que reposa en el cajón de los olvidos nacionales.
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Inicia el doctor Santos el último año de su mandato llevando el déficit en la prosperidad, que acabaremos de analizar con el estudio a mayor profundidad en una próxima ocasión, de los sectores vivienda e infraestructura. Factor definitivo en el desbalance de la economía, pero también de la democracia y sus valores, lo constituye la fijación del mandatario en conseguir a toda costa y sobredimensionándolo, un acuerdo con las Farc, que condujera a la desmovilización militar de sus miembros, o de una parte de ellos.