¿Cuáles son las causas justas y cuáles las injustas? ¿Quién tiene o no el concepto de verdad?
Se llama “Ucronía” a la narración de hechos históricos que ocurrieron en la realidad, pero como si no hubieran ocurrido.
Veamos entonces:
¿Qué hubiera pasado si Adán no se hubiera comido la manzana? ¿Qué hubiera pasado si Darío hubiera vencido a Alejandro en Gaugamela? ¿Qué hubiera sucedido si Leónidas hubiera contenido al ejército de Jerjes en las Termópilas? ¿Cómo hubiera cambiado el mundo si Temístocles hubiera sido derrotado por Jerjes en la Batalla de Salamina? ¿Qué sería del imperio Romano si Julio César no hubiera derrotado al gran Pompeyo? ¿Qué sería de Europa si Gengis Kan hubiera llegado hasta Hispania? ¿Qué sería de América si Colón hubiera naufragado? ¿Qué sería del Nuevo Mundo sin Bolívar? ¿En qué estaríamos si Hitler hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial?
Estos cuestionamientos, todos hipotéticos, sirven para jugar el juego de los escenarios y plantean grandes interrogantes que han de servirle a las generaciones futuras como mojones de análisis para cuando se quiera estudiar y entender nuestro proceso de evolución y transformación histórica. ¿Quiénes son los buenos y quienes son los malos? ¿Cuáles son las causas justas y cuáles las injustas? ¿Quién tiene o no el concepto de verdad?
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Retomemos el hermoso pensamiento que expone Carl Sagan al observar la foto de la tierra tomada por el Voyager hace un poco más de 25 años antes de abandonar el Sistema solar:
"Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es casa. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que amas, todo aquel que conoces, todo aquel del que has oído hablar, cada ser humano que existió, vivió sus vidas. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de confiadas religiones, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada esperanzado niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada ‘superestrella’, cada ´líder supremo’, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí – en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol.
La Tierra es un muy pequeño escenario en una vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades visitadas por los habitantes de una esquina de ese pixel para los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina; lo frecuente de sus incomprensiones, lo ávidos de matarse unos a otros, lo ferviente de su odio. Nuestras posturas, nuestra imaginada auto-importancia, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este punto de luz pálida.
Nuestro planeta es una mota solitaria de luz en la gran envolvente oscuridad cósmica. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay ni un indicio de que la ayuda llegará desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, en este momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y construcción de carácter. Quizá no hay mejor demostración de la tontería de los prejuicios humanos que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amablemente, y de preservar el pálido punto azul, el único hogar que jamás hemos conocido.”
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Dicen que la Astronomía, nos hace humildes. He aquí un gran ejemplo.
Recordemos a Voltaire cuando dice: “Proclamo en voz alta la libertad de pensamiento y muera el que no piense como yo”.
Insistimos en la necesidad de dotar a Medellín con un adecuado Centro de Espectáculos.