Los promotores del montaje piensan como los nazis y los estalinistas, que de la calumnia algo queda y creen que con esta enterrarían a Uribe
Un montaje es crear un hecho inexistente, un falso positivo, para desacreditar o destruir a los contendores y sus políticas, encarcelándolos, si es posible; u obligándolos a huir del país y perseguirlos en el exterior.
La extrema izquierda colombiana, combinando todas las formas de lucha, ha hecho siempre montajes para desacreditar y debilitar a las fuerzas armadas en su lucha antisubversiva y al Estado en su totalidad, y/o destruir la carrera de un político o la honra y credibilidad de un empresario u otra clase de civiles. La técnica consiste, entre otras cosas, en acusar a sus blancos falsamente, en los ámbitos nacional e internacional; usar países, políticos extranjeros, ONG y organizaciones afines, para hacerse eco de sus “denuncias”; utilizar elementos del poder judicial que le son proclives, para adelantar la “investigación” y las “acusaciones” y utilizar falsos testigos, casi siempre paramilitares (los extremos se juntan), provenientes, preferentemente de las cárceles, a quienes les prometen toda clase de beneficios.
La persecución al coronel Luis Alfonso Plazas y otros militares por su actuación en los acontecimientos del Palacio de Justicia, llevada a cabo por un grupo de integrantes del ex M-19 es paradigmática. Pero también lo es la utilización, en el caso del bombardeo a Santo Domingo (dic. de 1998) de falsos testigos y falsas víctimas que recibieron dinero por indemnizaciones, asesorados por abogados que se ganaron una buena suma de dinero. Y qué decir del gran número de militares acusados injustamente de asesinar a civiles para mostrar falsos positivos (sin que esto quiera decir que no haya habido algunos pocos uniformados que cometieron estos actos atroces, actuando por cuenta propia).
En estos montajes hay, como se dijo, participación de agentes del estado, pero no puede decirse que sean crímenes de estado. En cambio, los promovidos desde el alto ejecutivo y sus organismos de investigación, con la participación de miembros de las altas cortes, de la Fiscalía y de miembros de las fuerzas armadas, sí que lo son. Acusar y encarcelar u obligar al exilio y perseguir en el extranjero a exfuncionarios del anterior gobierno, combina estas características. El perverso montaje contra Oscar Iván Zuluaga, su hijo; David Zuluaga, y Luís Alfonso Hoyos -hoy exiliado-- , le costó al hoy llamado Centro Democrático la Presidencia y dio vía libre al gobierno ilegitimo e ilegal de Santos; fue un montaje la investigación contra Luis Carlos Restrepo, exilado en Canadá; la condena de la Yidis política que puso en presión a Sabas Pretelt de la Vega y Diego Palacio; las de Alberto Velásquez y Bernardo Moreno; la de Andrés Felipe Arias, al borde hoy de la extradición; la de Luis Alfredo Ramos, puesto ad aeternum en salmuera por la CSJ. Todos estos montajes requieren del uso abusivo del poder del Estado para perseguir a sus contradictores.
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Así como lo es el intento de involucrar al expresidente Uribe en un delito sexual denunciado por una periodista que se negó a dar el nombre del perpetrador, pero dijo que se trataba de un hombre muy poderoso que sigue siendo muy influyente. Ella trabajó con Uribe y eso ha servido para que los promotores del montaje quieran ensuciar y enterrar para siempre el prestigio del expresidente, precisamente ahora que la opinión está, con razón, especialmente sensible sobre este tema, y que Uribe encabeza un movimiento que seguramente ganará las elecciones en marzo y mayo con el objeto de rectificar el desastre santista y recuperar la democracia, la economía y la convivencia social.
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Los promotores del montaje piensan como los nazis y los estalinistas, que de la calumnia algo queda y creen que con esta enterrarían a Uribe. No acaban de conocerlo, sólo ellos pueden inventar semejante infamia porque el país sabe que el expresidente sería incapaz de tal atrocidad. Ojalá la periodista revelara el nombre del violador. Pero ya es difícil para los complotados apuntar al senador porque este ordenó que se publicaran las ocasiones en las que la periodista estuvo en las comitivas de viajes al exterior y se ve que era imposible, que tuviera tiempo y lugar para un acto como ese. Aunque ella persistiese en su silencio, éste no afectará a Uribe, porque ya los colombianos hemos aprendido mucho sobre los montajes del gobierno. Al contrario, lo fortalecerá, para desgracia de Santos.