La ética no se enseña, se practica, se aprende por ejemplo en el hogar, entre los vecinos en los primeros años de vida consciente y como un ejercicio de racionalidad sencillo pero eficiente
A pesar de que el país lo pide de manera rotunda y los hechos de corrupción son contundentes no se puede decir que la ética es algo que pueda enseñarse. La virtud de la cautela es la más escasa, los seres humanos con contextura moral sólida son casi siempre tímidos y el mundo es ancho y ajeno y de él son dueños los perversos. Hasta las autoridades más respetables andan omitiendo y eso ya es una forma de mentir. En Colombia, y en muchos otros países, los presidentes le sacan el cuerpo a sus responsabilidades en el espionaje de opositores y como saben que toda realidad que crean los medios es vertiginosa y que estamos ya a acostumbrados a pasar de un exceso a otro por ello silencian, mienten y eluden las responsabilidades. Y lo más grave es que ya el ejercicio de la política ha desbordado totalmente el terreno de la mentira y el engaño: las promesas de la campaña electoral serán exactamente lo que no se hará.
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¿Cuál es el terreno más delicado para la presencia de la mentira? Sin lugar a dudas la mayor responsabilidad le cabe a los que tienen el control de las armas y pueden usarlas para la defensa de la nación. Los ascensos y los “éxitos” militares obtenidos con los falsos positivos son cubiertos por esa unidad de cuerpo propia de las organizaciones armadas. Ese terreno es delicado pues la protección de la vida es imprescindible; pero la custodia y el manejo del dinero requeriría una pulcritud ejemplar pues el dinero es trabajo humano: sangre, sudor y lágrimas. Y los banqueros consideran justas y correctas sus obscenas ganancias y utilizan el dinero de los ahorradores para incursionar en los juegos del poder y garantizar la expansión de sus controles y no tienen el mínimo escrúpulo en arruinar empresas y sectores de la economía y con sus descomunales intereses cobran varias veces el valor real de algo que se compre a crédito. Y estas mentiras las respalda un Estado y los gobiernos literalmente secuestrados en ese mismo juego. Y para ponerle sal a la herida luego se unen, crean entidades para lavar sus rostros de ogros insaciables y realizan eventos para hablar de responsabilidad social, democracia y paz. El diablo haciendo hostias.
Pero los mentirosos y los ladrones son aún más atrevidos y no dudan en llevar a los tribunales y a la opinión pública a sus hijos bañados en llanto; y los políticos exigen clemencia para quienes hacen el trabajo sucio de eliminar sus contradictores. La voracidad y la falta de límites de los funcionarios ya ha excedido en Colombia y el mundo los montos de crímenes como el secuestro. A verdaderas trasnacionales del delito en EEUU se les ponen pequeñas multas y se les permite que continúen su carrera de oprobio. Y nos parece normal y corriente que los organismos secretos de inteligencia preparen a algunos de sus agentes en métodos que solo los capos autorizan en casos extremos. No podremos tener nunca argumentos ejemplificantes si los “buenos” son más pícaros, cínicos y ambiciosos que los pillos. ¿Cómo podemos aspirar a tener emprendedores honestos si el primer aprendizaje es el de saber tratar con la corrupción oficial?
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La ética no se enseña, se practica, se aprende por ejemplo en el hogar, entre los vecinos en los primeros años de vida consciente y como un ejercicio de racionalidad sencillo pero eficiente. Si lo que reina es la mentira, la malicia y la trampa es imposible que se desarrolle la actitud moral correcta. Y el reino de la mentira se ha generalizado y habrá que desarrollar detectores de mentiras más eficientes pues ya el ser humano parece que aprendió a mentir sin pestañear, titubear, sin temblar y mirando de frente a las cámaras.