El gusto y la tiranía de la moda

Autor: Redacción
24 julio de 2017 - 09:56 AM

El subdirector de Creatividad de la Colegiatura Colombiana de diseño reflexiona sobre el gusto, ese tema trascendental que tanto tiene que ver con las decisiones de moda.

Medellín

Por: Juan José Cadavid Ochoa- subdirector de Creatividad Colegiatura Colombiana

La experiencia de la moda, en tanto manifestación de la cultura, puede entenderse como el trabajo de diseño de un individuo y como una construcción colectiva en la que desde la relación diseñador, productor, usuario, intérprete, crítico, detractor, se configura la producción de moda final, es decir, la tendencia, la circulación mediática, el fenómeno de consumo y finalmente, la afectación cultural. De lo anterior se desprende un presupuesto que permite una mayor comprensión de este texto: la moda es una vivencia que se funda en la diferencia y en la percepción intersubjetiva de gustos, en propuestas estéticas temporales, efímeras y cambiantes.

El fenómeno de la moda puede entenderse como un instrumento de los sistemas de poder mediante el que se instala, a través de las lógicas del consumo, una estrategia de control y ordenamiento social que de manera contradictoria, permite acciones estéticas que se rebelan en contra de dinámicas comerciales y las instituciones que sostienen, clasifican, valoran y controlan. Esto le permite situarse como expresión cultural en el tiempo acelerado de la secularización máxima e intentar transformar la realidad, para lograr condiciones de bienestar que ni lo propiamente moderno ni lo específicamente posmoderno pudieron lograr (Lipovetsky, Gilles. Los tiempos hipermodernos. Barcelona, Anagrama, 2006). Esta posibilidad y necesidad subversiva de la moda, surge como producto de la imposibilidad de creación de un paradigma diferente que reemplace su función alienante en la modernidad y que no se limite, como las propuestas ingenuas de la posmodernidad, a declarar su muerte y a llorar por ella.

La moda cuando actúa de forma independiente, en tanto posibilidad creativa de transformar la cultura, puede ser entendida como una manera o modo narrativo estético que produce situaciones y propician un juego colectivo del que se desprenden formas de circulación diferentes a las establecidas por la sociedad del espectáculo y del consumo. La moda es entonces una experiencia cotidiana en la que las personas hacen declaraciones socioculturales y crean diálogos a partir de juicios estéticos, esto es, del gusto.

El concepto de “gusto”

El gusto proviene como concepto, del verbo de raíz latina “sapere”, que significa tener la capacidad de comprender y diferenciar lo bueno de lo malo en las experiencias de los hombres. Dicho de otro modo. A través del gusto los seres humanos conocen y juzgan aquello que perciben. El concepto también se relaciona con el término en español “saber” aplicado al sabor y al saber. Esto relacionado directamente con la capacidad gustativa. Por lo tanto, se convierte en un factor determinante del diseño y de la moda como soporte crítico estético de conocimiento. 

En un recorrido histórico reflexivo pueden ubicarse los planteamientos centrales en cuanto al gusto estético a finales del siglo XVIII y principios del XIX. En estos periodos algunos pensadores se preguntaban si éste era una facultad o una capacidad, es decir, si el gusto era connatural al ser humano o más bien dependía de condiciones culturales. Al  mismo tiempo que se cuestionaba el carácter racional o la condición sensible de tal concepto, se producen importantes reflexiones como Sobre la norma del gusto de Hume (1757), en el que escribió “es natural el que busquemos una norma del gusto, (a) una regla con la cual puedan ser reconciliados los diversos sentimientos de los hombres, (b) o al menos una decisión que confirme un sentimiento y condene el otro” (Hume, 1989, p. 27). 

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También fueron importantes las reflexiones escritas en El ensayo sobre el gusto de Gerard (1759/1992), La crítica del juicio de Kant (1790/1995), Los placeres de la imaginación de Addison (1991), La investigación sobre el origen de nuestras ideas de belleza y de virtud de Francis Hutcheson (1992), entre otros trabajos teóricos que estructuraron un sustrato filosófico estético que permite entender el fenómeno del gusto (juicio) en términos modernos y por lo tanto desde fundamentos objetivos que categorizaban la belleza y la fealdad en el arte y en la naturaleza.

Lo anterior permite dilucidar una ruta hacia planteamientos de orden subjetivo que conducen a síntesis que afirman, por ejemplo, que el gusto para los empiristas está definido por las sensaciones y los sentimientos que despierta en un individuo una vivencia o experiencia estética. Se realiza para estos teóricos una separación entre las características objetivas de lo bello y la noción subjetiva que depende de apreciaciones del gusto. 

Lo que pasó en el siglo XIX

En el siglo XIX el interés por la reflexión estética decae. Interés que resurgirá en el siglo XX al ser retomado por Gadamer en La actualidad de lo bello y en Verdad y método, pues redimensiona en términos hermenéuticos la discusión sobre el gusto y pone a la condición subjetiva del juicio estético en una estrecha relación con las condiciones sociales, políticas, económicas, es decir, con las construcciones antropológicas colectivas. El pensamiento hermenéutico supera y salda la dicotomía objetividad-subjetividad al plantear una necesidad analítica relacional en la que los individuos construyen su capacidad de juicio en relación con fenómenos culturales externos a ellos mismos y siempre en condiciones sociales, es decir, de manera intersubjetiva.

El gusto visto desde esta perspectiva se configura como el factor determinante desde el cual se construye lo que hoy se conoce como el fenómeno de la moda. En otras palabras. La moda es la plataforma social que contiene y generaliza al concepto del gusto como el resultado de ciertas conexiones y acuerdos sociales dominantes, como una forma particular y dinámica de hacer las cosas, como una manera cambiante insertada en el todo permanente del comportamiento social. Se desbroza que la sociedad generaliza el concepto de gusto instalando un acuerdo, un convenio, un modo dominante que se hace moda y continuamente es reemplazado.

La moda entonces se caracteriza por imponer como norma aquello que todo el mundo hace en un periodo de tiempo y en un lugar determinado, regulando de manera caprichosa y aleatoria cosas, formas de vida y comportamientos que igual podrían ser de muchas otras formas. Esto porque los grupos humanos tienen diferentes formas de pensar que están determinadas por las situaciones vividas y la pertenencia a grupos desde donde se construyen sistemas de valores cambiantes.

“Tales visiones del mundo o cosmovisiones determinan modas, que constituyen por sí mismas una generalidad empírica; en tal sentido se crea una dependencia social a la que es difícil sustraerse, para Kant éste es el punto esencial, aunque sobre la moda considera que es “mejor ser un loco en la moda que contra la moda, aunque por supuesto sea también una locura tomarse las cosas de la moda demasiado en serio”  (Gadamer citando a Kant. Anthropologie in pragmatischer Hinsicht, en Verdad y método.2000, p. 69).

Puede decirse, siguiendo a Gadamer, que el gusto condiciona las modas, las determina, pero no se somete a ellas, ya que es por sí solo una capacidad de discernimiento sensible-espiritual. En esa vía es posible decir que el buen gusto es aquel que se acopla o encaja con la línea que propone cada moda adaptándose a sus variaciones, o de manera contraria, es aquel que adapta las exigencias de la moda a un criterio propio, de tal forma que mantiene cierta distancia con el fenómeno de la moda o la asume de manera mesurada. 

La moda surge de la experiencia social, pues tiene un sentido comunitario en el que se vuelven generales los juicios particulares, mientras que el gusto no pretende hacer coincidir juicios y por lo tanto no podrá existir un desacuerdo con él, pues el gusto permite oposición y riña, pero no implica generalidad. Kant en Kritik der Urteilskraft dice que ante las imposiciones tiránicas de la moda, el gusto permite conservar la libertad: “En ello estriba la fuerza normativa que le es propia, en que se sabe seguro del asentimiento de una comunidad ideal. La idealidad del buen gusto afirma así su valor en oposición a la regulación del gusto por la moda” (Gadamer citando a Kant, 2000, p. 70).

La supremacía del gusto

La supremacía del gusto sobre los fenómenos de la moda radica en que este construye una manera propia de conocer el mundo, de interpretarlo y de reconstruirlo. Pero no de manera arbitraria o sin referente alguno, es más bien la capacidad de juicio reflexiva que constituye una manera de apropiación particular e individual de lo general, es decir con referencia a un todo, de tal forma que sea la manera adecuada en un contexto determinado.

El gusto siempre está en relación con un todo que actúa como marco referencial frente al cual se tiene cierto sentido o inclinación desbordando los límites del juicio de lo que es bello, tanto en la naturaleza como en el arte, y de la condición decorativa de las cosas teniendo presente el amplio ámbito de las experiencias, las costumbres y las convivencias. El gusto procura de esta forma modos referenciados y diferenciados de relacionarse con el mundo, por lo tanto, permite que el ejercicio creativo se inserte de manera efectiva en una esfera o ámbito social determinado.

La moda es intersubjetiva, construye miradas diversas del mundo, propone nuevas maneras de relacionarse y de ser, por eso está siempre presta al cambio y es susceptible de interpretarse en múltiples sentidos, dependiendo del contexto en el que aparece. Que su carácter sea intersubjetivo implica que el concepto del gusto tiene injerencia en el ejercicio crítico y en el creativo al ser uno de los factores que influyen en los proyectos estéticos. Este es el factor bajo el cual subyacen los cánones estéticos que son definidos en una sociedad por un grupo de personas, evidenciando los criterios, la información y el conocimiento que posee el diseñador de modas para crear propuestas seductoras y exitosas. El gusto es de acuerdo a lo expuesto, un factor que puede ser valorado y a partir de él se abre un campo de estudio y crítica de la moda. 

La sociedad del espectáculo

El gusto en relación con la moda implica que los grupos humanos que hoy se insertan en la “sociedad del espectáculo” (nombre que el movimiento artístico de vanguardia La Internacional Situacionista daba a las relaciones societales contemporáneas que desde mediados del siglo XX), son definidos como colectividad por la cultura capitalista occidental. Esto hace que el concepto del gusto en la actualidad ya no solo depende de modas, fruto de convenciones creadas por sociedades y micro-sociedades, sino que tales maneras de juzgar el mundo son impuestas por grandes multinacionales que procuran direccionar el gusto general de acuerdo a sus intereses económicos. Asistimos en este escenario a la desvalorización del carácter individual del gusto, a su masificación y por lo tanto a la inversión jerárquica en la que la moda direcciona al gusto, creando de manera paradójica un escenario global de mal gusto o por lo menos de un gusto estandarizado y desechable. Pero también al surgimiento de propuestas subversivas de todo tipo que procuran la creación de relaciones estéticas diferentes a las producidas en serie, propuestas que son capaces de leer contextos, culturas y diferencias, que logran que la oposición constituya una forma de construcción de estilos y definición marginal de nuevos gustos.

Hoy, aunque se hable de aldea global, las comunicaciones nos conecten y la información del planeta esté al alcance de todos; es posible seguir reconociendo las diferencias y desde estas crear asociaciones, colectividades que constituyen subculturas fundadas en lo particular, en lo menor como diría Lumman, grupos sociales que generan maneras, formas diferentes de comportamiento y de percepción del mundo, modus  o modas que pueden identificarse y entenderse como estilos y que son susceptibles de crítica y evaluación desde el entendimiento de las condiciones frente a las que se revelan.

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