¿A cuál minotauro de su rebaño pretenderá esconder en su moderno laberinto este moderno rey Minos, y si se someterá aquel a sus designios, así tenga en su debe y haber un superávit de siete millones de votos?
No se trata esta vez de una referencia más a la novela del genial Gabriel García Márquez, descripción magnífica del libertador Simón Bolívar y a sus últimos días, considerada por muchos como su mejor obra en el campo histórico, tratado también con preciosura por el laureado compatriota.
La alusión encaja mucho mejor en esta época del post conflicto, la post verdad y la antesala de la que se adivina sucia y subterránea campaña política, al jefe del Centro Democrático, Álvaro Uribe Vélez y la dificultad que enfrenta para escoger su candidato a la Presidencia de la República.
Siete cartas para barajar este complicado juego, de las cuales apenas dos estarían al día de hoy con alguna capacidad de enarbolar la enseña uribista, vale decir la extrema derecha y la oposición a cuanto huela al gobierno Santos, y sobre todo al proceso de paz y su necesaria implementación.
Puede interesarle: Un fijo y los hazmerreír
De los otros cinco, para decirlo francamente pero con una realidad incuestionable, apenas dos podrían ser, al final, el as bajo la manga que los postreros triunfadores suelen sacar a último momento para ganar la partida: Oscar Iván Zuluaga y Luis Alfredo Ramos.
Los restantes, eso sí con el debido respeto, son apenas ornamentos que sirvieron para decorar una mesa donde se presumía iba a servirse opípara comida y no se pasó de changua: María del Rosario Guerra, recia exponente del caciquismo y la politiquería cordobesa; Paloma Valencia, de rancio abolengo pero escaso retrospecto, y Rafael Nieto, un ilustre desconocido para la inmensa mayoría de colombianos.
La mitología narra que el laberinto de Creta fue construido por el arquitecto Dédalo, un experto en esta clase de obras que requieren astucia y creatividad, nombre bastante apropiado para hacerlo extensivo, por derivación, a quien en las últimas épocas, a punta de “dédalo”, ha designado quien va y quien no va, hasta el punto de que para algunos la orden es simplemente “el que diga Uribe”.
¿A cuál minotauro de su rebaño pretenderá esconder en su moderno laberinto este moderno rey Minos, y si se someterá aquel a sus designios, así tenga en su debe y haber un superávit de siete millones de votos ?
O esperará, casi hasta la desesperación, que por fin la justicia se pronuncie como debe ser –sin Luis Gustavos Morenos, Malos. Bustos y Ricaurtes de por medio– a que sea habilitada la otra carta poderosa que tiene para intentar ganar la partida
Asunto de tremenda complejidad el que tiene entre manos el expresidente Álvaro Uribe, el cual debe resolver con la mayor prontitud posible, si no quiere entrar al partido cuando ya los contrarios vayan ganando, por poco o por goleada.
En política todo puede suceder, más en este país tan propenso a las trapisondas, los amaños, los arreglos, y todo aquello que represente algún beneficio para quienes los realicen, así de momento puedan parecer escandalosos e increíbles.
Lea también: Pongámonos serios
Lo que no sería creíble – aunque también puede ocurrir – es que Uribe, al final de cuentas con todo su caudal electoral, resulte haciendo de peón de estribo a alguien distinto de su Centro Democrático, siempre y cuando con ello se consume la derrota de Santos y de lo que el llama el “castrochavismo”.