Hay por lo menos dos aspectos que convierten en un verdadero enigma los propósitos del presidente electo
El presidente electo de los colombianos, Iván Duque Márquez, ha insistido desde su primer discurso, tras conocerse el resultado de las elecciones del pasado 17 de junio, que su propósito es unir a los colombianos. Incluso, desde el inicio de su campaña presidencial y en su libro El futuro está en el centro (Ed. Planeta, 2018), habló de la importancia de construir un “acuerdo sobre lo fundamental”, citando a Álvaro Gómez Hurtado, que permitiera avanzar en reformas a la justicia, la economía, las pensiones, la energía y el medio ambiente. Es más, dice en su libro, “desde una óptica de centro podemos generar consensos de mediano y largo plazo”.
Estas muy buenas intenciones constituyen un buen síntoma para un país que, tal y como lo reflejaron las elecciones, está muy polarizado y aún no ha podido superar la división entre quienes votaron SÍ y quienes eligieron el NO en el plebiscito; un país con una inequidad muy marcada y cuyos problemas con el narcotráfico persisten, al punto de que las hectáreas de coca han incrementado a cifras históricas; y, además, un país donde respetar la opinión del otro es la excepción y no la regla.
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Sin embargo, y a pesar de esas buenas intenciones acompañadas de un cierto halo de esperanza en “una nueva generación” –como tituló la revista Semana en su portada, tras el triunfo de Duque–, hay por lo menos dos aspectos que convierten en un verdadero enigma los propósitos del presidente electo: uno, la comprensión de su partido, el Centro Democrático, de temas importantes cen este caso me referiré al conflicto armado y a los derechos de la comunidad LGTBI–; y dos, las personas que rodean a Duque y que, de una u otra manera, cobrarán sus esfuerzos o apoyos durante la campaña presidencial.
En primer lugar, en su libro, Iván Duque explica que en su concepto “la paz verdadera es el imperio de la ley y la justicia”, lo que representa una visión cuando menos limitada de lo que significa la construcción de paz en los territorios más afectados por el conflicto y que corresponden a esa Colombia profunda en la que, según él, no ha llegado bienestar o cambios a estas comunidades a partir de la puesta en marcha de los Acuerdos de Paz. Fortalece esa definición de paz con posiciones como “el Estado necesita recuperar el sentido de autoridad, y para ello tendremos una Fuerza Pública motivada, (…) cada vez más efectiva frente al crimen organizado”. Por supuesto, no se puede desconocer lo fundamental que resulta el monopolio de las armas por parte del Estado, pero pretender recuperar el control del territorio con pie de fuerza, volviendo a las desmovilizaciones y dejando en segundo plano la importancia de las negociaciones y del reconocimiento de la responsabilidad del Estado en el conflicto armado, es devolvernos ocho años en la comprensión de nuestra realidad como país y no constituye una oportunidad real que permita hablar de un país donde “todos quepamos”, como ha dicho Duque.
En segundo lugar, si bien el presidente electo se declara como un hombre religioso que comprende la diferencia que debe existir entre las creencias espirituales personales y las decisiones de Estado, al hablar de matrimonio igualitario camina por la cuerda floja al asegurar que prefiere validar “figuras contractuales especiales (…) como el denominado “contrato innominado”, (pues) no me parece necesario alterar connotaciones culturales, sociales y jurídicas de la definición matrimonial”. Este punto representa un retroceso grandísimo en lo que significa los derechos de la población Lgtbi y su reconocimiento de una igualdad de derechos, que les permita, por ejemplo, contraer matrimonio como cualquier otro ciudadano, con la pareja de su predilección.
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Para finalizar, no deja de causar cierto ruido que personas como Viviane Morales y Alejandro Ordoñez, quienes, por sus concepciones religiosas, han atacado directamente a la población Lgtbi , hayan estado tan cerca de la campaña de Duque y, sin duda, quieran estar también cerca de las esferas del gobierno, para movilizar sus causas e intereses. Este panorama, en su conjunto, refleja unas condiciones muy desalentadoras alrededor de la idea de unir a un país y de lograr acuerdos sobre lo fundamental, cuando hay riesgos de pisotear derechos, causas sociales y avances invaluables conseguidos en los últimos años. Así, presidente electo Iván Duque, es muy difícil hablar de una Colombia donde todos quepamos. Amanecerá y veremos…