Crónica de los sitios de acogida de los inmigrantes europeos en Buenos Aires y Montevideo.
Bandoneón, el sujeto parlante de hoy es una casa de inquilinato llamada conventillo, y la vamos a escuchar desde su penumbroso umbral, cuando empiece a narrarnos la gran ola migratoria de millones de personas procedentes de Europa, que recibieron la Argentina y el Uruguay entre 1850-1950.
Es bien importante, saber que para ese entonces, el campo sufría transformaciones, y hubo un desplazamiento hacia la ciudad.
Todos los inmigrantes llevaron en el equipaje, sus idiomas, costumbres, nostalgia y desarraigo. A pesar de que ambos países tenían políticas migratorias, la vivienda era precaria, luego, los recién llegados se alojaban en casas de inquilinato llamadas conventillos, construcciones con un patio central y alcobas de 3 por 4 metros, en las que se acomodaban 5 y 6 personas.
Veamos cuáles eran las políticas migratorias: En Argentina, la Ley de Inmigración y Colonización Nº 817 de 1876 (también conocida como Ley Avellaneda, por el presidente en cuyo mandato se aprobó) es la primera ley nacional de Argentina que regula sobre temas migratorios. Esta Ley se organiza en dos partes, una primera sobre inmigración llamada "De la inmigración" y otra sobre colonización.
Y en el Uruguay la ley básica de fomento de la inmigración, ley 2096 del 19 de junio de 1890, se inspiró en la ley 817 de 1876, proyectada en la Argentina por Nicolás Avellaneda y otorgó a los Cónsules Uruguayos en el extranjero, amplias facultades para intervenir a favor de inmigrantes que deseasen venir al país.
Ahora trataremos de contemplar a través de la narrativa que nos hace el conventillo, el decorado de las celdas del inquilinato, y es que el carácter de estas alcobas fue lo que le dio el nombre de conventillo. Pues bien, allí estaba una máquina de coser, imágenes de santos, fotografías, camas, una pequeña tina para lavar ropa, el fogón de querosén y de pronto un único vestido en buenas condiciones, muy bien guardado en un baúl, esperando mejores oportunidades.
Pensemos que arribaron, italianos con sus dialectos, españoles, pero no sólo el castellano, sino el valenciano, gallego, vasco, catalán. También estaba la presencia de franceses, rusos y otras nacionalidades e idiomas. Entonces, nos podemos imaginar a Buenos Aires y a Montevideo en un momento de su historia como la Babel que nos relata la Biblia, con diferentes lenguas. El 60% de la población era extranjera.
El anterior contexto nos remite a la pregunta, ¿cómo fue la socialización?, pues bien, la integración a la cultura se dio a través de los oficios, las plazas de mercado, el matadero, los boliches, las casas de citas, las fiestas populares y las reuniones en los patios centrales de los conventillos.
Es protagonista de esta historia el patio del conventillo, porque era sitio de trabajo, se lavaba ropa, reparaban zapatos, cocinaban y los niños tenían que salir hasta allí, porque las alcobas no tenían ventanas y era su único lugar de juego. Estaban algunos muebles que acompañaron a sus dueños en la travesía del barco.
En las fiestas que presenció el patio, a falta de un idioma común, bailaban y cantaban las tonadas y danzas de sus lugares de origen, polcas, valses, mazurcas, tarantelas , chotis, habaneras, milongas y candombes, los cuatro últimos padres del tango.
Pero ¿cómo llegaban los inmigrantes hasta el conventillo? Veamos, cuando se bajaban del barco eran hospedados por cinco días en el Hotel de inmigrantes, allí se registraba su procedencia, el estado de salud, profesión, estudio, edad y motivo del viaje. Quiero resaltar que algunos cónsules enviaban una nota en la que recomendaban que no se recibieran mendigos. Los así llamados eran los gitanos.
¿Qué pasaba después de esos cinco días? A la puerta del Hotel estaba un carro de trasteos para conducirlos a los inquilinatos, propiedad de la alta burguesía que cobraba precios superiores a los de un departamento bien situado en Londres. Se vieron casos y muchos, de cien habitantes por casa, con un solo servicio de baño y un sanitario para todos ellos.
La anterior situación era insostenible, por las enfermedades, pestes y la incomodidad, entonces hicieron una huelga que se llamó de Las escobas, porque las que salían a protestar eran las mujeres, ya que sus esposos estaban trabajando. En los primeros días del mes de octubre de 1907 alrededor de 1000 conventillos se declararon en huelga y en medio de la represión policial fue asesinado el líder Miguel Pepe.
Ahora sentimos que se aleja la voz del conventillo, que nos ha contado tantas cosas y nos deja este poema del poeta Álvaro Yunque, de quien Raúl Larra dijera que era la voz del pueblo.
El conventillo
“Costra en los muros y opacos los vidrios:
Faz de leproso es su fachada.
Tuberculosos, deformes y anémicos
Su puerta, boca inmunda, traga.
Oh, lo que hacer no pudiera un milagro
Lo hizo la codicia humana:
¡Consiguió que no fuesen de todos
Ni el aire ni la luz ni el agua!”