Recorrido de la artista y crítica Úrsula Ochoa por esta exposición que se exhibe en el nuevo espacio de la galería del Centro Colombo Americano
ÚRSULA OCHOA
En el transcurso de las últimas décadas se han abierto importantes debates sobre la vieja querella entre el arte como forma o el arte como función; es decir, una disputa aparentemente “ética” sobre la pertinencia tanto para el mundo del arte como para la cultura, de las obras cuya importancia reside sólo en el aspecto formal, corriendo el riesgo de ser un arte puramente decorativo y superficial que sirve esencialmente a los desmanes del mercado; y, por otra parte, un tipo de arte sobre el cual gravita un interés por denunciar los males y las injusticias del mundo. Su problema: son mucho más frecuentes los artistas que transforman el dolor de los otros en un lucrativo y burdo espectáculo, y no en una reflexión auténtica que promueva una transformación. ¿Sería posible encontrar el justo balance sin que sea descuidado el componente formal por la intención social o se elimine por completo el contenido y se le dé total preponderancia a la forma?
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La historia de una artista
El pasado 4 de mayo se inauguró la exposición Memorias del hambre de la poetisa y artista Gloria Posada. La muestra que abrió el nuevo espacio de la galería Paul Bardwell del Centro Colombo Americano, pudo entenderse como un continuum de su obra Moradas presentada en la antigua galería en el año 2002, la cual, sería una de las últimas muestras de la artista en Medellín. Diez y seis años más tarde la curaduría tomó la decisión más acertada al inaugurar su nueva Sala con la obra de Posada. Con ella la galería abre un nuevo ciclo y se marca una pauta de coherencia formal, discursiva y poética que no se deberá descuidar. En la muestra, se presentaron trabajos anteriores como Ser ángel por un día, de 1995, un esmerado proyecto con 100 niños trabajadores de Bogotá que se exhibió a partir de una bellísima serie fotográfica, dibujos y pequeñas alas de papel que portaron los niños con los cuales la artista había trabajado. Oquedad del 2014, es una obra que propone el registro de una cuchara que marca los lugares donde la historia colombiana padeció terribles guerras, asesinatos y confrontaciones; así mismo Sed de cada día, del 2017, es una performance que se realizó en el Colombo Americano que utilizaba el gesto de la reiteración como metáfora, en tanto manifiesto de la sed insatisfecha por la carencia que deja la situación política y la guerra en el país.
Una apuesta por la cultura
En la galería, así como en las demás instalaciones, se percibe un ambiente dinámico que incentiva al desarrollo óptimo de las funciones que realiza el Colombo a partir de sus programas de educación como desde los procesos que vinculan a los proyectos artísticos. “Con esta nueva infraestructura reafirmamos nuestro compromiso con la educación y la cultura de los antioqueños. Estos espacios son un regalo para todos y han sido posibles gracias al Departamento de Estado de los Estados Unidos, a través de American Spaces, y al Smithsonian Institute. Nuestra invitación para los antioqueños es a visitar el Centro de Medellín y apropiarse de estos espacios que están diseñados para el intercambio cultural, el trabajo colaborativo y el acceso al conocimiento”, puntualizó Michael Cooper su director.
Esta renovación de la galería que en algún momento fue una Sala clave para la ciudad, con el liderazgo de Alejandro Vásquez su actual curador, no desviará aquella perspectiva que se preocupa por una función transformadora del arte y que fue impulsada por Juan Alberto Gaviria quien es meritorio de reconocimiento, en tanto que entendió que el arte hace mucho tiempo dejó de ser una cosa para devenir una función. Función que no sólo está sujeta a denunciar los males y pesares del mundo, sino que, más allá de la posición que se asuma frente a ello, el arte siempre dará cuenta de un mundo; de su mundo, en donde sale a la luz la pregunta por los modos de hacer, de entender y de participar del fenómeno artístico en todas sus dimensiones.
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