Los desafíos relacionados con el agua aumentarán de manera significativa en los próximos años, lo que demandará cuantiosas inversiones en investigación aplicada y en obras.
En estos días, científicos italianos acaban de anunciar el descubrimiento de agua salada subterránea en Marte. La investigación, publicada por la revista Science, fue calificada por la Agencia Espacial Italiana como "la más importante de los últimos años". Sobre este mismo, hecho un mordaz e ingenioso grafitero trinó: “Falta todavía demostrar que en la tierra todavía haya vida inteligente”, con seguridad consciente de la insuficiencia de recursos de inversión para desarrollar programas de conservación del agua en la tierra, elemento que ante su agotamiento y contaminación ningún ser vivo puede sobrevivir.
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En el mundo de hoy el acceso al agua es el más inequitativo y su mal uso es deprimente, como lo indica el hecho de que casi dos de cada diez personas no disponen de una fuente segura de agua potable y que cuatro de cada diez carezcan de acceso a una simple letrina, lo que significa que cada año millones de personas, la mayoría niños, mueren por enfermedades relacionadas con abastecimiento de agua, saneamiento e higiene inadecuados. Adicionalmente, los desastres naturales relacionados con el agua, tales como inundaciones, tormentas tropicales y tsunamis, tienen una enorme repercusión en la vida y el sufrimiento humanos. Por otro aspecto, la sequía golpea a los países más pobres, agravando las situaciones de hambre y malnutrición.
En algunas partes del mundo, como Colombia, el agua constituye la principal fuente de energía eléctrica, mientras que en otras se desaprovecha casi totalmente su potencial energético. También el agua es indispensable para la agricultura y la ganadería; por otro aspecto forma parte de numerosos procesos industriales y en muchos lugares supone el principal medio de transporte. Según el Informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo, en el año 2050, al menos una de cada cuatro personas vivirá en un país con escasez crónica o recurrente de agua.
Los desafíos relacionados con el agua aumentarán de manera significativa en los próximos años, lo que demandará cuantiosas inversiones en investigación aplicada y en obras de infraestructura y saneamiento básico. Detengámonos sólo en el aumento de la población mundial, así como en las migraciones masivas de la población desplazada, por las guerras o por el hambre, desde los países pobres hacía las naciones desarrolladas y la consecuente concentración de nativos e inmigrantes en las grandes ciudades. El continuo crecimiento de la población y el incremento de los ingresos conllevan un enorme aumento del consumo de agua y de la generación de residuos. Todo esto significa demandas muy por encima de las capacidades de los servicios y de la infraestructura instalada para el abastecimiento y saneamiento de agua, hoy ya insuficientes, lo que se traduce en requerimientos de cuantiosas inversiones en la provisión y manejo del agua.
Miremos ahora la situación en nuestro país, extensible a casi todos los países latinoamericanos, africanos y asiáticos. En las zonas altas de las montañas, donde se originan las corrientes hídricas, uno de los principales problemas con el agua es la erosión de los terrenos, agravada por el incremento de la intensidad de las lluvias generado por el cambio climático, a lo cual se suma la desforestación incontrolada; en las altitudes medias las afectaciones se relacionan con mal manejo de las tierras, el uso de insecticidas y demás plaguicidas, así como con el mercurio y metano en los embalses, de lo cual tratamos en anterior columna; en las zonas bajas la principal afectación son los estragos y devastaciones causados por las inundaciones. Es así como los especialistas recomiendan invertir la mayor cantidad de recursos posibles en las partes altas de las cuencas hidrográficas, para con ello reducir las grandes cantidades de dinero desperdiciado, en su mayor parte, con intervenciones aguas abajo y consecuentes conflictos socioeconómicos y afectaciones a los ecosistemas que estas obras conllevan.
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Para no ir muy atrás en el tiempo, recordemos no más la tragedia invernal que sufrió nuestro país durante el fenómeno La Niña del 2010-2011, la tragedia de Salgar (Antioquia) en el 2015, la destrucción y víctimas de Mocoa en 2017 y lo que está pasado hoy en los departamentos del Guainía, inundado en más del 50% de su territorio, lo mismo que en El Vichada. A propósito, recuerdo que a finales de la década de los ochenta le colaboré al gran ingeniero que fue Oscar Mejía Vallejo con la selección de sitios y con unos esquemas preliminares de pequeñas presas para control de inundaciones a construir sobre el río Meta, como parte de un anteproyecto binacional colombo-venezolano de manejo de la cuenca del río Orinoco, iniciativa que valdría la pena rescatar, en un principio por parte del gobierno colombiano, no sólo por la tragedia humanitaria recurrente de la población ribereña, sino por el gran proyecto agroindustrial de nuestra altillanura.
Hasta aquí coincide en todo con lo anotado por el ingenioso grafitero. En lo que se refiere a la conservación y manejo del agua, como de otros recursos esenciales para la conservación de la vida y nuestros ecosistemas planetarios, muchos centros de investigación requieren reformular sus prioridades.
P.S. Resulta incomprensible e inaceptable el elefante blanco en que el Gobierno Nacional ha dejado convertir la presa de El Cercado, localizada en el río Ranchería-Sur del Departamento de La Guajira. Con el agua represada en el embalse se podría calmar la sed de miles de familias Wayuu.