El episodio final del Tour de Francia promete emociones hasta el momento de su conclusión. Pocas veces en la historia de esta competencia se han presentado diferencias tan cortas de tiempo entre los principales candidatos. Froome buscará su cuarta coronación, Aru y Bardet van al acecho.
Más que una carrera de resistencia, el Tour de Francia de 2017 parece un esprint en el que las diferencias entre los mejores se calculan en segundos. A una semana para el final, entre el líder, el británico Chris Froome, y el séptimo, el irlandés Simon Yates, hay dos minutos.
Nunca antes en la historia tres ciclistas habían llegado a ese punto de la competición tan cercanos. Froome tiene 18 segundos de ventaja sobre el italiano Fabio Aru y 23 con el francés Romain Bardet.
En la lucha por el esprint está también el colombiano Rigoberto Urán, cuarto a 29 segundos, lo que le convierte también en un ciclista peligroso.
Unas rentas tan minúsculas, que hay que desempolvar los libros de historia para ver que en 1951 Hugo Koblet lideraba la general con un margen ligeramente superior, tenía 32 segundos con respecto a Raphael Geminiani, que era tercero.
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En los tiempos modernos, el australiano Cadel Evans afrontó la última semana en 2008 con una ventaja de 38 segundos con respecto a Christian Vandevelde, que era tercero. "Para un organizador la carrera perfecta, la que es capaz de mantener el suspenso hasta en final", asegura el director deportivo de la prueba, Thierry Gouvenou.
El Tour tiene por delante los Alpes y la contrarreloj de Marsella, a cuatro ciclistas en medio minuto y a otros tres al acecho. El Sky, el equipo del líder, no domina la carrera con la fortaleza de ediciones anteriores y Froome, al mínimo problema, ofrece signos preocupantes de nerviosismo.
Aru y Bardet, reputados escaladores, cuentan con dos durísimas etapas en Alpes para tratar de sacar tiempo a un Froome que, por su parte, cuenta con la carta en la manga de la contrarreloj de 22,5 kilómetros que se disputará en vísperas del paseo triunfal por los Campos Elíseos. Ninguno de los que están arriba oculta sus ambiciones de entrar vestidos de amarillo en París.
Para Froome sería el cuarto triunfo en la ronda gala y a ello ha dedicado toda la temporada, como suele hacer. El británico, que llegó al Tour sin haber ganado una carrera, ni siquiera la Dauphiné, que en el pasado había sido su trampolín de preparación, sostiene que tiene fortaleza suficiente. Aunque ha dado algún signo de lo contrario, como el traspié que sufrió en la etapa de Peyragudes, en la primera cita con los Pirineos, y que le hizo perder el maillot amarillo durante dos días. Su renta se asienta básicamente en los segundos conseguidos en la contrarreloj inaugural de Düsseldorf, sin que en montaña haya logrado marcar diferencias, como solía hacer en el pasado.
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Pero Froome sabe que sus rivales tratarán de atacarle porque la contrarreloj de Marsella le otorga una ventaja virtual suplementaria. Aru, ganador de la Vuelta a España de 2015 y segundo del Giro de ese mismo año, redujo el tiempo perdido en Alemania en la etapa de La Planche des Belles Filles, donde se impuso, y en Peyragudes, aunque se dejó 24 segundos preciosos en Rodez. El italiano no tiene equipo, lastrado por las caídas, las lesiones y las bajas.
Privado de Michele Scarponi, fallecido en un atropello, el equipo vio como el estonio Tanel Kengert, que debía respaldarle en la montaña, se lesionaba en el pasado Giro de Italia y, desde que comenzó el Tour, el Astana no ha dejado de acumular desgracias.
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Sus dos mejores gregarios, el italiano Darío Cataldo y el danés Jakob Fuglsang abandonaron tras sufrir caídas y Aru asoma a menudo solo en el pelotón de los favoritos.
Bardet, segundo el año pasado, sí tiene equipo y la determinación para ganar. El italiano lo ha intentado siempre que ha podido y, desde que se dejó casi un minuto en Düsseldorf, no ha hecho más que remontar, para estar ahora a 23 segundos.
Por vez primera en muchos años Francia cree en sus opciones de ganar un Tour y Bardet muestra la serenidad necesaria para intentarlo. El colombiano Urán también sabe lo que es subir al podio de una gran vuelta, algo que ha hecho dos veces en el Giro y tiene la experiencia necesaria para hacerlo también en el Tour.