El valiente monseñor Óscar Romero defendió y dio su vida por el pueblo salvadoreño agobiado por la represión del gobierno y una cruenta guerra civil.
El beato mártir de El Salvador, Óscar Arnulfo Romero, tomó nuevamente las calles de la capital para reencarnarse en cada uno de los cientos de ciudadanos que, portando pancartas e imágenes alusivas a monseñor, conmemoran el 37 aniversario del asesinato del religioso pidiendo a gritos su canonización.
Los salvadoreños conmemoraron a su mártir desde tempranas horas del viernes, fecha en la que la memoria volvía a aquel 24 de marzo de 1980, cuando en la capilla de hospital para enfermos con cáncer La Divina Providencia, el entonces arzobispo Romero fue abatido a tiros por un francotirador del Ejército mientras ofrecía una homilía.
Romero, el defensor de los pobres, de los humildes, el que dejó para la historia del país una huella imborrable, está presente cada día de la vida de los fieles, pero este fin de semana se hace más evidente su presencia con actos religiosos, culturales y festivos, que durante tres días se ven en cada rincón de El Salvador.
Música, procesiones, peregrinaciones, vigilias, misas y todo tipo de eventos en su memoria atraen a fervientes admiradores y a quienes no lo fueron tanto, pero han aprendido a reconocer su legado, su huella de "hombre bueno", una descripción en la que todos coinciden al recordar al que para los salvadoreños es San Romero de América.
María Benítez, una mujer que lleva en el rostro las señales de la vida, las experiencias de un camino difícil, recordaba, con la voz entrecortada por la emoción, cuando conoció a Romero, por aquel entonces, sacerdote en San Miguel, quien animaba a la juventud "que siga adelante con su palabra, con sus ideas firmes".
"A Romero lo mataron, pero no ha muerto, porque el pueblo lo tiene vivo todavía y por eso decimos: ¡qué viva monseñor Romero!", gritaba María, mientras cientos de personas que se congregaron para salir en procesión, la seguían con "vivas" y lágrimas de emoción.
Entre el gentío, la secretaria de Inclusión Social de El Salvador, Vanda Pignato, dijo a Acan-efe que "el 24 de marzo no es una fecha para conmemorar, sino para reflexionar y comprometerse" y aseguró que ella se guía "por las enseñanzas de monseñor Romero; el no quería monumentos, sino obras sociales".
"Si monseñor Romero estuviera vivo hoy, estaría trabajando en favor de las mujeres de este país y de la sociedad en general", señaló la funcionaria Pignato.
Todos, sin exclusión, piden que el asesinato de Romero, beatificado el 23 de mayo de 2015 en un acto multitudinario en San Salvador, sea esclarecido y se dé así cumplimiento al mandato de la Comisión de la Verdad, que hizo esta petición en repetidas ocasiones, tanto para el beato, como para el resto de víctimas de la guerra civil (1980-1992).
También ruegan que se haga realidad el sueño de que Romero sea canonizado, para lo cual se han iniciado las gestiones en el Vaticano, tras un documento remitido por el Arzobispado de San Salvador, como prueba de una curación, obra de monseñor y que según los cánones de la Iglesia podría ser un milagro.
Para que alguien pueda optar a ser canonizado debe cumplir con una serie de requisitos indispensables, entre ellos, haber obrado el milagro, al menos en una ocasión, tal y como, según la comisión postulante para la canonización del beato, hizo Romero.
Niños acompañados de sus padres, jóvenes, fieles, creyentes e incluso aquellos que no lo son tanto, siguen recordando a Romero esta jornada, sabedores de que todavía quedan muchas horas por delante; tras la procesión, o "peregrinación de la luz", como popularmente es llamada, llega la vigilia nocturna en la plaza de la Catedral Metropolitana.