266 papas han fungido como símbolos de unidad en la Iglesia católica por siglos. Conozca como se instituyó la figura del papado y qué función tienen en el mundo.
El templo católico más grande del mundo, la basílica de San Pedro, es la sede ministerial de los papas. Situada en el Vaticano, un Estado soberano reconocido en el tratado de Letrán de 1929, esta basílica es la principal iglesia pontificia y en ella se celebran la mayoría de las ceremonias papales. Allí está representada toda la actividad papal, pero no fue allí donde todo inició para los 266 sucesores de Pedro que han existido en la tierra: los papas.
Israel fue el punto de partida de la Iglesia, así lo aclaró el padre Diego Alberto Uribe, experto vaticanista de la Universidad Pontificia Bolivariana. Según él, la figura papal es más fácil entenderla desde la configuración de los discípulos del Señor. “Desde que Jesús inició su misión escogió doce personas elementales para que lo acompañaran a difundir la palabra de Dios en las diferentes regiones”, y esa fue la misión confiada a Pedro por Jesucristo, él le dio las “llaves del Reino de los Cielos”, con el poder de “atar y desatar” (Mt. 16, 19), para “confirmar a los hermanos en la fe”.
Como un servicio a la unidad de la Iglesia en la fe y en la comunión, así el padre Diego Alberto definió la labor de los papas en la tierra, cuya actividad se centra en “enseñanza y gobierno”.
Al papa se le asocia la figura de un pescador. Acá no se puede dejar de recordar que Pedro fue el primer papa de la tierra, un sencillo pescador que vivía en Galilea. “Jesucristo atribuyó a Pedro un lugar especial en medio del grupo de doce discípulos, el de convertirse en el pescador de Galilea y por consiguiente el rol de cabeza de la Iglesia naciente”, describió Uribe.
Cuenta la Biblia que Jesús vio la necesidad de que su grupo de doce apóstoles se estabilizara para que después de su muerte y resurrección se configurara como una comunidad nueva que es la iglesia, y “para que esta estuviera acompañada seleccionó a la persona que él quería, el apóstol Pedro, quien no lo escogió por inteligencia, deslumbramiento o por ser buen organizador sino por ser un hombre sencillo, bueno y elemental, a quien se le confío desde el primer momento la tarea elemental de ser el líder”, narró el padre.
Como está consignado en Lumen Gentium, una de las cuatro constituciones promulgadas por el Concilio Vaticano II, que traduce del latín “Cristo es la luz de los pueblos”, el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, como de los obispos como de la multitud de los fieles. Por su parte, los obispos son, individualmente, el principio y fundamento visible de unidad en sus Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal, de la cual el el papa es líder, y a base de las cuales se constituye la Iglesia católica. Por eso, cada obispo representa a su Iglesia, y todos juntos con el papa representan a toda la Iglesia en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad.
Inicio del papado con Pedro
En medio de la misión de ser el pastor del pueblo y cabeza de la iglesia, Jesús le pidió a Pedro, tal y como lo indica Lucas 22, 32: “Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos”, es decir, que el apóstol debería suscitar un servicio a favor de la unidad de la iglesia en la fe y la comunión. Desde ahí la preocupación de Pedro fue la de visitar las diversas comunidades nacientes y sostenerlas en su respuesta a Dios desde los inicios de su ministerio apostólico.
“Deben, pues, todos los obispos promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común de toda la iglesia, instruir a los fieles en el amor de todo el Cuerpo Místico de Cristo, especialmente de los miembros pobres, de los que sufren y de los que son perseguidos por la justicia; promover, en fin, toda actividad que sea común a toda la iglesia, particularmente en orden a la dilatación de la fe y a la difusión de la luz de la verdad plena entre todos los hombres”, se indica en el Lumen Gentium.
La misión confiada por Jesús al apóstol Pedro fue dada para perpetuarse hasta el fin del mundo, tal y como se cita en Mateo 28, 20; por eso, los apóstoles han cuidado establecer sucesores en la sociedad jerárquicamente organizada para continuar y consolidar la obra comenzada desde la llegada de Jesús.
En consecuencia, el papa es el sucesor de San Pedro y el obispo de Roma, a quien le compete ser el principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad, tanto de los ministros ordenados y consagrados, como de los fieles en todo el mundo, según la explicación del padre Diego Alberto.
Una figura visible de la fe
A los papas les corresponde confirmar en la fe a todos los hermanos, es decir, a todos los cristianos católicos y pastorear a todo el pueblo de Dios disperso en el mundo.
Ante esto, en el Siglo III surgió en Occidente la designación de papa, en signo de respeto y afecto por los obispos, para posteriormente aparecer como referencia del obispo de Roma la inscripción del diácono Severo a San Calixto: “Jussu Papae sui Marcellini”, que significa: “por orden del papa Marcelino”.
De esta manera, se fue generando a finales del Siglo IV el título reservado al Obispo de Roma con la expresión “papa Urbis Romae”, lo que quiere decir “papa de la ciudad de Roma”.
“Estrictamente Pedro fue el gran impulsador de la misión de la Iglesia, él fue quien le abrió la puerta al papado, entonces se creó una misión muy bella que es la de integrar los servicios. Pablo predicaba pero Pedro confirmaba la fe, luego terminó su vida en Roma, donde fue crucificado”, dijo el padre Diego al entregar su concepto del significado de la palabra papa.
Realmente la palabra papa es un acróstico, es decir, las iniciales de cuatro palabras, la primera es Petri, de Pedro; la segunda Apostoli, de apóstol; la tercera Potestas, que es el poder y como última está Accipiens, lo que junto dice: “El que de Pedro apóstol recibió el poder”.
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“Por eso algunos papas cuando terminan sus documentos firman con dos “p” pequeñas, que significa por la “potestad de Pedro”, y a los documentos más importantes de los papas les ponen un sello con el pescador para que nunca se le olvide a ninguno que el primer papa fue pescador y que todos en definitiva serán pescadores”, indicó el padre Uribe.
Misión del papa en el mundo
En Lucas 22, 32, Jesús anunció a Pedro la negación en la que caería, le manifestó su oración por él y lo reafirmó en su misión. “Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”, se cita en el texto bíblico.
Asimismo, en la Pascua, Jesús se apareció a orillas del lago de Tiberíades e invitó a Pedro por tres veces a declarar su amor con él: “Simón de Juan, ¿me amas más que a estos?” y tras las repuestas afirmativas de Pedro le confió su rebaño: “apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas” (Juan 21, 15).
Ante esto, son tres ideas o principios los que rigen la misión del papa en el mundo:
La primera es confirmar la fe que, según el evangelio, está constatado en la confesión de Pedro que le dio el fundamento de la fe en Jesús, el hijo de Dios vivo, en virtud de una gracia donada de lo alto.
La segunda parte de la confirmación en el amor, por lo que el obispo de Roma está llamado a vivir y a confirmar en el amor a Jesús y a todos sin distinción, límites o barreras. Su misión es confirmar el amor que la humanidad vive y mostrar que a pesar del pecado es posible decirle a Jesús “tú sabes que te amo, señor”.
Y la última idea es confirmar en la unidad, dado que el sucesor de Pedro es “principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de la fe y de la comunión”, por lo que la variedad en la Iglesia se funde siempre en la armonía de la unidad el papa debe promoverla para que todos estén unidos en las diferencias.
“Recoger la fe, organizar la Iglesia, proponer unos puntos de referencia para la comunidad y unificar el idioma para celebrar son de las funciones que cumple un papa en el mundo”, comentó el padre Diego, quien añadió que el papa tiene dos maneras de funcionar ya que en la iglesia debe ser maestro, pastor y pontífice, mientras que en el mundo, por su carácter religioso y unificado, tiene una autoridad en humanidad, es una persona que tiene una posición respetable y valiosa porque nadie conoce tanto a las personas como la experiencia de la fe. “Donde está el papa está la Iglesia y donde está la Iglesia está Cristo”, finalizó el padre Diego Alberto Uribe.
Los tres mandatos de Jesús a Pedro
A propósito de la centralidad de Pedro en medio de los demás discípulos, Jesús delegó unas tareas específicas al apóstol en bien de la edificación de la Iglesia.
“Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edifico de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la iglesia de Cristo y no de Pedro”, comentó en su pontificado el papa Benedicto XVI quien quiso recordar que es Cristo la piedra angular sobre la que se edifica la iglesia y desde la cual crece la fe y el amor por la misma, siendo los papas solo el camino.
La misión del papa, de acuerdo con los mandatos de Jesús, es ser garante de las enseñanzas de Dios para que con ellas se abran las puertas de los cielos a la humanidad, el objetivo es hacer valer sin negociaciones las enseñanzas que Jesús impartió en el mundo, buscando los caminos para que la voluntad de Dios sea conocida y vivida en la existencia de los creyentes.
Constitución jerárquica de la Iglesia
El papa: Elegido por los cardenales electores durante el cónclave, el papa representa a Cristo en la Tierra, por eso se le denomina el Vicario de Cristo. En el Santo Padre permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los apóstoles. Además es la cabeza del colegio de obispos, que le prestan su cooperación de distintas maneras, al igual que los cardenales.
Los cardenales: Son creados por el papa. Los que tienen menos de 80 años de edad pueden votar al nuevo pontífice en caso de que se celebre el Cónclave. Asisten al Santo Padre tanto colegialmente, cuando son convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos oficios que desempeñan, ayudando al pontífice sobre todo en su gobierno cotidiano de la Iglesia universal. Para poder ser nombrado cardenal basta con ser sacerdote, aunque el candidato deberá recibir la ordenación episcopal antes de recibir el anillo y la birreta de manos del Santo Padre.
Los obispos: Ejercen una triple misión: enseñar, santificar y gobernar una porción de la iglesia con un criterio propio, como cada uno de los sucesores de los apóstoles. Ningún obispo, aunque haya sido nombrado cardenal, tiene autoridad sobre otro, sino que cada uno depende directamente del papa.
En sus respectivas diócesis, son responsables de atender a sus presbíteros; cuidar de que cumplan debidamente las obligaciones propias de su estado, y de que dispongan de aquellos medios e instituciones que necesitan para el incremento de su vida espiritual e intelectual.
Los párrocos: Son los pastores propios de las parroquias que se les confían, y ejercen el cuidado pastoral de la comunidad que les está encomendada bajo la autoridad del obispo diocesano. Entre sus tareas está la de conocer a los fieles que se les encomiendan. Para ello, visita las familias, a los enfermos, especialmente a los moribundos, fortaleciéndoles con la administración de los sacramentos. También están pendientes de los pobres y de aquellos que sufren especiales dificultades.
Los fieles laicos: Son los encargados de descubrir o de idear los medios para impregnar de vida cristianas las realidades sociales, políticas y económicas. Están llamados a ser testigos de Cristo en todas las cosas, también en el interior de la sociedad.