La última semana ha sido una abdicación moral y una vergonzosa renuncia a los principios que han hecho grande a los Estados Unidos.
Luego de los bochornosos incidentes en la ciudad de Charlottsville en el estado de Virginia, donde resultó muerta una mujer que participaba de una protesta en contra de las manifestaciones de un grupo de supremacistas blancos, lo que más preocupa es el renacimiento del Ku Klux Klan, de los neonazis y demás vertientes extremas de odio y discriminación. Según el Centro legal del Sur contra la pobreza (Southern Poverty Law Center) una entidad sin fines de lucro que se encarga de monitorear a esas organizaciones, hoy día operan en los Estados Unidos 917 agrupaciones dedicadas a atacar y discriminar a determinados sectores minoritarios de la población: hispanos, judíos, musulmanes, Lgtb y afrodescendientes.
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No es coincidencia que el crecimiento de estas agrupaciones se dé con la llegada de Trump a la Presidencia, resultado de su largo historial racista. Basta recordar como Trump se negó a aceptar que Obama naciera en el estado de Hawái. El mismo que atacó a un juez federal que investigaba las acusaciones de fraude cometidas en la Universidad Trump por ser de origen hispano. El mismo que en compañía de su padre fue investigado y sancionado por el Departamento de Justicia en la década de los setenta por discriminar en contra de posibles arrendatarios negros en un complejo habitacional de Nueva York. Lo último fue haber nombrado al nacionalista blanco Steve Bannon como principal estratega de la Casa Blanca y quien resultó despedido a finales de semana.
El Ku Klux Klan y los Confederados han tomado un nuevo aire y peligrosamente avanzan en su plataforma nacionalista con el auspicio de Donald Trump. El presidente de los Estados Unidos puso en igualdad de condiciones a los neonazis con quienes se oponen a ellos: “En ambos lados hay gente buena y no todos son violentos”’. No puede haber equivalencia moral para los racistas, supremacistas que se consideran superiores con quienes se manifiestan en contra y son motivo de discriminación y odio racial. Imposible desconocer la historia de lo que significó el Holocausto para millones de judíos.
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Y a todas estas ¿donde están los miembros de su partido, su hija Ivanka convertida al judaísmo, su influyente esposo Jared Kushner, el asesor económico Gary Cohn y su Director del Tesoro el también judío Steve Mnuchin? La respuesta del gran capital no se hizo esperar con la renuncia de los más prominentes miembros del Consejo de Manufactura, de Comercio Exterior que obligó a Trump a disolverlos.
Aunque en principio sólo algunos legisladores condenaron al presidente por sus declaraciones y unos pocos cuestionaron su estabilidad emocional, una gran mayoría ha permanecido muda pues teme represalias futuras. Sorprendentemente, un 67 por ciento de los electores republicanos muestran su apoyo decidido a Trump no importa las acciones que han creado un escándalo de incalculables consecuencias en la comunidad internacional y los aliados.
La última semana ha sido una abdicación moral y una vergonzosa renuncia a los principios que han hecho grande a los Estados Unidos. Cada vez más gente cercana al presidente salta del barco que no da muestras de zozobrar. Hasta donde es capaz de llegar el inquilino de la Casa Blanca es algo que nadie lo sabe. Lo cierto es que para la inmensa mayoría la capacidad de asombro no termina en la era Trump.
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