Creer o no creer, es parte del juego de la vida y de las opciones del uso (“abuso”) del libre albedrío
En el artículo anterior, Latinoamérica zona corrupta, con base en los datos históricos del seguimiento que hace Transparencia Internacional, evidencié como la percepción de la corrupción ha ido in crescendo en casi todos los países del continente, y porque no del mundo; pero, a gracia de discusión, y corriendo el riesgo que mis amables lectores me tilden de retrogrado, arcaico y casi emparentado con el “Padre Marianito”, me atrevo a decir que la situación se agravó en el momento en que la sociedad, en aras de la libertad, empezó cada vez más a colgar el crucifijo Divino detrás de la puerta y de espaldas, además, desterrando de los centros de educación oficiales las manifestaciones de enseñanza que profesen algún “amago” de oler a la cristiandad, bajo, el precepto constitucional de la libertad de cultos.
Ese destierro de la ideología cristiana y su cambio por una supuesta convicción acerca de lo benevolente que pudiese ser la clase de competencias ciudadanas, o ética, para contribuir a la construcción de un país más pulcro, falló. Es como sí, de manera figurativa, los zurradores con su estira hubiesen borrado la moral cristiana, dejándola en estado calamitoso.
Hasta cuando se decidió sacar la formación cristiana de las aulas, en los educandos y adultos, en su gran mayoría, había una convicción de la diferencia entre el bien hacer y el mal hacer, precedidos de una moral cristiana, valga decir, estricta y con un temor a Dios, muchas veces mal interpretado, como sí su Misión, fuese la del látigo ante las faltas cometidas y su reiteración fuera el abono para ir a las brasas de Satán; pero, ese temor a Dios era el freno interior de muchos, o como en las caricaturas, la conciencia buena y la conciencia mala hablando cada una de ellas por cada oído, para ver quién podía llevarse la voluntad para su lado, fuese el bueno o el malo, y así de manera caricaturesca, el ilustrador mandaba un mensaje sobre el uso del don de la libertad.
La semana venidera es uno de los acontecimientos con mayor simbolismo para los creyentes en Jesucristo. Su pasión, muerte y resurrección, nos deben invitar a reflexionar sobre como la humanidad está construyendo a pasos agigantados su destrucción.
Creer o no creer, es parte del juego de la vida y de las opciones del uso (“abuso”) del libre albedrío, pero, es perentorio, enderezar el camino, y qué en la Semana Mayor, se nos haga el milagro, para que el país regrese por los caminos de la sensatez y cordura.