Bolsonaro parece más extremista que el mismo Trump y la mayoría de líderes populistas que han surgido en Europa y Asia, convirtiéndose en una amenaza para la democracia.
El populismo como fenómeno global sigue sumando fuerzas. Brasil es el último de los experimentos en donde llega una figura de extrema derecha a la Presidencia. Ya habíamos visto como en otras latitudes personajes autoritarios han logrado acceder al poder: Rodrigo Duterte en Filipinas, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. En Europa el nacionalismo de derecha es más pronunciado con Mateo Salvini en Italia. El partido Alternativa por Alemania de tendencia nazista, en Suecia por primera vez los demócratas antiinmigrantes suecos logran un 18 por ciento del voto. Viktor Orban en Hungría se presenta como el defensor de Europa contra la llegada de musulmanes a quienes llama invasores y carentes de un sentido de la nacionalidad. La palabreja ‘’invasores’’ sigue su marcha.
Bolsonaro parece más extremista que el mismo Trump y la mayoría de líderes populistas que han surgido en Europa y Asia, convirtiéndose en una amenaza para la democracia. Como un exmilitar nostálgico de la dictadura, muestra lo peor del ser humano patrocinando la violencia de estado contra los criminales, la oposición y los afros.
Resulta comprensible que el pueblo brasileño muestre su hartazgo con la corrupción y la grave crisis económica por la que el país atraviesa en la que el Partido de los Trabajadores tiene gran culpa. Los escándalos desatados por la multinacional Oderbrecht que tienen en la cárcel al expresidente Lula y varios miembros de su partido y congreso explican que el pueblo desesperadamente acuda a una opción tan radical.
Por otro lado, preocupa que el auge de denominaciones cristianas haya motivado a muchos a ver en Jair Bolsonaro un nuevo “mesías”, casualmente su segundo nombre de pila. De haber sido criado como católico, recientemente se convirtió al credo evangélico que electoralmente le resulta muy rentable. Con la elección del domingo el nuevo presidente y sus 91 parlamentarios controlan el congreso brasileño donde las minorías de género están en peligro.
La forma como la agenda extrema de Bolsonaro puede ser contrarrestada es mediante la unión de las otras fuerzas representadas en el congreso, es decir, centro izquierda, la derecha democrática el mismo Partido de los Trabajadores. El exmilitar no sólo pudo triunfar con un discurso duro y retrógrado, sino que usando una estrategia de mentiras convertidas a verdades y muy hábilmente accediendo a las redes sociales para convencer a los brasileños de que él representaba el cambio y la renovación. Sorprende la similitud con Trump durante las elecciones de 2016 de Estados Unidos.
Brasil ocupa la quinta posición en número de habitantes y su economía es la más grande en América Latina, por lo que un giro autoritario podría traer consecuencias imprevisibles para la región y la estabilidad en ese país. Durante su discurso de victoria, Bolsonaro hizo un llamado democrático a la unidad nacional insistiendo en el respeto a la ‘’ Constitución, la democracia y la libertad’’. Si ello va ocurrir dependerá de si sus compatriotas salen a defender sus bien luchados derechos civiles y si logran el apoyo de las naciones vecinas.
Por lo pronto, los nombramientos de militares y del juez que condenó a Lula Da Silva como nuevo ministro de Justicia no auguran un futuro democrático positivo. Los ciudadanos del mundo ya han visto los daños que Trump y otros pueden hacer a sus propios países.