La ola de violencia en Irak, lejos de aplacarse tras diez años de la muerte del expresidente iraquí Sadam Husein, se incrementó en los últimos años con la presencia del Estado Islámico. Las cicatrices de la represión tras sus dos décadas en el poder permanecen en la población.
Diez años después de la ejecución del expresidente iraquí Sadam Husein, Irak sigue dividido y sumido en el caos, con la irrupción del Estado Islámico (Ei) y la operación para expulsar del país a este grupo terrorista.
Sadam fue ejecutado en la horca al amanecer del 30 de diciembre de 2006 en Bagdad, tras ser declarado culpable por un tribunal iraquí de la muerte y tortura de 148 opositores chiíes en 1982, pero también era juzgado por el “genocidio” del pueblo kurdo y otros “crímenes contra la humanidad” y “crímenes de guerra”.
Las dos décadas en que el gobernante suní estuvo al frente del país estuvieron marcadas por una fuerte represión y tres guerras, que dejaron unas cicatrices que aún se mantienen abiertas en la sociedad iraquí y que también han pasado factura a la propia familia del dictador.
Abu Taha al Tikriti, de 61 años, un familiar de Sadam, dijo que la familia del exmandatario se ha visto afectada por el derrocamiento de su régimen y aseguró que muchos iraquíes les persiguen.
“Ahora estamos pagando el precio de los errores de Sadam y de su partido Al Baaz”, comentó.
La situación del clan del que formaba parte el expresidente, que se llama Albu Naser, se complicó a partir del momento en que los yihadistas tomaron la provincia de Saladino, cuya capital es Tikrit y donde se encuentra el pueblo Al Auya, donde nació Sadam en 1937.
Su peor momento, sin embargo, llegó cuando las milicias chiíes de la Multitud Popular llevaron a cabo la operación para recuperar la región de manos del Ei, lo que obligó a muchos de los miembros de este clan, que se concentraban en Al Auya, a desplazarse.
“Muchas de nuestras casas fueron destruidas, robadas y quemadas con la llegada de las milicias chiíes. Los habitantes de Al Auya tienen ahora prohibido volver tras la concentración de la multitud en la zona porque muchos de ellos han sido acusados de cooperar con los armados (yihadistas) del Dáesh (acrónimo árabe del Ei)”, relató Al Tikriti.
La inestabilidad política en el país y el caos que provocó la aparición del Ei, que conquistó amplios territorios en el norte del país en 2014, también ha alimentado el sentimiento de añoranza por el Gobierno de Sadam en parte de la población.
“La situación tan difícil en Irak estos días y la mala administración de los gobiernos desde 2013 han provocado que el pueblo eche de menos la época de Sadam y la consideren como días de riqueza”, comentó Nayi Ibrahim, exmiembro del partido disuelto Al Baaz, que lideraba Husein.
La nostalgia por la época del dictador, según Nayi, “no es porque Sadam fuera un ángel, sino porque los que gobernaron después de su época causaron caos, deterioro de la seguridad, pobreza, desempleo y aumento del sectarismo”.
En las calles, el recuerdo de Sadam Husein genera rechazo, pero muchos, debido a la convulsa situación del país, atenúan el recuerdo de la represión que puso en marcha entre 1979 y 2003.