Esa nueva “especie” está por nacer, se han dado muestras y ejemplo vivos, pero debe ser algo más que destello individual o golondrinas de verano.
Indudablemente, sea para los proyectos socialistas o para el desarrollo del liberalismo, no hay otro escollo que un egoísmo descomunal y sin fondo que hace parte de la naturaleza humana; por ello el camino para canalizar y transformar el egoísmo es una genuina revolución.
Los intelectuales, los científicos sociales los líderes, las organizaciones y los pueblos se ven enfrentados a la destrucción profunda que genera el egoísmo. Es la naturaleza humana, con sus sustratos genéticos producto de la evolución humana, la que proporciona los elementos más indeseables para la convivencia. Por ello mismo es tarea de todos tratar de inteligir, comprender y explicar de la mejor manera cómo es que la naturaleza de la especie puede ser modificada, reconducida para que podamos ver un día el control de sus formas más destructivas: altanería violenta, soberbia ciega, acumulación despiadada, desconfianza irracional, avaricia desmedida, despilfarro demencial etc.
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Con muchos de los grandes sabios de la humanidad coincido en la necesidad de un HOMBRE NUEVO que deberá tener un mayor control sobre los anteriores factores y así se puede decir que este es el verdadero y más revolucionario proyecto que podamos concebir y desarrollar. Esa nueva “especie” está por nacer, se han dado muestras y ejemplo vivos, pero debe ser algo más que destello individual o golondrinas de verano; se trataría de un proyecto de humanidad y renovación de nuestra relación con los demás y con el mismo planeta que se nos presenta como entorno concreto, espacio vital del día a día. Son necesarios para ese sueño de un ser humano nuevo el fortalecimiento de cualidades que también están en nuestra propia naturaleza humana bajo la forma de altruismo como actitud de vida, generosidad con el tiempo, los recursos, genuina ponderación de los factores de todo proceso, actitud abierta, deseo de saber, genuina humildad, capacidad de trabajar en equipo o contribuir a ello, deposición del orgullo, solidaridad real y permanente, austeridad sabia. Muchos de esos valores o potencias del ser son muy fuertes y se expresan eventualmente como respeto por el otro, sensibilidad al ofendido y el excluido.
Entre intelectuales, científicos y líderes el egoísmo se expresa muchas veces como sectarismo, dogmatismo y desprecio por los argumentos de los otros y eso lleva al autoritarismo y en el líder a las traiciones de los suyos, abandono irracional de los principios acordados, o desprecio de los consejos de sus iguales: En el líder estas alteraciones del ego se convierten en formas de la megalomanía y sed de privilegios. Es lamentable pero en el líder las distorsiones del egoísmo se multiplican por su propio poder y se vuelven palacios imperiales, proyectos descomunales, traición a las formas de la serenidad y la ecuanimidad, actitud arrogante que no acepta críticas y no considera correcciones parciales o de fondo a su conducta. La peor distorsión del egoísmo en el líder es su convicción ciega de que él es la comunidad, sus electores, una nación, un pueblo o un destino que solo traza él mismo en su mente calenturienta.
El centro de la transformación radica en la humildad pues el orgullo y la soberbia han echado por el suelo muchas cosas buenas, proyectos justos, hermosas vidas. Y la humildad es recato, sobriedad, abandono de teorías apocalípticas que impiden ver que los enemigos de la humanidad y la paz son derrotables y que hay un futuro y una construcción que nos corresponde en el siglo XXI, intentar construir el ser humano nuevo.