El cinéfilo Jorge Hernán Echeverri comparte con nuestros lectores su reseña de la película Dunkirk del director Christopher Nolan.
Dicen que los matrimonios en el cine funcionan, algo que vemos mucho desde hace tiempo. Solamente pongo un ejemplo, es el caso de Steven Spielberg con su compositor de cabecera John Williams, quienes han trabajado más de 30 años juntos con grandes aciertos. Y sólo me remito a este ejemplo, porque hoy, uno de los directores más interesantes del momento, Christopher Nolan, viene trabajando con el músico Hans Zimmer en varias películas desde el año 2005 (la trilogía de Dark Knight, Inception, Interstellar y Dunkirk).
Y quiero resaltar esto, porque Nolan, de manera muy inteligente a lo largo del filme, utiliza al compositor alemán para dar el realce que quiere en cada toma, cada diálogo y sobretodo cada intencionalidad que busca en esta cinta que relata la historia de la Segunda Guerra Mundial en que Alemania estaba ganando la guerra en Europa y las tropas británicas y francesas –cerca de 400.000 soldados– se encontraban en la costa francesa de Dunkirk.
La cinta tiene tantos elementos que enriquecen la trama, que la hacen una obra digna de resaltar de este director inglés que cada día tiene más adeptos en todo el mundo. Uno de ellos, es la música, como lo reseñé en el párrafo anterior; otro es el trabajo realizado por el director de fotografía Hoyte Van Hoytema, con quien ya había trabajado en Interstellar, quien explora con sutileza los escenarios a gran escala y que nos enfrenta con esos planos cerrados o close –up casi claustrofóbicos de los protagonistas en los momentos de tensión.
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Otro de los elementos claves que utiliza muy bien Nolan, es el tiempo, y la utilización del mismo a medida que se va desarrollando la trama, sobretodo porque los segundos son cruciales y definitivos para el desenlace que va creciendo en suspenso a medida que van pasando los minutos y las historias de todos los personajes se van uniendo para mostrar el valor y el esfuerzo que hicieron para sobrevivir a esa terrible época que marcó a millones de personas.
La película goza de pocos diálogos, que no son necesarios, porque la imagen, el sonido y la música son esenciales y se mezclan de una manera única. Nolan acá pensó en ese cine de antes, cuando lo hablado no era tan importante y se priorizaban otras técnicas, como la intencionalidad y la fotografía para reflejar, los temores, las angustias de todos esos soldados en la playa esperando a que los recojan o los pequeños barcos deportivos que van a su rescate o los aviones que buscan evitar que el enemigo los destroce.
Dunkirk es una gran película, en donde nunca vemos los rostros del enemigo, pero sí que están latente a lo largo de los 107 minutos que dura el filme. Nolan nunca pierde su estilo y fija con maestría un vocabulario visual en torno al uso y percepción del tiempo utilizando con maestría la tecnología Imax en todo su esplendor, que nos sigue dando indicios que hoy es uno de los mejores en su género.