Dime qué lees…

Autor: Iván de J. Guzmán López
2 junio de 2018 - 12:07 AM

“Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos”: García Lorca

El próximo 5 de junio de 2018, es el cumpleaños de Federico del Sagrado Corazón de Jesús García Lorca, conocido en el mundo entero, simplemente, como Federico García Lorca. Son 120 años desde que Fuente Vaqueros, la vega más hermosa de Granada (a decir del mismo García Lorca), en España, vio nacer al poeta. Pero no pretendo recordar aquí mucha de su bella obra, que no es poca cosa en calidad y extensión: por algo es el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX; y como dramaturgo, se le considera una de las cimas del teatro español del siglo XX, al lado de Valle-Inclán y Buero Vallejo. No. Lo quiero recordar por un texto breve, un opúsculo de apenas 30 páginas, pero de una brillantez sobria, cuyo título es: Dime que lees y te diré quién eres. 

Lea también:  García Lorca, el gran cantor de Granada
Para una tierra como Colombia (cuyo índice de lectura /promedio / año/ persona, no sobrepasa los 1.5 libros), este es un texto revelador, que debería ser materia de estudio, y degustado en el hogar, las escuelas, colegios y universidades. En el primer párrafo del citado escrito, dice así, García Lorca: “Antes de nada yo debo deciros que no hablo sino que leo, y no hablo, porque lo mismo le pasaba a Galdós y, en general, a todos los poetas y escritores nos pasa, estamos acostumbrados a decir las cosas pronto y de una manera exacta, y parece que la oratoria es un género en el cual las ideas se diluyen tanto que sólo queda una música agradable, pero lo demás se lo lleva el viento”. Y continúa, nuestro bardo: “Siempre todas mis conferencias son leídas, lo cual indica mucho más trabajo que hablar, pero al fin y al cabo la expresión es mucho más duradera porque queda escrita y mucho más firme puesto que puede servir la enseñanza a las gentes que no oyen o no están presentes aquí”. Nótese que el texto arranca muy a gusto con lo expresado por García Márquez, muchos años después, cuando dice Gabo: “lo que quiero contar, lo hago escrito, solito en mi cuarto, y con mucho trabajo. Es un trabajo angustioso pero sensacional. Vencer el problema de la escritura es tan emocionante y alegra tanto que vale la pena todo el trabajo; es como un parto”.
En la página 8, hablando de la necesidad del libro y la lectura, dice García Lorca: “Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento, de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada. No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social”.  
Y luego de un rápido y cuidadoso recorrido por la vida del libro y las civilizaciones (como lo haría después Alberto Manguel, en un libro erudito y delicioso, de nombre Una historia de la lectura), dice: Y ¡lectores!, ¡muchos lectores! Yo sé que todos no tienen igual inteligencias, como no tiene la misma cara; que hay inteligencias magníficas y que hay inteligencias pobrísimas, como hay caras feas y caras bellas, pero cada uno sacará del libro lo que pueda, que siempre le será provechoso y, para algunos, absolutamente salvador”. 
Su discurso (que, de no haber sido escrito, se lo hubiese llevado el viento de la hermosa vega de Granada; y yo no lo estaría hoy, a punto de su cumpleaños 120, recomendando), culmina así: “Que esta biblioteca sirva de paz, inquietud espiritual y alegría en este precioso pueblo donde tengo la honra de haber nacido, y no olvidéis este precioso refrán que escribió un crítico francés del siglo XIX: Dime qué lees y te diré quién eres. He dicho. Septiembre de 1931.”

Lo invitamos a leer: La otra pobreza

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