Sobre la Congregación Mariana, poner de presente cómo evoluciona la manera de ayudar cuando se mantiene el espíritu.
A propósito de los cien años del milagro de Fátima, que se conmemora este sábado, Yonatan Rodríguez publicó un buen material en la edición dominical de EL MUNDO. Además del contexto de la celebración da cuenta de la devoción mariana en el Valle de Aburrá, en donde encontró 105 lugares de veneración a la Virgen. Templos, santuarios, pinturas y lugares de culto a la única figura a la que no le ha perdido el respeto la gente de por aquí, según el artista Humberto Pérez, curador de las vírgenes del Metro: “La única figura que verdaderamente tenía autoridad era la Virgen, que hasta los más pillos veneraban, entonces las pusimos para evitar que la delincuencia atacara las estaciones”.
Además de las advocaciones y las peregrinaciones a los santuarios marianos, este valle que habitamos ha sido el escenario por ocho décadas de una manera activa de vivir la devoción a la Virgen: las obras de la Congregación Mariana que fue creada por un grupo de alumnos y exalumnos del colegio San Ignacio, el 9 de mayo de 1937. La celebración de los 80 años coincidió con el primer aniversario en la dirección del padre José Roberto Arango. Buena excusa para evaluar lo que ha hecho la institución en favor de los más necesitados y en cumplimiento de la misión que se propusieron los fundadores. El padre Arango, recordemos, llegó a esa responsabilidad porque el jesuita Mario Franco tuvo que asumir la rectoría del colegio San Ignacio, ante la triste y temprana partida del padre Horacio Arango, cuya sonrisa aparece cada vez que lo recordamos; y ocurre con frecuencia porque sigue haciendo falta en una sociedad que aún no entiende que vivir la fe es amar a los otros y obrar en consecuencia, sin discriminación ni extremismos.
Habrá muchas oportunidades en el año para revisar la historia y valorar las motivaciones de la Congregación y cada una de sus obras. Por eso, más que hacer un inventario quisiera poner de presente cómo evoluciona la manera de ayudar cuando se mantiene el espíritu. Las sopas y mercados de antaño, la visita a los presos o la construcción de la Casa para el Pobre, fueron respuesta a la necesidad del momento y a la lectura del entorno que obligaba la época. Pero también fueron los cimientos de las obras que se fueron adecuando con el tiempo y no en pocas oportunidades marcando el derrotero, como lo ha hecho la clínica que hoy se llama Cardio VID y que, con el nombre de Cardiovascular Santa María, fue pionera en los trasplantes de corazón y de pulmón en el país. O los laboratorios que siguen prestando un servicio a los más necesitados, al tiempo que son reguladores del mercado.
El mismo espíritu con el que comenzó el Centro Médico de la Congregación en la Casa para el Pobre, lo trasladó luego a Caracas con la Oriental y hoy habita en la flamante Clínica Diagnóstica Especializada que es vecina de la llamada “Casa –sede”. Como en todas las obras, ese hálito especial se materializa cada día en el rostro de quienes trabajan en la Congregación. Con seguridad, habrá diferencias y humanos defectos entre ellos, pero a los beneficiarios de su labor les guardan el respeto debido y lo acompañan de cálida sonrisa que no se parece a la socarrona de algunos en otras entidades más empeñadas en conseguir dividendos que en el servicio.
Así ocurre en el Centro de Familia, en el Centro Jurídico, en el Colegio VID, antes Santa María de la Paz, que acoge a los estudiantes de estratos 1 y 2 para ofrecerles educación de calidad; y por supuesto en Televid, el canal de televisión que lleva todos los días un mensaje de fe y de confianza en el futuro a sus televidentes. Un medio que hace 17 años marcó el sendero para la construcción de mensajes coherentes con su propósito, sin dejarse tentar por las sirenas del raiting o del mercado. Un lugar cálido, ameno, cercano, lleno de amigos, que diariamente acompaña con espacios como Enhorabuena, cuyo nombre nos apropiamos hoy para felicitar a la sociedad por los 80 años de la Congregación Mariana.