Desapego para liberarse

Autor: Omaira Martínez Cardona
26 abril de 2017 - 12:07 AM

Lo conocido genera apego, comodidad y estancamiento, afianza los temores y limita las posibilidades de liberarse.

Vivir el aquí, el ahora, cada instante como si fuera el último y andar ligero de equipaje, son principios legados por otras culturas como el budismo, que más que una religión es una filosofía de vida que propone algunas ideas y opciones para alcanzar la tranquilidad espiritual, el bienestar y la felicidad, lo que en esencia es la misión existencial de habitar en este mundo sin distinción de ideología, religión o cultura.

Lograr ese nivel de goce y disfrute de la vida a pesar de las dificultades no es un camino sencillo y despejado, mucho menos cuando hay que andarlo en rutas inciertas y con gran cantidad de obstáculos como los actuales. Para llegar a la meta de cada persona, se propone primero alcanzar un nivel de liberación de todas los miedos y cargas pesadas que esclavizan a las sociedades.

Soltar, liberar, para dejar que las capacidades de cada persona fluyan es lo que se busca con el desapego, un estado emocional que posibilita la autonomía y la libertad para pensar, expresarse y actuar.

El escepticismo y el temor frente a la propuesta del desapego bien entendido, sin fanatismos, es una de las principales dificultades en culturas y ciudadanías como la nuestra, esclavizadas a un consumismo desmedido con el que no se alcanza el verdadero placer o disfrute de las posesiones sino que se convierten en la fachada para ser visibilizados y protegerse de los riesgos de vivir en sociedad.

La costumbre de creer que en las posesiones radica la seguridad, que la ausencia es olvido o que la distancia desvanece los afectos, limita la libertad y las capacidades para progresar y avanzar, por eso es que durante toda la vida, muchos en su afán desmedido por poseer, nunca alcanzan la tan anhelada tranquilidad.

Desapegarse es entender que si bien la supervivencia de cada uno depende inevitablemente de los otros, la verdadera existencia depende única y exclusivamente de cada quien y no está representada en la inevitable ausencia de alguien, las posesiones materiales o en la certidumbre y rutina que genera lo conocido.

El desapego no es carencia total de posesiones materiales, ni falta de sensibilidad, aprecio o afecto, es un estado que permite asumir con tranquilidad y fortaleza las situaciones del diario vivir y para las cuales nunca existirá un baúl o cuarto con la suficiente capacidad para guardarlas como recuerdo. Más que chécheres que evocan momentos vividos, que acumulan polvo en los rincones del olvido y terminan también por empolvar la mente y aquietar el espíritu, lo que hay que procurar es aprovechar las lecciones aprendidas de cada experiencia vivida y los tropiezos superados.

Evocar es recordar y los recuerdos se conservan mejor en el corazón y la mente cuando con sólo un pensamiento se reviven las sensaciones de experiencias pasadas.

Lo conocido genera apego, comodidad y estancamiento, afianza los temores y limita las posibilidades de liberarse. Abrazar el desapego no es convertirse en hojas que sólo se mueven con el fluir del viento, al contrario, las metas se afianzan y las posibilidades para alcanzarlas son infinitas, llevando como único equipaje las emociones que son posesiones inmateriales que no pesan y hacen el camino más placentero, lleno de atajos y posibilidades para nuevas experiencias.

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