Democraticemos la cultura organizacional

Autor: Sergio Alzate
15 agosto de 2017 - 12:08 AM

La alternativa es mejorar las capacidades de acceder a servicios financieros para superar las barreras bancarias dadas por las asimetrías de información

Es innegable que en la pobreza no hay ejercicio de libertades, por esto es inconcebible una democracia sin igualdad de oportunidades, sería un bloque de hierro vacío en su esencia que no podrá resistir ningún desafío.

La cultura organizacional forja el tejido social cuando sus dimensiones de acceso, uso, calidad y bienestar se desarrollan, cuando hay formalización, financiación y democratización del crédito a toda unidad económica en actividades industriales, comerciales o de servicios de los más vulnerables.

Obama estima que “La vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad son derechos, es la insistencia en que estos derechos, aunque sean evidentes no se ejecutan solos, nosotros, el pueblo a través de los instrumentos de la democracia consolidamos una unión más perfecta”.

Las sociedades avanzan cuando desarrollan la inteligencia financiera comunitaria, la cooperación, la economía colaborativa, la autogestión, la co-creación, cuando tienen vocación de futuro, cuando toda la ciudad recibe la transferencia de técnicas, procesos, tecnologías y conocimientos en productividad y competitividad y son aplicadas a la autogeneración de empleo.

Lo responsable es encauzar esfuerzos en pro de facilitar el acceso a recursos para iniciativas privadas, con estrategias especializadas en el apoyo al ahorro, financiación de actividades productivas, de capital de trabajo y activos fijos de proyectos nuevos o existentes, cubrimiento de riesgos, acompañamiento al microempresario, inversión y garantías.

Lea también: Responsabilidad social en el posacuerdo

En tiempos de recesión, pobreza, desempleo y desesperanza como los que padecemos, la alternativa es mejorar las capacidades de acceder a servicios financieros para superar las barreras bancarias dadas por las asimetrías de información, distancias físicas y sus costos, con un impacto positivo sobre las condiciones de vida de los consumidores, la actividad empresarial y el bienestar general.

El error de los programas de oportunidades son cuatro, en primer lugar trasladan al crédito los costos institucionales, operacionales, de trámite de los programas. Los encarece sin que el usuario pueda aspirar a tener un capital, rentabilidad, autonomía financiera, quedan supeditados a vivir de préstamos insostenibles.

También obligan al usuario a incurrir en gastos adicionales como seguros de vida, cuotas para fondo solidario de protección de cartera, medidas de reservas, tener un fiador entre otros.

Además, niegan una solicitud por tener otros empréstitos o por reportes de data crédito pese a estar paz y salvo de sus obligaciones.

Por último, los periodos de gracia no están condicionados a que el proyecto consiga ciertos niveles de generación de empleo para garantizar con ello no solo su sostenibilidad, sino más empleos.

Hay que gobernar con criterios coincidentes con el propósito de generar equidad, creación de capital, que mejoren la rentabilidad de los proyectos; redistribuir los ingresos; fortalecer el emprendimiento social, empresarial, innovador y gubernamental; estimular la creación de fuentes de ingreso, la generación de riqueza.

El éxito en Brasil fue que la economía popular tuvo acceso al sistema financiero, este debe ser profundizado a más beneficiarios, con más regularidad, más frecuencia, por más tiempo, con más portafolios a disposición cuyas características estén acordes al perfil y necesidades de la informalidad para formalizarla.

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