Declararse amigo del socialismo, es ponerse un piano o una lápida sobre la espalda. Lo que no le ocurrió al aguerrido dirigente demócrata en EEUU, Bernie Sanders
El periodista Plinio Apuleyo le dio soporte ideológico al pavor que experimentan algunos sectores políticos, sociales y económicos, ante la posibilidad de ver aparecer en el escenario electoral los rostros de quienes durante décadas se identificaron con la sigla Farc. El pasado 10 de agosto publicó en El Tiempo una entrevista a un supuesto investigador anónimo infiltrado en los eventos de la guerrilla en proceso de desarme. Su título y subtitulo pregonan un apocalipsis que no se demora en llegar a Colombia: “El partido político de las Farc: sorpresas y revelaciones Su estrategia: un poder territorial nunca antes visto y, en lo electoral, toda suerte de alianzas.”
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Comenta Plinio: “Lo que el analista nos describe contiene más de una sorpresa. El partido político de las Farc en nada va a parecerse a los que hemos conocido en Colombia. Su objetivo último y único es la toma del poder. No es ningún secreto. Sus dirigentes, que se pasean como Pedro por su casa por los medios de comunicación, lo confirman tranquilamente cada vez que se lo preguntan.
¿Dónde estaría el riesgo para la democracia si logran el éxito en su estrategia electoral?
En primer término, estaría en los territorios que van a controlar. Allí, la destinación y la ejecución de los recursos, la administración y distribución de la riqueza local sería solo a voluntad de las Farc.
¿Y en el resto del país?
No olvidemos que cuentan con una militancia y enormes recursos económicos, además de tomar como bandera la paz que el país necesita. Por el contrario, los demás partidos se enfrentan a la más absoluta indiferencia ciudadana. Históricamente, más del 70 por ciento de la población no vota”. Hasta aquí Plinio.
Además de estimular a quienes ven Castro chavismo como una amenaza hasta en la sopa, para que corran a depositar sus dineros en cuentas del exterior y suspendan cualquier decisión que implique algún oxígeno a la economía nacional, Plinio deja entrever con claridad una muy peculiar visión del ejercicio de la democracia escondida tras muchos de quienes se oponen al afán de posibilitar la paz en Colombia. Democracia es el unanimismo alrededor de lo que yo pienso. No caben fisuras. En las páginas de opinión son los que, como Plinio, pregonan la urgencia de acallar todo tipo de iniciativa política que conlleve tocar los cimientos del sistema, y en las calles son los que se paran con un megáfono para insultar a todo aquel que no se declare miembro o simpatizante de la extrema derecha organizada. Una vergüenza.
Lo que no apuntale el statu quo, es Castro chavismo. Es una reedición barata del excluyente Frente Nacional que tiró al monte, armas en mano, a miles de colombianos marginados de la actividad proselitista por no ser ni liberales ni conservadores. Para este sector la posibilidad de cambiar balas por votos no existe en el espectro. El tema de los delitos de lesa humanidad como causal válida de exclusión política, no se concibe, porque la exclusión es para todos los que portaron la sigla y las armas, hayan cometido o no delitos de tal envergadura.
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Declararse amigo del socialismo, es ponerse un piano o una lápida sobre la espalda. Lo que no le ocurrió al aguerrido dirigente demócrata en EEUU, Bernie Sanders, quien cosechó un caudal electoral sorprendente con su declaración de socialista. Nadie consideró que era la debacle. Perdió en las urnas, lugar de las decisiones en una democracia, y su frente siguió en alto, sin estigmas. Acorde con la definición mínima del filósofo político Norberto Bobbio: la democracia no es otra cosa que la posibilidad de tomar decisiones que afectan la colectividad, por consenso o mayoría. Para los que hablan a través de Plinio la democracia es su democracia, no la de todos.