Del tríptico y el canto en una visión de la tierra y el mundo

Autor: Óscar Jairo González
3 junio de 2018 - 02:00 PM

El maestro Óscar Jairo González presenta la obra de los poetas Julio Der Nasca y Alejandro Herrán.

Medellín

Quedemos en que nadie puede abandonarse ni huir de sí mismo y que nadie tampoco debe intentar conocerse a sí mismo dado que ello no es realizable ni se puede evidenciar como terminado, porque su carácter es mantenerse indestructible en lo interminable. O en lo indeterminado. Y todo también porque se tiene “conciencia intuicional” de que huir de sí mismo es también conocerse. En esa temblante condición cada quien trata de llevar esa temperatura. Y trata de transformarla continuamente, desde una metódica que es la obsesión intencionadamente realizada. Obsesión intencionada quiere indicarnos, entonces, que es también el resultado de una tensión, tensionarse a sí mismo para poder o tener el poder de alcanzar la visión. 

El encuentro de los poetas fallidos
Tensión obsesiva para hacer la relevación de la visión inquietante del uno mismo y del mundo. Mundo que es un no mundo. Naturaleza que es una no naturaleza. Contradicciones no, sino tensiones de la obsesión, es lo que leemos en esto dos poetas y en este libro, que es uno y dos libros, y que son uno y dos poetas: Julio Der Nasca y Alejandro Herrán, y que están vaciados en un libro: Trípticos de aire pétreo, uno y Cantos al morir el día, el otro. ¿Qué los hizo devenir en un mismo libro y otro? Ese es el misterio que habrá que buscar en este su libro. 
En los poetas de este libro, uno y otro, otro y uno, lo que se intenta es realizar la eclosión del sentido nuevo por medio de lo que les ha sido dado conocer, en la indicadora obsesión, que les revela lo que son, lo que intentan ser y hacer. En uno y el otro, la visión inquietante de la tierra y el mundo, en la medida en que la miden, si de eso se traba, con y por medio de la obsesión tentaculante, o sea, que posee todo aquello que le es dado, lo que busca darse. 

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Tierra es lo que nos dicen en la que estamos. Mundo es de lo que tratamos. Y todos podemos decir  de la tierra y tratar el mundo, pero cuando tienen nombre, cuando les han dado un nombre y  qué es entonces en ellos dos y en su libro, de lo que son, de lo que están siendo, desde lo pétreo y desde el canto. Y uno quiere hacer piedra lo que ve y hacerlo que dure, y el otro canta para invocar lo que todavía no está y para exaltar lo que es. Dos intensidades que se desarrollan en la creación provocante, donde América y Europa, lo que es de aquí y lo que es de allá, se hacen ilación tormentosa, como en Byron que hizo movimientos inherentes para vivir en Venezuela o de Lautréamont que vivía como Maldoror en Europa. 
Piedra y canto, son evocación e invocación de lo que es indestructible y lo que viene de la destrucción y del caos turbulentamente maravilloso. Naturaleza de lo maravilloso. Incidencia de la forma y del contenido, en el abismo de la rebelión. Causa de la forma, la insistencialidad den lo nuevo, tanto en Der Nasca como en Herrán. Transmisión de un deseo insaciable para rebelarse, son los determinantes caracteres que los hacen instalarse en un mismo libro, que es el libro de cada uno, en su yo irreverente que solo se dice en lo que se desarrolla como inquietud desde la irascibilidad. Estética de la ira, se podría decir también de este libro y del libro de cada uno.   
Nada de la tierra no es hecho sentir hasta tanto no nos rebelamos. Nada del mundo es, hasta tanto no lo revelamos. El mundo se posee por revelación, la tierra se ilumina por rebelión como en Hesíodo. En De Nasca y en Herrán, se combinan estas dos formas para que en cada uno, nos indique (sin indicarlo) de su estética, del cráneo de la misma. Cráneo estético como el que domina o intenta dominar la tierra y el mundo, para por medio de la insaciabilidad del deseo ecléctico formen y estructuren su visión del mundo, no la visión del mundo comunicable, sino la visión del vidente que al llevarse a sí mismo hacia el “bosque de símbolos” (Baudelaire), sabe por un instante que no se ha hecho vidente. 
Visión del vidente, vidente en la visión, que es la de lo pétreo y la del canto. Cavar y excavar, sobre el yo lírico, como dice Gottfried Benn: Probablemente se experimenta el Yo lírico siempre en dos formas, una explosiva y otra concentradora, una brutal y una tranquila, el método de la embriaguez conoce a ambas, se hunde uno en lo ilimitado, en lo exangüe, y luego vienen los aflujos con el alivio de la visión.

Los misterios en el libro 
Y entonces Trípticos de aire pétreo y Cantos al morir el día, que son un libro, el libro en cada uno y de cada otro, de dos de los Poetas Fallidos, que así se hacen llamar, son del misterio de la creación de la tierra y del mundo en uno y otro, como exaltación y exultación desde y hacia aquellos que somos y continuaremos siendo sus lectores manieristas, y uno y otro pueden decirlo: Escribimos por la necesidad de borrar invisibilidades/Por sellar un pacto con la ilusoria tentación de estar vivos. 

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En la temperatura dada por intensidad de la búsqueda de la forma nueva y del contenido nuevo, que se hace exorbitante obsesión, obsesión de la necesidad de transparentar la una y la otra,  se da en Trípticos del aire pétreo y Cantos al morir el día, en la medida en que es la diseminación de una rebelión del sentido, contra lo que está hecho, contra lo que se hará, contra sí mismos, y es allí donde un libro y otro, y el libro que los totaliza que no tiene todavía nombre, los llena y son poseídos en lo inexorable de ese destino que al que se han llevado, al que son llevados por la temperatura de su intensidad

*Profesor Facultad de Comunicación. Comunicación y Lenguajes Audiovisuales. Universidad de Medellín.

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