En estas primeras construcciones estaría el origen de la ingeniería y, por otro lado, en esas comunidades sedentarias se gestaron los primeros elementos de la cultura ciudadana y de su organización política
La aparición de los primeros homínidos en África Oriental está relacionada con el Gran Valle del Rift generado por la separación de dos placas tectónicas y procesos erosivos concomitantes, que se extiende por aproximadamente 4.800 kilómetros en dirección norte-sur a lo largo de la franja suroriental de ese continente. Este evento geológico que se inició hace 30 millones de años y que todavía está activo, hizo que la vegetación en la zona oriental del continente africano que antes era bosque húmedo tropical se haya transformado en praderas, típicas de climas secos. Este nuevo hábitat obligó a que los grandes antropoides que antes vivían en las ramas de los árboles tuvieran que enfrentarse con los felinos, sus competidores en la lucha por la supervivencia completamente desfavorable para los primeros, quienes hubieran sucumbido a no ser por los leños y guijarros que con su manos podían empuñar y acondicionar para su defensa. Estas rudimentarias armas fueron la salvación de la nueva especie que se estaba gestando, pero sobre todo impulsaron su capacidad creativa para producir herramientas y utensilios, lo que aceleró el proceso evolutivo hasta dar origen a los humanos, razón por la cual a estos proto humanos se les ha denominado como “homo habilis”, especie esta que vivió entre hace 2,4 y 1,6 millones de años.
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Para su alimentación los primeros homínidos dependían de la recolección de frutos y tubérculos hasta cuando de manera artificial lograron generar el fuego, y con ello incluir en su dieta el gran contenido proteínico de la carne producto de la caza. Esta proteína facilitó el ensanchamiento de la capacidad cerebral de los prehomínidos y el surgimiento de la raza humana con todo su potencial cognitivo, tal como somos.
Las primeras comunidades humanas eran nómadas hasta cuando la gran marcha hacia el norte las llevó a los valles del Nilo y de Mesopotamia, donde desarrollaron la agricultura y los primeros rebaños, prácticas que obligaron a fundar los primeros asentamientos permanentes, sumados a la construcción de canales para riego y drenaje que mejoraran la productividad de sus cultivos, así como de las fortificaciones militares para protegerse de los ataques de otros pueblos; para venerar a sus dioses y rendir culto a sus difuntos erigieron templos y fastuosos monumentos. En estas primeras construcciones estaría el origen de la ingeniería y, por otro lado, en esas comunidades sedentarias se gestaron los primeros elementos de la cultura ciudadana y de su organización política.
Soy consciente de la burda simplificación que he seguido hasta aquí para explicar un proceso tan complejo como fue la formación de las sociedades primitivas, que deja por fuera otras migraciones como la neardentalense que ocupó el Valle del Rin, la mención de los asentamientos prehistóricas en China y de los restos de hombres primitivos en otros lugares de África. Sin embargo, con Egipto y Mesopotamia podemos avanzar en nuestra historia hacia La Anatolia en el occidente de la actual Turquía, las islas Jónicas (colonias griegas) y La Tracia en el oriente de la actual Grecia, regiones estas donde se fija el origen de la ciencia occidental ya separada del mito, amén del pensamiento racional, aportes, entre otros, de sabios como Tales, Anaximandro, Anaxímedes, Heráclito y Pitágoras, los llamados Presocráticos.
Todo este avance cultural fue facilitado por la gran actividad comercial y consecuente prosperidad que se centró en La Anatolia y en las islas Jónicas, hacia donde confluían las caravanas de mercaderes provenientes de Egipto y el Medio Oriente, así como de India y China. Los puertos que florecieron en Jonia y Anatolia impulsaron todo un desarrollo cultural y comercial del Mediterráneo, el Mar del Vino que llamaban los griegos no porque sus aguas fueran de color vino tinto, sino porque los barcos que lo cruzaba iban cargadas del “elixir de los dioses”.
El conocimiento científico desarrollado por estos sabios y en general toda ciencia que busca descifrar los misterios de la Naturaleza sólo llega hasta un cierto límite, sin que por si misma pueda avanzar hacia la transformación de la realidad objeto de sus pesquisas. No obstante esta limitación, por primera vez un producto, el hombre, y parte de esa mima Naturaleza, de manera asombrosa, empezó a interrogarla y dialogar con ella, dando origen a lo que hoy conocemos como Ciencia. Ante la limitante que tiene la ciencia para transformar la realidad aparece la técnica y la ingeniería, que asumirán la tarea de completar la obra de la Creación; por otro aspecto las nacientes sociedades requerían toda una organización política que permitiera el máximo bienestar para sus habitantes, lo que dio origen a la polis griega. Pero lo fundamental, el investigador científico ya no fue más un sujeto pasivo observador y experimentador neutro de los fenómenos naturales, empezando a preguntarse por su misma existencia y su relación con el entorno, lo que dio origen a la Filosofía. Todo este gran salto cultural, centrado en las islas Jónicas y en los territorios continentales bañados por el Mar Egeo, se extendió hacia el sur de la península itálica y Sicilia, la llamada “Magna Grecia”, donde germinó la escuela pitagórica y el pensamiento matemático moderno.
Dejemos por ahora nuestra historia en este punto, para en próxima columna seguir con los grandes avances que para la ingeniería significaron las construcciones en Roma y otras ciudades del imperio, así como la red los caminos requeridos para comunicar la metrópoli con sus provincias. Miraremos el languidecimiento de las ciencias y de la técnica durante la Edad Media, hasta cuando con el Renacimiento se retomó el impulso dejado por la cultura greco-romana hasta llegar a la Revolución Industrial en el Siglo XVIII y la sociedad cibernética de hoy.
P.S. Como egresado de la Universidad Nacional apoyo la aspiración del Profesor Jhon William Branch, actual Vicerrector de la Sede Medellín, a la Rectoría General de nuestra Alma Mater.
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