Entra, pues, en vigencia un esquema novedoso que invita al gobierno entrante y a los opositores a actuar para fortalecer la democracia, no para enrarecerla
En acto postrero de su gobierno, Juan Manuel Santos sancionó el Estatuto de Oposición, ley tramitada por Fast-Track, aprobada por el Congreso el 26 de abril de 2017 y declarada exequible por la Corte Constitucional el 6 de abril de este año. Con la norma, reclamada en los años 80 por Luis Carlos Galán para que fuera mecanismo de apertura democrática, se formalizan las experiencias de gobierno-oposición que vieron la luz en el gobierno de Virgilio Barco y que el país ha intentado, no con gran rigor, en gobiernos posteriores.
Lea también: Estatuto de oposición: “un avance insuficiente”
Inspirado en el modelo europeo que abre espacios al ejercicio de la oposición, limitando, a su vez, el ejercicio del gobierno, el Estatuto sancionado ayer fija una serie de garantías de acceso a las mesas directivas del Congreso, participación en definición de la agenda legislativa, presencia en los medios de comunicación y compromiso de financiación estatal. Estas medidas, comparables a las generosas que hacen parte de los procesos de discriminación positiva para grupos minoritarios, permiten que los partidos ajenos al gobierno puedan garantizar su independencia o contradecir al gobernante sin tenerse que someter al rigor del llamado “desierto de la oposición”, que se caracteriza por ser de silencioso aislamiento, penurias económicas y persecuciones oficiales.
Aunque falta que se le reglamente, la sola promulgación de la ley exige a los partidos que no están en el gobierno declararse independientes o en oposición, lo que implica que en ninguno de esos casos pueden el partido en oposición o sus miembros participar del gobierno. De cara a la Presidencia de Iván Duque, ya han declarado que estarán en la oposición el Polo Democrático, encabezado por Jorge Robledo, y la Colombia Humana, con Gustavo Petro al frente. No han especificado si estarán en la oposición o serán independientes, el Partido Verde, Compromiso Ciudadano y los sectores más radicales del santismo.
Vea además: Las elecciones de 2018 hicieron historia en la democracia colombiana
Según quienes se vislumbran como líderes de estos sectores, el país debe prepararse para vivir con dos modelos diferentes, y no complementarios, de oposición. De la que va a liderar el senador Jorge Robledo cabe esperar que sea dura, pero reflexiva y también constructiva, así como capaz de establecer interlocución con un gobierno abierto a escuchar y dialogar en un escenario de acuerdo nacional en una agenda común de país. Aquella que va a encabezar el excandidato Gustavo Petro encarna un proyecto electorero que va a seguir caracterizándose por su estilo de confrontación con las decisiones y miembros del gobierno y sus partidos aliados, carácter que los alejará, por voluntad suya, de los escenarios de deliberación y concertación de una agenda incluyente para la transformación de Colombia.
Además: Estatuto de oposición ¿remedio para incluir a la disidencia política?
La puesta en marcha del esquema formalizado es un reto inmenso para el gobierno de Iván Duque y los partidos que escojan transitar un camino que, si se llena de argumentos y posibilidades de diálogo, será formador de ciudadanos reflexivos, críticos y participantes en el modelo de democracia que puede ser Colombia.