Cabe preguntarse a qué costo se llegó a este momento, cuáles son las consecuencias cuando se ha sacrificado tanto en justicia para alcanzarlo, y si esta dejación de armas sí refleja la renuncia definitiva de los integrantes de las Farc a usar la violencia en el futuro.
No se puede negar que la dejación de las armas por parte de la guerrilla de las Farc es un hecho valioso. Al cumplirse la entrega del 100% de las que la misión de la ONU cataloga como “individuales” (pues faltan las que sirven para la seguridad de las zonas veredales transitorias de normalización y las que están en caletas o en manos de milicias), y como nuestra postura no ha sido la de oponernos rotundamente al acuerdo, debemos reconocer que este ha sido uno de los hechos favorables más esperados dentro del proceso.
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Pero sí cabe preguntarse a qué costo se llegó a este momento, cuáles son las consecuencias cuando se ha sacrificado tanto en justicia para alcanzarlo. Y, por otro lado, si esta dejación de armas sí refleja la renuncia definitiva de los integrantes de las Farc a usar el recurso de la violencia en el futuro, tal como lo planteó claramente alias timochenko en su discurso de ayer.
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Las muestras de nostalgia que la guerrillerada ha mostrado y los medios se han encargado de difundir, así como la reticencia de los líderes de las Farc para mostrarle al país imágenes de la entrega de sus armas, no se compadecen con las buenas intenciones de quienes ahora dicen que su única arma será la palabra.