Aún es tiempo para que la ciudadanía solicite que sólo se frenen los proyectos que estaban empezando y no los muy avanzados.
Es una lástima que Parques del Río no tenga continuidad en la actual administración. Por lo menos esa es la sensación que tiene el ciudadano desapercibido cuando se acerca a la zona, con la ilusión de encontrarse con otra nueva maravilla de la transformación urbanística que experimenta nuestra ciudad desde hace treinta años.
La construcción de una gran zona verde y de recreo en lugares estratégicos a lado y lado de nuestro río principal, era justamente la culminación de décadas de esfuerzo exitoso por volver a habitar sus riberas como en otros tiempos.
Hay que tener en cuenta que según dicen sus planificadores también estaba pensado para integrar a la sociedad, recuperar la herencia hídrica ancestral, motivar la inversión, crear empleo y fomentar el capital social.
Suponía en mi concepto un símbolo más de esa decisión colectiva de las últimas siete administraciones de crear espacios de esparcimiento público en el que puedan confluir todas las clases sociales.
Está bien que como cualquier otra inversión pública el proyecto tuviera defensores y contradictores. No se trata aquí de entrar en detalles sobre los argumentos de unos y otros.
Son enfoques en el complejo mundo de la política pública. Las acusaciones contra el proyecto son de excesivo valor, de no necesidad, de planificación en este o aquel sentido. Eso se puede decir del ochenta por ciento de los cambios urbanos en el mundo, incluyendo los exitosos y populares.
Pero hay que tratar de superar la fracasomanía, como denominamos los politólogos colombianos a la costumbre errónea de las administraciones nuevas de desconocer los proyectos de las anteriores a cualquier costo.
Parques del Río en mi no experto concepto era la cerecita en el pastel que le faltaba a Medellín. Felicitaciones a los urbanistas y alcaldes a quienes les dimos una fea oruga y nos entregaron una hermosa mariposa.
Hace poco visité varios lugares de Medellín para escribir un artículo en una conocida revista de viajes, cuyo título será “El Planeta Medellín”.
Cuento como hoy en día el mundo entero ya está en Medellín y casi gratis para el viajero y para el propio habitante de la ciudad.
En él explico al lector que si quiere sentirse en Marruecos debe visitar la Minorista, y si desea un ambiente nocturno similar al de Bangkok debe recorrer con calma las calles aledañas al Parque Lleras un viernes o sábado en la noche.
En términos de naturaleza lo invito a caminar por el parque Arvi para sentirse en Suiza o bañarse en la quebrada del parque El Salado en Envigado un día soleado y es como si estuviera en Filipinas.
También hago otras comparaciones similares, que incluyen los centros comerciales de El Poblado, casi igualitos a los malls gringos de Florida más famosos, pero con toques locales.
Sobre todo me refiero en el artículo al infaltable centro de la ciudad, el cual sigue siendo mi favorito por haber sido el primero, aun después de haberme cautivado las urbes de más de un centenar de países.
El artículo concluía con una invitación a visitar Parques del Río, donde el peatón podría sentirse como en el renovado barrio de San Isidro en Madrid, con su río Manzanares recuperado y rodeado de verdes escenarios reconstruidos con gracia.
Eso esperaba encontrar. Pero no lo voy a poder decir porque aparentemente una nueva visión de la ciudad va a dejar ese sueño inconcluso. Ojalá esté equivocado y sea una simple pausa o reestructuración del proyecto.
Aún es tiempo para que la ciudadanía solicite que sólo se frenen los proyectos que estaban empezando y no los muy avanzados, salvo errores gravísimos.
Lo mismo se deberá hacer en la próxima administración respecto de los proyectos adelantados por el actual alcalde, al momento del cambio de gobierno.
Pero reconozcámoslo: la mayoría de ciudadanos que andan en carro y son los que opinan en los medios y las redes quieren puentes sobre puentes y más puentes, no parques.
Por lo menos, apelando a la “sensatez monetaria” que nos caracteriza a quienes nacimos en este Valle del Aburrá y alrededores, solicitemos que se repiense el asunto, aunque sea por el solo hecho de no perder la platica que ya se invirtió.