Es Débora Arango, sin duda, la mujer artista más importante de Antioquia, considerada como una de las más destacadas en la historia del arte nacional. Sin embargo, todavía está a la sombra internacional y carece de mayor recordación local.
Prostitutas que corren una cortina para que pasen sus clientes, para que se vaya el que ya pudo satisfacerse e ingrese un nuevo sediento de placer (Los que entran y los que salen. 1944). Políticos personificados como animales ruines y mezquinos, tal vez sapos, tal vez perros (Salida de Laureano. 1953). El cuerpo de la mujer desnuda, cuando apenas Antioquia se quitaba de los ojos una venda, la de su fuerte relación con la Iglesia, que imponía una moral conservadora (Adolescencia. 1939. – Montañas. 1940). Colombia, las realidades que han marcado su historia, su dolor constante, las lágrimas de su gente (Secuestro. 1977 – Los seguros sociales. Sin fecha).
Y más, mucha más piel, mucha más firmeza, mucho más carácter, se pueden beber de la fuente de historia y franqueza que es la obra de Débora Arango, una que no ha sido, hasta ahora, reconocida como lo merece por la crítica internacional, que no ha logrado llegar a las salas de los más destacados museos del mundo, que parece haberse pintado de gris ante decenios de olvido, ante la lucha de una mujer que sólo dijo haber pintado “lo que fui viendo”.
La pregunta sobre el futuro de la obra de la pintora antioqueña todavía no se responde. Su internacionalización y la puesta en conversación con el ciudadano de a pie de forma decidida tampoco se siente.
“Nadie descubre a nadie. Aquí todo el mundo se pelea que descubrió a Débora, como si hubieran descubierto a América. Lo que podemos decir es que ella se comenzó a mostrar en serio a partir del Museo de Arte Moderno, desde 1986, cuando hicimos su gran exposición, y así empezó a difuminarse lo que era por todo el país. Todavía en ese momento había repulsión por lo que proponía su obra. Ahora ya no la hay, lo que pasa es que están entrando en un concepto: ‘qué hartera Débora’, que es absurdo, ya que plantean que no quieren verla más porque creen que se le ha hecho mucho, y eso no es verdad”, apunta el curador Alberto Sierra, director de la Galería de La Oficina, gestor del Museo de Arte Moderno de Medellín, el amigo de la artista que compartió con ella la entrega de su obra a la ciudad.
Para él, Débora Arango es un ejemplo. “Fernando Botero sería un ejemplo de vida para otras situaciones, pero ella es realmente nuestro ejemplo, pensando en la ciudad, porque esta mujer, un personaje de los años 40, comenzó a fotografiar con su obra un estado de cosas, todavía vigentes”.
Sí, la gente ya sabe cuál es el “Museo de Botero”, es un paso obligado para los visitantes, un discurso aprendido por los locales, pero la bandera de Débora Arango todavía no se ondea con la fuerza que mostró en vida.
Este 2017, cuando el Banco de la República ya tiene en las calles un billete de $2.000 con su rostro joven y sin su obra pintada; cuando su sobrina ( y heredera) está vendiendo su Casa Blanca al Municipio de Envigado para que sea casa-museo; cuando el Museo de Arte Moderno de Medellín Mamm, que tiene la mayor cantidad de obras de la artista, ya posee salas para su colección permanentes para exhibirla mejor; y cuando la realidad del país parece repetirse en sus cuadros con episodios similares; las respuestas deberían también llegar a interrogantes como ¿por qué Débora Arango no logra ser una conversación común entre ciudadanos del mundo?, ¿por qué su pintura sigue entre lo local y lo hiperlocal?, ¿quién está trabajando para que brille para ella “la luz perpetua”?, preguntas que abren el debate sobre un patrimonio pendiente de trabajo, de gestión cultural y formación de públicos.
Sobre el billete de $2.000, algunos han criticado que sea el de menos denominación, otros que en el cuerpo de esta denominación monetaria su obra no esté, y unos más, como la periodista cultural Ana Cristina Restrepo, que hayan elegido su rostro joven y no el de la mujer vieja que muchos recuerdan: “Mujer vieja... ni en un billete. Hasta para eso somos machistas. Sólo vale la imagen de la mujer joven”.
Al respecto, José Darío Uribe, exgerente del Banco de la República, explica que “nosotros desde el Banco decidimos tres billetes de la nueva colección, entre ellos el de Débora Arango, porque quisimos hacerle un homenaje a una mujer excepcional, como fue la artista. Ella estuvo durante muchísimos años opacada, tratando de ser silenciada, pero para la cultura y el arte logró, afortunadamente, ver sus frutos, imponerse y comenzar a verse reconocida”.
Otros plantean que “algo es algo, por lo menos ya está en las manos de todos los colombianos, por fin”, como dice Carlota Martínez, comerciante del Centro de Medellín, cuando se le pregunta por el billete que tiene en las manos, ese azul “que tiene a una señora que no conocía hasta que usted me dice el nombre y que es pintora”.
“Sin equivocarme –vuelve Alberto Sierra- diría que la obra de Débora debería elevarse casi al punto al que se llegó con la de Frida Kahlo, y nos falta mucho en ese camino”.
Algo similar piensa el curador mexicano Othón Castañeda, director de la Bienal de Las Fronteras, para quien “viviendo su tiempo en un aislamiento similar al de Frida –aunque por censura- Débora es una Frida colombiana que todavía no recibe el reconocimiento que tal vez tiene ya María Izquierdo en su país, México. Débora comparte también con ellas una manera personal de resolver la forma pictórica lejos del canon temático y estilístico dominante. Inmersa en la representación de la realidad social más cruda que aún nos lacera, Débora Arango tiene su equivalente en estas dos artistas y viceversa”.
Actualmente, según cifras de la Galería Arvil (Ciudad de México), la firma que tiene a cargo la obra de Frida Kahlo en el mundo, una creación de la pintora mexicana puede costar en negociaciones privadas unos 15.000.000 de dólares. Ni hablar de la cantidad de exposiciones de Frida que son realizadas al año, de los museos en los que han estado sus lienzos, de la apropiación popular de su imagen, de la decisión gubernamental que se tomó en su país para vender un México que con cultura lucha contra el narcotráfico.
Sí, son casos diferentes, aunque sean dos mujeres con obras de arte, ligadas a una historia cruel, dolorosa, que potencia el sentido que algunos apunten le falta en calidad a sus pinturas.
Sin embargo, como lo plantea la licenciada Hilda Trujillo, directora del Museo Casa Azul de Frida Kahlo y del Museo Anahuacalli de Diego Rivera, las obras de los artistas muertos, así como sus casas y sus colecciones, “son todo un discurso para un país, que puede ser expresado como orgullo, que puede convertirse en un discurso nacional, para que, además de rendir homenaje a un creador, se le dé toda una muestra al mundo de la cultura que se tiene”.
“Este Museo de la Casa Azul tenía un promedio de 120.000 personas hace catorce años y el pasado 2016 cerramos con cerca de 470.000. Lo más importante es siempre estar poniendo en conversación la obra, para que no se pierda su vigencia, para que se conecte siempre”, detalla Trujillo.
Débora, para quien nunca será demasiado
Óscar Roldán-Alzate, director de Extensión Cultural de la Universidad de Antioquia, quien fue por varios años curador del Mamm, piensa que “en este momento, uno diría que nunca será demasiado porque el trabajo de Débora apenas está empezando a ser visto en otras latitudes”.
“La obra de Débora es un documento muy valioso, porque esa realidad es tan fehaciente y tan dramática como cualquier documento periodístico de la misma época. Cuando hablamos de internacionalización de una figura como esta tendríamos que hablar de la preparación de los escenarios para ello, no basta con llevar cuadros a museos, también hay que llevar pensamiento, hacer avanzadas con investigadores, documentalistas, personas que hayan avanzado en esa producción y de eso no es que haya mucho, no hay mucha pensando el asunto de Débora, entrando en la dinámica real del asunto”.
Inti Guerrero, curador adjunto de Arte Latinoamericano de la Tate Modern de Londres, ve que “no ha existido una exposición itinerante y catálogo de su obra fuera de Colombia. No hay piezas de ella circulando en las casas de subastas del mercado secundario. Pero la pregunta es, en su caso, ¿será necesaria su internacionalización? Hay una figura similar en Brasil, donde también se preguntan por qué no se ha internacionalizado la obra de Anita Malfati, otra mujer latinoamericana expresionista. El canon del expresionismo de comienzo de siglo está secuestrado por hombres caucásicos de Europa Occidental”.
Él plantea que, más que internacionalizarla, primero se debe posicionar en el ámbito nacional con más fuerza: “Creo que sería importante preguntarse si no será más necesario que los colombianos tengan en la mente colectiva a Débora Arango, así como tienen a Fernando Botero”.
Otros expertos aportan que en el ámbito académico sí hay mayor interés por Débora. Una de ellas es la excuradora del Museo del Barrio de Nueva York, Carolina Ponce de León, crítica, investigadora y exasesora de Artes Visuales del Ministerio de Cultura: “En el ámbito internacional dudo que haya un historiador del arte o un curador interesado en el arte de Colombia y de América Latina que no tenga a Débora presente como un referente imprescindible. Por ello, sí creo que existe un reconocimiento internacional importante a su obra, especialmente en el campo de la historia del arte. No sé si esto se refleja también en el mercado, que es otra varita que se usa para medir niveles de reconocimiento, (estas no siempre coinciden). La obra de Débora Arango pertenece a varias historias del arte a la vez: por su manera de captar el momento histórico, por su mordacidad, por volver suyo un legado artístico dominado por pintores hombres, por su atrevimiento para subvertir los paradigmas tradicionales de ser artista-mujer y mujer de sociedad con visión y valentía. Nada de eso ha pasado desapercibido".
En ello, Ponce de León coincide con Roldán-Alzate, quien cuenta que “hay una doctora en Teoría del Arte que nos visitó en algún momento en el Mamm y se ganó una beca Fulbright y va a venir a investigar sobre Débora. Hay unas inquietudes, pero evidentemente todo lo que se haga va a sumar”.
Los esfuerzos y planes del Mamm
María Mercedes González, directora del Mamm, centro para las artes que tiene un total de 246 obras donadas por la artista, la más grande colección, dice que, “la más reciente y la más grande apuesta de internacionalización de la obra de Débora Arango, que tuvo un nivel de visibilidad importante, fue la itinerancia de la exposición Sociales, Débora Arango llega hoy, que fue un proyecto concebido por el Mamm, en alianza con el Museo Nacional de Colombia, con el Mola (California) y el Mint Museum (Carolina del Norte). Fue una itinerancia pequeña, pero grande para las posibilidades del Mamm”.
Lamentablemente, cuando el público esperaba que Débora llegara a Nueva York, “no se pudo hacer la itinerancia con el Museo del Barrio (NY), donde estaba planeado que terminara, por problemas internos de ese museo, que estaban en un proceso de cambio de curador y otros temas”.
Optimista, González señala que “en el año y medio del nuevo edificio de esta entidad, en el que ha estado abierta al público la exposición Débora Arango, la vida con toda su fuerza admirable, “ha sido importante tener la oportunidad de acercar al público la obra de Débora, que era una deuda histórica que teníamos, porque si bien el Museo en muchos momentos de sus 38 años de historia había hecho varios esfuerzos, la posibilidad de tener esta sala permanente con su colección, siempre, ha sido una oportunidad para nosotros de conocer, con más profundidad y detalle, la obra de Débora”.
Cree que el público local “esperaba este momento, esperaba esta exposición. Todavía escucho a ciudadanos que vienen exclusivamente a ver esta exposición, que quieren verla una y otra vez. Hemos hecho un trabajo con grupos escolares, con estudiantes, con nuestras Visitas-taller, queremos replicarlo a más colegios de Medellín y extenderlo a las instituciones del Valle de Aburrá. En el 2016, vinieron 15.000 estudiantes, en su mayoría de colegios oficiales, entre los 6 y 18 años”.
Para los pares, “los colegas de la escena artística del país, ha sido un descubrimiento, una nueva oportunidad de enriquecer sus trabajos de investigación o proyectos expositivos. “Sí nos piden muchas obras de Débora para diferentes proyectos. En este momento en el Museo Nacional de Colombia están sus creaciones en la muestra Voces íntimas. Relatos e imágenes de mujeres artistas. En el 2016 hicimos una alianza con el Museo Juan del Corral de Santa Fe de Antioquia y llevamos sus obras para la muestra Los proscritos, la obra prohibida de Débora Arango. Hemos tenido alianza con el Museo de Arte de Jericó Maja, el Museo Rayo de Roldanillo, Valle. Sí hay interés en el ámbito nacional”.
“Los colegas internacionales que nos han visitado, a propósito de la expansión, es el gran descubrimiento. No estoy exagerando la posición. No tengo cifras, pero Emiliano y yo, que somos quienes generalmente acompañamos esas visitas, hay una sensación de encuentro con algo que no se conocía, con un nombre que no se había conocido, y luego se dice que es un gran personaje. Algunos de esos comentarios se quedan en eso, en comentarios, pero estoy segura que eso abrirá investigación futura”.
Coincide en la preocupación, acepta que “no ha sido puesta en un contexto más global, que no ha sido incluida en otros proyectos expositivos, ni puesta en diálogo con mujeres artistas de otros países, con personajes similares. Muchos nos dicen por qué no es conocida en Alemania con tantos elementos del expresionismo alemán”, con excepción de una muestra colectiva de mujeres artistas del crítico Gerardo Mosquera.
“Siempre tenemos a disposición todo el material y la obra de la maestra, por supuesto que nos interesa seguir contribuyendo a ponerla en un contexto más global. Nos llena de entusiasmo la posibilidad de que Casa Blanca sea un espacio abierto al público. Nos entusiasma mucho el futuro inmediato que pueda tener ese espacio. Nos interesa ser aliados del Municipio de Envigado, hacer proyectos conjuntos, poder trazar una línea imaginaria geográfica para que lo que esté en la casa sea parte de lo que está en salas en el Museo. Somos una de las instituciones idóneas para acompañar el proyecto”.
No hay fecha para que Casa Blanca sea la Casa Museo de Débora
A mano, con la delicadeza y dedicación que requiere la técnica, Débora Arango pintó los zócalos de Casa Blanca, su casa, en la que pasó años de creación, en la que se resguardó de la crítica y las persecuciones.
Hay una historia especial con unas granadas, unas figuras de lámpara en hierro que adornan una de las salas. La artista recorría las calles cercanas a la Iglesia de la Veracruz y se encontró con que un sacerdote había botado esas figuras, porque no le gustaban y quería poner unas nuevas; entonces las recogió. A ese par de objetos les faltaba una hoja, entonces, Débora Arango le pagó a un joven para que buscara la hoja, quien finalmente la encontró. Hoy esas lámparas alumbran los retratos de sus familiares que hay en el lugar, así como pequeños murales en cerámica que pintó con dedicatorias a sus padres, a figuras que admiraba, a sus amigos.
Así lo relata Cecilia Londoño de Estrada, sobrina de Débora Arango, quien heredó su hogar Casa Blanca. Ha manifestado que “yo que soy la heredera considero que la casa tiene una vocación de museo y que la maestra se merece que su casa sea vista por toda Antioquia, por Colombia, por el mundo entero”. Es por eso que está en negociación y trámite con el Municipio de Envigado para vender Casa Blanca.
Cabe aclarar que, así medios de comunicación locales lo den como un hecho, “todo va bien, pero todavía estamos en negociaciones. No hemos firmado. Está muy en pie, pero tenemos que hacer un inventario de las cosas que hay aquí, que son una donación que yo haré al Municipio, voy a dejar todo el mobiliario. Es un proceso tan rápido, tengo que hacer un manual de manejo para el Ministerio de Cultura, tengo que hacer fichas, inventarios”.
“Ya tenemos prácticamente negociada la casa, estamos en trámites legales ante el Concejo de Envigado, haciendo las apropiaciones presupuestales. El Área Metropolitana va a participar en la adquisición con unos aportes muy importantes. Si usted me pregunta va a hacer este año le digo que sí, lo haremos, si las circunstancias nos lo permiten”, dijo el pasado noviembre el alcalde de Envigado, quien además precisó que “una vez adquirida la casa hay que ir organizando la fundación que manejará la casa, de la mano del Mamm, de la Alcaldía y de un grupo de personas con conocimiento cultural para preservar esta propiedad. Haremos con el Mamm proyectos, traeremos la obra”.
Sobre la internacionalización, su sobrina cree que “internacionalizar un artista no es una tarea fácil, es una tarea muy difícil, pero estamos haciendo todo lo posible porque ella esté posicionada en el arte mundial, que ya lo está, porque han venido de la Tate Gallery, del Pompidoú, del Museo de Houston, a mirar la obra y las cosas de la maestra”.
Alberto Sierra piensa que “se debe tomar con un tono más internacional, pero es muy raro porque mientras queremos ser los más internacionales, cuando tenemos algo muy nuestro para hacerlo internacional nos quitamos, como Débora. Me tocó una ministra de Relaciones Internacionales (antioqueña además) que no permitió una exposición internacional muy importante porque ‘Débora hablaba mal del país’, ese es el sentimiento de una clase que nos está fingiendo que le interesa Débora: ¿nos interesa o no nos interesa?, ¿la creemos la mejor o no? Se queda en un lamento que no trasciende”.
Y, ya para el cierre, la reflexión desde la mirada extranjera del mexicano Othón Castañeda: “¿Qué sucede en nuestros países? –sea en el ámbito académico, museístico o del mercado del arte- siempre quedamos en deuda con artistas mujeres como Débora Arango… ¿Acaso es que requerimos de factores externos para volver los ojos a ellas y a nosotros mismos y así reconocernos vía el éxito mercantil o la moda internacional? Desde mi perspectiva Débora, María Izquierdo y Frida Kahlo son equivalentes. Las diferencias en el reconocimiento diferenciado que reciben cada una de ellas son subjetivas y obedecen a factores que son independientes de su calidad comunicativa y los atributos universales de su obra. Es urgente entonces que se posicione a Débora Arango en el lugar que le espera en la historia universal del arte”.