De la política a la Política

Autor: Pedro Juan González Carvajal
8 mayo de 2018 - 12:08 AM

La Política con P mayúscula está comprometida con el cambio, apoyada en lo ideal, lo axiológico y muchas veces en lo utópico.

En un mundo inmerso en lo mediático, lo que debiera ser ya no es, y lo que es, no debiera serlo.
La lucha de las ideas, atrapadas en el corto tiempo que permite una entrevista radial o televisiva, cae en el desuso, y resulta más pragmático redundar en lo que otros han dicho anteriormente, para así generar una corriente de pensamiento “políticamente correcta”, que no espante a los posibles electores o seguidores, por el solo hecho de presentar argumentos nuevos, qué como cosa extraña, serán generalmente calificados como ingenuos, estúpidos o inalcanzables.
Decía Otto von Bismarck que “La política es el arte de lo posible”. Esta es la definición de la política con “p” minúscula, pragmática y comprometida con el estatus quo. La otra, la Política con “P” mayúscula, está comprometida con el cambio, apoyada en lo ideal, lo axiológico y muchas veces en lo utópico, liberándose de cualquier tipo de compromiso.
Si obtusamente estamos pidiendo y haciendo más de lo mismo, ¿cuál es el tipo de variación o de cambio de la realidad que esperamos? De entrada, la posibilidad de impactar la cotidianidad, nace castrada.
Decía Oscar Wilde que “El progreso es la realización de Utopías”, y tal vez por tener razón, ha sido descalificado por “los cerebros del establecimiento”.
Por allá en 1968, una de las proclamas estudiantiles que todo lo querían cambiar pues se sentían atrapados y asfixiados por el estado de cosas, era “¡Seamos realistas, pidamos lo imposible!”
Lea también: Temas de desarrollo
Ve uno los llamados “debates” con los cuales los candidatos a la presidencia tratan de esbozar sus ideas, que jamás concluyen en propuestas y menos en estrategias, y lo único que observamos es “más de lo mismo”. En este sentido, cualquiera que gane es la misma cosa, ya que todos simplemente recurren a los lugares comunes, se comprometen sin comprometerse y repasan y recuerdan como propuestas programáticas originales, sus obligaciones presidenciales precisadas de manera constitucional, cuando de pronto lleguen a ocupar tan alto cargo. 
¿Quién habla de erradicar la pobreza?,¿de terminar con la iniquidad?, ¿de transformar estructuralmente los sistemas de Justicia, de Salud y de Pensiones?  ¿Quién habla de   defender y preservar la Soberanía Nacional ante los Estados Unidos, Nicaragua o Venezuela hoy por hoy? ¿Quién se compromete a erradicar la corrupción y a volver a barajar la organización y configuración del Poder Legislativo en su conjunto? ¿Quién se compromete abiertamente con sacar adelante los distintos procesos de paz?
Como buenos candidatos, se cuidan de no presentar ideas en cualquiera de los extremos, para poder moverse sinuosamente entre las distintas posibilidades para finalmente estar de acuerdo o en desacuerdo con todo.
Muy mediática la cosa y muy consolidada la figura de la “imagología”, donde lo importante es la imagen y las poses del candidato, que sabe manejar con propiedad, los requisitos que impone la política con “p” minúscula.
Esta circunstancia inmersa en la mediocridad es producto de tener un perverso sistema educativo qué entre otras tantas falencias, no educa ni forma verdaderos ciudadanos con una mediana cultura política.
Lea: Políticas públicas
Tanta regla, tanta norma, tanta ley, tanto puritanismo y tanto fariseísmo nos tienen hoy   como uno de los países con más corrupción en el planeta ¡Por ahí no es la cosa¡
Imaginémonos una Colombia mejor y luchemos por ella, aun cuando algunos nos tilden de ingenuos o de bobos.
Insisto en la necesidad de dotar a Medellín con un adecuado Centro de Espectáculos, un Velódromo cubierto y un autódromo que cumpla con los requisitos internacionales.  ¿Por qué no?

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