Los colombianos volveremos a la realidad de la anomia -falta de legalidad, en última instancia- y enfrentaremos los casi dos meses más cruciales de nuestra historia republicana
Centenares de miles de colombianos están asistiendo con fe a las ceremonias de Semana Santa, un número muy significativo ha salido de viaje; otros, simplemente, permanecen en sus ciudades o van a sus trabajos. Pero no nos engañemos, el país bulle, atravesado por la campaña electoral que se desarrolla, quizá la más importante en la historia de Colombia, y por los efectos perversos de la pésima negociación de paz que efectuó Santos, fenómenos que están claramente imbricados.
Los políticos en campaña aprovechan para afinar sus estrategias y algunos de ellos, como la historia reciente del país nos enseña, apelarán al “todo vale” para conseguir sus propósitos:
Santos y su corte revisan los últimos detalles de su arremetida contra la oposición que amenaza alcanzar el poder en mayo y hacen los primeros ensayos: ya han aparecido en las redes sociales videos como ese que promovió Matador, en el que Duque acusa de paramilitar a Álvaro Uribe, montaje que resultó tan repugnante, que el propio caricaturista se vio obligado a presentar disculpas a los dos políticos por haberlo puesto a circular, descargando la responsabilidad en sus asistentes que le manejan las redes sociales, a los que parece que tiene para echarles el agua sucia, responsabilizándolos de los desmanes que comete y de los que es responsable.
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Petro medita sobre cómo quitarle a Fajardo y De la Calle los votos que todavía tienen, y sobre cómo edulcorar su discurso socialista y populista (el socialismo, bien entendido, es el populismo de los subsidios y de la compra de estómagos a cambio de lealtad absoluta y pérdida total de la libertad, para que el régimen destruya la economía, acabando con la propiedad privada), de los Castro y de su referente y amigo, Chávez, en lo que bien cabe tildar de Petrochavismo, o de Petromadurismo, a pesar de que el candidato, como Pedro, ha negado tres veces su afinidad con el tirano venezolano.
De la Calle y Fajardo, por su parte, reflexionan sobre la suma de sus dos inviabilidades, cuyo resultado será, según las matemáticas, una inviabilidad mayor. Y Vargas Lleras, cabila sobre la manera de no ser visto como uno de los candidatos de Santos, borrando un pasado imposible de eliminar, muy a lo Harry Potter, poniéndole una capa de invisibilidad.
Y aunque la Farc pasa de agache, esperando usufructuar todo lo que ganó a cambio de nada, las supuestas disidencias atacan en el Ecuador, asesinan militares y secuestran periodistas, provocando el repudio y la reacción del gobierno de Lenin Moreno; convierten el sur del país, el nordeste antioqueño y la frontera con Venezuela, en escenarios de guerra, en su confrontación con el Eln (que aspira a iguales a o más prebendas que las Farc, en su negociación, mientras asesina militares y vuela oleoductos), el Epl (que, además se confronta con el Eln), el Clan del Golfo y de más grupos narcoarmados, por el control de las más de 220.000 hectáreas de coca. Todo esto, bajo las miradas complacientes de las Cortes, que, primero de hecho liberan la venta de estupefacientes y, ahora, el cultivo de coca en parcelas individuales de hasta 1.7 hectáreas (imagínense decenas de miles de cultivos de ese tamaño), como para que no quepan dudas de que ya somos un narcoestado, el mismo que visitará Trump este mes, con consecuencias muy previsibles.
Ante este panorama, Duque apela a la estrategia de los mil comités de base, para fortalecer su candidatura entre los ciudadanos, poniéndolos a participar en la defensa y consolidación de su avance, en la idea de que, metiéndole pueblo a su aspiración, podrá crecer, pero, también, vigilar e impedir las tramposas maniobras del presidente Santos y de los oponentes en la justa electoral. Y es de esperar que esté preparado para los montajes, las encerronas y las calumnias; así como para impedir el fraude y la compra de votos; y que esté listo para consolidarse donde ya es fuerte, y aumentar su presencia en sectores poblacionales y regiones del país, donde no lo es. Todo, para ganar las elecciones en la primera vuelta.
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Mañana, los colombianos volveremos a la realidad de la anomia -falta de legalidad, en última instancia- y enfrentaremos los casi dos meses más cruciales de nuestra historia republicana, con el corazón en la boca, los dientes rechinantes, los puños cerrado, pero con la esperanza intacta. En mayo, tendremos país de nuevo. La pesadilla Santos cederá lugar a la esperanza, a una primavera democrática, en la que la legalidad, la equidad y el emprendimiento, que predican Iván Duque y Marta Lucía Ramírez, imperen.