¡Cómo es que Germán Vargas, capaz de recoger como diez veces las firmas de Petro o Fajardo, tenga mínima acogida!
Las encuestas son una imprescindible herramienta en la compleja disciplina del mercadeo. Nadie se aventura a lanzar un producto, ni a presentar otro para competir con una marca establecida, sin sondear las preferencias, deseos y reacciones del público. En fin, son incontables las preguntas y las respuestas de las cuales dependen decisiones de gran importancia empresarial.
No es de extrañar entonces que las encuestas hayan ingresado al mercadeo político. Se supone que, con sólido fundamento estadístico, dan apreciables elementos de juicio para determinar las preferencias electorales. Hasta ahí no se encuentra nada objetable, pero a pesar de frecuentes vaticinios equivocados en tantos países, se siguen realizando encuestas electorales. Unas, confidenciales, no salen de los altos despachos públicos o de las cúpulas de los partidos; otras, no siempre exentas de sesgo partidista, se difunden ampliamente, con efectos propagandísticos inocultables.
Sin demeritar a los empresarios de la demoscopia, no puede negarse que no solamente en Colombia se prestan las encuestas para manipular al electorado hacia el reconocimiento de ciertas candidaturas, o para desorientarlo, atemorizarlo o estimularlo.
El análisis crítico de las encuestas exige, desde luego, conocimientos, así sean someros, de estadística, política e historia, mientras el votante común y corriente solo percibe lo más superficial, y pocas veces se pregunta por la confiabilidad de los datos sobre los cuales se puede estar edificando una tendencia mediática.
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No nos detengamos en el rotundo fracaso de las múltiples encuestas que pronosticaban arrollador triunfo del Sí en el manipuladísimo plebiscito para la aprobación del “acuerdo con las Farc”, para hacer algunas consideraciones acerca de las encuestas referidas a las próximas elecciones presidenciales.
Frente a la crisis de los partidos, vehículos superados por el increíble desprestigio de sus dirigentes, varios aspirantes se presentaron con abultados listados de firmas, que la Registraduría depuró, anulando un altísimo porcentaje. De las 5´522.000 por Germán Vargas Lleras, anularon el 57 %, es decir 3´147.000. De las 2´208.000 de Alejandro Ordóñez invalidaron el 62 %, es decir 1´308.000.
Después de tachar buena parte de las firmas en todos los listados, la Registraduría validó 2´375.000 a Vargas Lleras; 840.000 a Ordóñez; 836.000 a Piedad; 674.000 a Fajardo; 569.000 a Pinzón; 550.000 a Petro y 440.000 a Marta Lucía.
El procedimiento de las firmas, aparentemente ha quedado desacreditado, pero sin embargo, considero que: 1) Exige una clara reglamentación para el futuro. 2) Esos guarismos merecen atención por representar un gran esfuerzo.
No puede negarse que cada campaña de recolección de firmas fue diferente, porque los recursos de los candidatos no eran similares. Sin embargo, es importante comparar esos resultados con las encuestas.
La más reciente (Datexco, enero 22/ 2018) es sorprendente, porque encabeza con dos pésimos alcaldes: Fajardo aparece con una preferencia de voto del 16.6 %, seguido por Petro, con el 14.2 %. Estos superan a los demás ampliamente: De la Calle, 9.1 %; Marta Lucía, 6.9 %; Duque, 6.8 %; Vargas Lleras, 6.6 %; Clara López, 6.1 %; Galán, 3.9 %; Ordóñez, 2.3 %; Timochenko, 1.4 % y Piedad, 1.1 %.
¡Cómo es que Germán Vargas, capaz de recoger como diez veces las firmas de Petro o Fajardo, tenga mínima acogida! Lo mismo puede decirse de Ordóñez, en menor medida. Duque, candidato del partido más numeroso, no puede estar tan bajo. Clara López no puede rivalizar con Vargas y Duque.
A menos que estemos en presencia de encuestas amañadas, nadie entiende el ascenso “imparable” a lo largo de varios meses, de dos perdularios que tienen en común el compromiso de imponerle al país hasta la última coma de un “acuerdo final”, rechazado por el pueblo en plebiscito, que convierte a Colombia en otra Venezuela.
Y algo sorprendente: Vargas Lleras está entre los coleros, pero el 17.6 % de los entrevistados piensa que va a ganar la presidencia, mientras 16.2 % se le apuntan a Fajardo, y solo el 10.7 % cree que Petro alcanzará el solio.
¡Y si el 59.9 % de los interrogados tiene fundado temor de que Colombia repita lo de Venezuela, ¿de dónde salen las preferencias por Fajardo, Petro y de la Calle, los tres mosqueteros del caos?
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¡Cómo es de productivo “revelar” una lejanísima violación, sin recordar el quién, el cuándo ni el dónde!!