En 1889, en el centro occidente de la ciudad, entre lo que hoy es la comuna doce, La América, y la comuna trece, San Javier, se erigió la cárcel de mujeres del Buen Pastor, un centro de reclusión regentado por la congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. 

Hoy, después de que la cárcel fuera desalojada en 2010, se convertirá en la Ciudadela Universitaria de Occidente, una iniciativa pensada desde 2015 para ampliar la cobertura y los espacios de educación superior en la ciudad de Medellín. 

Según Xiomara Giraldo, secretaria general de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU), desde el 25 de junio la obra se encuentra en un proceso de invitación abierta para seleccionar al contratista que desarrollará el proyecto. La entidad espera adjudicar esta obra a finales de julio y así iniciar las obras en agosto. 

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“Según el cronograma, el proyecto se estaría entregando a finales de 2019, por lo que se tiene programado que empiece sus operaciones en el primer semestre de 2020”, puntualiza Giraldo. La administración de la ciudadela correrá por cuenta de la Agencia de Educación Superior de Medellín, Sapiencia, con las tres instituciones de educación superior (IES) del municipio: el Instituto ITM, la Institución Universitaria Pascual Bravo y el Colegio Mayor de Antioquia.

Giraldo subraya que con las mejoras realizadas sobre el diseño, cerca de 8.000 estudiantes de la ciudad podrán hacer uso de las instalaciones. En el lote, que según la funcionaria es de 55.000 metros cuadrados, 23.000 metros cuadrados estarán destinados a equipamiento educativo y 37.000 corresponderán a espacio público. 

Sin embargo, toda obra tiene una historia: la Ciudadela Universitaria de Occidente ha enfrentado, durante los últimos tres años, cambios de nombre, ajustes a sus diseños, retrasos y nuevos modelos de funcionamiento. Pese a este, el objetivo sigue siendo el mismo: un espacio donde converjan diferentes instituciones universitarias que brinden educación superior a los jóvenes de Medellín.

La Ciudadela del Arte y a Cultura 

Durante más de 115 años, la cárcel de mujeres El Buen Pastor se mantuvo impenetrable entre las comunas de La América y San Javier. Esta, aparte de ser un espacio de reclusión para mujeres, también fue el lugar donde las religiosas de la congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor realizaban su obra misional: brindar acompañamiento a las mujeres en dificultades, a través de actividades formativas y evangelizadoras. 

El establecimiento penitenciario funcionó hasta 2010, año en el que las reclusas fueron trasladadas a la Cárcel de mujeres El Pedregal, en el corregimiento de San Cristóbal. Tendrían que pasar cinco años para que El Buen Pastor se redujera a escombros: en mayo de 2015, la firma se demolió con explosivos una parte del penal, correspondiente a la Casa San Juan Eudes, adscrita a la comunidad religiosa.

Ese mismo año, el entonces alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria Correa, anunció que este lugar se convertiría en una ciudadela universitaria, llamada inicialmente como Ciudadela de la Paz y la No Violencia, como un homenaje y un símbolo de resiliencia de la comuna trece, afectada por fenómenos de violencia.

El exalcalde señaló, por ese entonces, que el énfasis de los programas que se dictarían allí sería en humanidades, en artes, y en programas técnicos y tecnológicos que ayudaran a “construir convivencia y paz”. 

Alexandra Peláez, ex vicealcaldesa de Educación de Medellín durante la administración de Gaviria, señala que el proyecto nació a partir de una sinergia con la Institución Educativa Benedikta Zur Nieden, aledaño a la antigua cárcel, en la que se proponía que docentes del ITM y el Colegio Mayor dictaran cursos dentro de las instalaciones del plantel. Alcanzaron a recibir clases 120 jóvenes de la institución

“La idea era que ubicando la ciudadela en ese punto, la comunidad viera disminuidos los costos de transporte, de alimentación y que pudieran recibir educación de parte de las instituciones de educación superior que corresponden al municipio”, señala Peláez, quien añade que había otras alianzas con universidades que querían alojarse dentro de este espacio. 

En sintonía con la idea de que fuera un lugar de encuentro, los diseños estuvieron basados en espacios abiertos. Así, las aulas no estaban pensadas como las convencionales, sino como lugares abiertos que se pudieran ajustar a la capacidad de los estudiantes. 

“Cuando un estudiante de la comuna viera a las universidades presentes, en unas aulas  bien dotadas y abiertas, le permitiría pensar distinto y verse inserto en la ciudad y la comunidad de otra manera”, enfatiza Peláez.   

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Durante 2015 también iniciaron los primeros contactos con la comunidad, a quienes les socializaron el proyecto y les preguntaron los programas que consideraban pertinentes para su contexto. Sin embargo, de la ciudadela había una sola cosa que no les gustaba: el nombre. 

Para muchos habitantes de la comuna trece, el nombre profundizaba los estigmas de la violencia vivida por la comunidad. “Decían que era abordar el mismo tema siempre, por lo que abrimos una convocatoria masiva, a través de un plataforma de Ruta N, para que las personas escogieran un nuevo nombre y la bautizaron como Ciudadela del Arte y la Cultura”, puntualiza la exfuncionaria. 

Nueva oferta educativa 

Esta Ciudadela, renombrada durante la administración del alcalde Federico Gutiérrez como Ciudadela Universitaria de Occidente, también enfrentó algunos ajustes respecto a la oferta educativa que brindarán las tres IES municipales y otras universidades que podrían sumarse a la iniciativa. 

María Clara Ramírez, directora de Sapiencia, dice que este proyecto tuvo que ser ajustado al contexto de hoy, en el que hay una política pública de desarrollo económico y una apuesta por la innovación que propone diferentes roles dentro de la sociedad. 

“Hemos hecho un trabajo muy articulado con la empresa privada, para identificar cuáles son esos programas que ellos consideran pertinentes para sus empresas y cuáles roles necesitarán”, argumenta la directora de la agencia de educación del municipio. 

Durante la definición de los programas, que se darán a conocer en los próximos meses, se incluirán todos los niveles de educación, desde los cursos cortos, las técnicas y tecnologías, hasta la formación profesional. “El empresario hoy tiene urgencia por formar a las personas rápidamente, por eso es importante ser flexibles y ofrecer programas que incluyan la educación para el trabajo y el desarrollo humano”, afirma Ramírez. 

Una vez definidos los proyectos, Sapiencia se acercará a los jóvenes para presentarles dichos programas que, pese a ser muy demandados por el mundo laboral, como las tecnologías eléctrica, electrónica, mecánica, mecatrónica y desarrollo de software, no son tan conocidas. Ahora, el reto es seducir a los jóvenes para que vivan la Ciudadela Universitaria de Occidente.