Abundan los profetas falsos, suelen florecer en épocas de extendida sequía intelectual y moral,
Abundan los profetas falsos, suelen florecer en épocas de extendida sequía intelectual y moral, caracterizadas también por un voraz apetito por lo que se consume en el mundo de la moda o de los centros comerciales. Son quizás tan convincentes y comunes como los anunciadores de nuevos desarrollos y tecnologías cuyos intereses esencialmente apuntan a los niveles de ventas masivas de los aparatos y píldoras que promocionan. Se parecen también a los entusiastas repetidores de curas milagrosas para el cáncer, la obesidad, el envejecimiento o las incontables alteraciones psiquiátricas que parecen inundar paradójicamente a las sociedades del bienestar, acosadas por el fastidio existencial, el deterioro de las relaciones interpersonales y familiares, la prevalencia de la soledad y el egoísmo, y supuestamente aliviadas con la compra venta de neuro-moduladores, otras de las nuevas panaceas.
Hay falsos profetas muy sofisticados: ostentan brillantes hojas de vida académica y ejercen desde sus pupitres y publicaciones con resonancia mundial, una influencia que es difícilmente sospechada por los convencionales lectores de prensa o por el ingenuo público de medios masivos y redes sociales, enfocados en cuestiones de la farándula o en los habituales pequeños y grandes escándalos de las personalidades del momento.
Savulescu, quien ejerce actualmente la dirección del Instituto de Ciencias y Ética (Oxford Martin School) se ha inventado dos “principios” que –si no son leídos y pensados con el rigor que exige una visión prudencial de la materia- podrían parecer verdaderos e interesantes. Pero cuidado, las cosas no son tan simples. El citado profesor trata de hacer creer a los ámbitos académicos que sus pretendidos principios, la “autonomía reproductiva” y la “beneficencia procreativa” son originales e importantes. Por ello cree poder justificar a posteriori el amplio uso de los mecanismos de selección embrionaria con fines eugenésicos que necesariamente se vincula a las tecnologías de reproducción asistida en humanos. En realidad, vale la pena anotar esto: no son principios válidos racionalmente ni son originales. Las visiones eugenésicas tienen una larga trayectoria histórica. Si limitamos el campo a las primeras décadas del siglo XX, se identifican los antecesores de la visión neonazi eugenésica contemporánea: el jurista Karl Binding y el psiquiatra Alfred Hoche. A ellos se debe el concepto de las “lebensunwertes” –“vidas que no merecen ser vividas”, y son el sustrato teórico del positivismo jurídico para la práctica concreta del genocidio que comenzó con la aplicación de la eutanasia y eugenesia masivas bajo la bota del régimen nacional-socialista en sus primeros años, después de 1933. Son una combinación de equivocada compasión y de brutal convicción de la superioridad de unos seres humanos sobre otros. Savulescu, proponiendo la neo-eugenesia, no está inventando principios. Simplemente está tiñendo de un cuidadoso y elaborado lenguaje pseudo-académico el renacimiento de la ideología utilitarista nazi, adobándola con una cuidadosa capa de pintura lingüística en la que también hay mucho de la degradación de los contenidos de la democracia, la libertad, la responsabilidad y la solidaridad entre seres humanos.
Dolorosamente aquel renacimiento de ideas de deshumanización e injusticia es entendido por algunos como progreso. Hay que estar alerta ante estos pretendidos avances. Pensadores rigurosos y prudentes como Kass, Pellegrino, Marías y Fukuyama lo han advertido oportunamente y merecen ser tenidos en cuenta pues han señalado con lucidez la gravedad de lo que sucede con la ideología del cientificismo y la neo-eugenesia.