Brujas, lobos y ogros existen en la vida real y hoy están encarnados en diversos personajes anónimos o importantes que maltratan, violan y asesinan a los niños
Todo lo relacionado con los niños y las niñas nos llega más al alma. Supongo que no a todos, pero sí a la mayoría aunque no en la misma intensidad emocional. Por eso son tan exitosas las películas, libros, fotografías y hasta los comerciales donde los niños son protagonistas o juegan un papel importante. Por eso nos regocijan tanto las noticias o anécdotas donde la espontaneidad de los niños es el centro. Y también por eso nos laceran tanto el corazón las noticias o anécdotas en que los niños sufren o son víctimas. Bueno, no a todos, pero creo que a la mayoría (obvio que a sus victimarios no).
Pues resulta que érase que se era una vez y millones de veces, que el mundo real -el de ayer y el de hoy- está lleno de los ogros, brujas malvadas y lobos feroces que tanto nos asustaban en los cuentos infantiles. Brujas malvadas como la que engordaba a Hansel y Gretel en una jaula para engullírselos, o como el ogro que persiguió a Pulgarcito y a sus hermanitos para su cena, o como sus padres que los abandonaron en el bosque, o como el lobo que engañó a Caperucita Roja y a su abuelita.
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Esas brujas, lobos y ogros existen en la vida real y hoy están encarnados en diversos personajes anónimos o importantes que maltratan, violan y asesinan a los niños bajo diversas formas y excusas.
Esta semana el mundo fue testigo con horror y dolor de los llantos, lamentos y gritos de cientos de niños, incluyendo bebés, encerrados no propiamente en la torre de un castillo de Transilvania o en una casita de chocolate embrujada o perdidos en la espesura del bosque de un reino lejano. No. Estaban en un centro de reclusión de inmigrantes en EE. UU. Según datos oficiales fueron 2.342 niñas y niños ¡enjaulados! desde principios de mayo de este año, muchos de los cuales clamaban por la presencia de sus padres de quienes fueron separados por Trump en virtud de su política antiinmigratoria.
Desgarradores audios acá: https://youtu.be/PoncXfYBAVI
Los desplazados y refugiados en todo el mundo también nos han mostrado esas miradas confusas y perdidas de los niños que sufren lo indecible en ese deambular por un planeta o un país donde nadie los quiere (el 53 % de los refugiados del mundo son niños, niñas y jóvenes según ACNUR). La foto del cuerpecito ahogado de Aylan Kurdi, el niño sirio encontrado en una playa de Turquía hace casi tres años, todavía nos conmueve como símbolo, no solo de esos inmigrantes que cruzan el mítico Mediterráneo, sino de todos los inmigrantes y desplazados del mundo y, claro, como muestra en general de la crueldad que de diversas formas se ensaña contra esos seres humanos todavía puros y por ello más vulnerables a todo.
Pero no hay que ir muy lejos. En Colombia también vivimos la realidad de esos cuentos infantiles que más parecían de terror. Son muchas las maneras cómo maltratan a nuestros niños, varias de ellas brutales y mortales. Decenas de ejemplos, como Yuliana Samboní en Bogotá, Sarita en Armero Guayabal hace cerca de un año y otros miles de niños violados, torturados y asesinados que ya ni sorprenden y eh ahí lo más triste y desconsolador.
Esa es la forma brutal directa. Pero hay otra forma que esconde su brutalidad en inocentes contratos y actas de papel, y en acciones y omisiones de funcionarios públicos y negociantes privados. El más claro ejemplo son los robos a la vida -sí, les roban vida- de los niños por medio de la corrupción en el Programa de Alimentación Escolar -PAE- que tantas veces he denunciado en mis columnas. Es una suerte de delito continuado y denunciado y publicado ya por años de años y eh ahí su mayor daño y vergüenza.
Y ni hablemos de los niños wayúus que por la misma y otras causas siguen muriendo de desnutrición, pese a las denuncias periódicas que también se han vuelto paisaje.
Sí. Colombia también está plagada de brujas malvadas, de ogros y de lobos feroces que maltratan, torturan, violan y asesinan lenta, velada o directamente a miles de niños. No es solo Trump en el gran EE. UU. con su política antiinmigratoria, ni los países de la “civilizada” Europa que niegan la entrada de barcos repletos de familias enteras o diezmadas. Nuestro país sigue siendo también una tierra no apta para menores de edad donde miles de adultos llegan a serlo de milagro.
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Las violencias, la codicia, la politiquería, la ineficiencia, los odios, la negligencia, la corrupción y el silencio escriben en Colombia nuestro propio cuento de terror.
Y colorín colorado, este cuento no ha terminado…