Sin llegar al patetismo del sátrapa, Colombia vive una campaña abundante en manipulaciones y mensajes equívocos que minimizan, y hasta ocultan, a candidatos y hechos que debieran ocupar la atención del país.
Al hacer poner su opción diez veces en el tarjetón para las elecciones presidenciales de Venezuela, una por cada partido chavista que lo apoya, Nicolás Maduro superó en patetismo a las figuras más fuertes de las novelas sobre dictadores latinoamericanos, creadas por las plumas de los más brillantes escritores del continente. Además, demostró cuán grotescas pueden llegar a ser las campañas electorales guiadas por el afán de notoriedad para los medios de comunicación y redes sociales, a los que toman como peldaños en su desesperado propósito de ascender en las encuestas.
Algunas campañas colombianas recorren los terrenos de la propaganda negra, la manipulación de la opinión o la tergiversación de realidades, fabricando globos que concentran la atención de los medios y la opinión, que terminan distrayéndose, ignorando o hasta despreciando los hechos trascendentales. Sin llegar tan lejos, empiezan a tener matices que las hacen comparables con los actos del sátrapa.
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Aunque era seguido desde el mes de marzo, cuando se hizo sospechoso por seguir a funcionarios estadounidenses en Bogotá, el inmigrante cubano Raúl Gutiérrez, que entró ilegalmente al país, adquirió notoriedad tras conceder una entrevista a Vicky Dávila en la cada vez más escandalosa W Radio. Allí ofreció versiones sobre una supuesta vinculación a grupos terroristas y su pretensión de atentar contra el candidato Gustavo Petro y timochenko, declaraciones que el resto de los medios de comunicación se apresuraron a amplificar, generando fuerte idea de verdad sobre un hecho todavía no investigado. Además, pedir un certificado de salud mental del personaje, como la Fiscalía lo ha hecho, es menester para que cuanto antes se le diga al país la verdad completa sobre el inmigrante ilegal, las razones de su presencia en Colombia, sus patrocinadores y aliados. Y que los medios de comunicación que dieron veracidad a sus fantasías divulguen con igual intensidad la verdad.
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Semejante en notoriedad, falta de verificación y repetición incesante, es la noticia sobre la negación de la campaña Vargas Lleras del uso de mjeres en tanga para promocionar a ese candidato en Santa Marta. Con el debate en redes sociales y el empecinamiento de los medios de comunicación en mantener vigente el tema, la campaña del ex vicepresidente ha logrado que durante casi cinco días se mantenga vigente una aspiración a la que ni la unión de poderosos barones electorales ha hecho despuntar en las encuestas.
Las estrategias de inflar a algunos también se usan para desconocer o minimizar a otros.
El anuncio de un posible atentado contra el expresidente Álvaro Uribe y la alerta recibida por el candidato Iván Duque por el riesgo de un ataque a él o su sede, recogen las amenazas que se ciernen sobre los opositores al gobierno y los acuerdos con las Farc durante la campaña presidencial. No obstante ser creíbles por las batallas dadas por los asechados y en tanto han sido anunciadas por autoridades que no los cuentan entre sus afectos o aliados, la reacción mediática a estas importantes denuncias no ha sido la de la amplificación y solidaridad que sí se ha ofrecido en los otros casos, en los que no resulta posible demostrar la veracidad de los hechos.
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Cuando faltan 19 días para la realización de la primera vuelta presidencial es preciso que la ciudadanía preste máxima atención a los hechos y mensajes con que muchas de las campañas electorales, y de los medios de comunicación que ya se han comprometido con ellas, comienzan a manipular la agenda informativa, los temas de opinión y, peor aún, las emociones de los electores.