Corrupción micro y macro

Autor: José Alvear Sanín
22 marzo de 2017 - 12:09 AM

El auge de la corrupción en Colombia es inicio innegable del avance en la construcción del “nuevo país” del lema oficial.

El auge de la corrupción en Colombia es inicio innegable del avance en la construcción del “nuevo país” del lema oficial.

Según Transparencia Internacional, Colombia ocupa el puesto 60 (entre 176 países) en el Índice de Percepción de la Corrupción, mientras El Salvador ocupa el 95; Bolivia, el 113; el Ecuador, el 120, ¡y Venezuela, el 166!

Como ya ingresamos de facto al bloque del Foro de Sao Paulo, Colombia deberá alcanzar a los países que ya pertenecen de iure a ese selecto club, si quiere la plena membresía del mismo a partir de 2018. ¡En ningún caso podremos ser menos que Venezuela, ideal político reconocido por Iván Márquez muy recientemente!

El actual gobierno no ahorra pasos en ese sentido. A pesar del sigilo oficial, algunos periodistas independientes, sobre todo en las redes sociales, van revelando cifras que  nos aterran a los nostálgicos del viejo país, pero no inquietan a los forjadores del nuevo régimen.

Los imperdonables y enormes extracostos del Metro de Medellín y del Guavio palidecen frente a las cifras astronómicas de Reficar, que rivalizan con las del ensanche del canal de Panamá, buen punto de comparación para darnos cuenta de lo que ha ocurrido en esa refinería.

Los límites entre la corrupción micro y la macro son imprecisos. En la Colombia que marcha hacia el socialismo del siglo xxi, pienso que no sería absurdo catalogar hasta módicos 100.000 millones la corrupción micro, y considerar que a partir de esa cifra podemos hablar de la macro.

Dejo el análisis de esta última a la Contraloría Nacional y todo lo de Odebrecht, a la Fiscalía, haciendo votos para que los doctores Maya y Martínez dejen atrás sus nexos más que discutibles de antaño, para decidirse por el verdadero ejercicio de la magistratura moral que les incumbe. Nunca es tarde para actuar rectamente…

Aceptando esa línea divisoria, este artículo no se ocupará de los contratos a dedo por $ 113.000 millones para el clan Galán Pachón, ni de los centenares de miles de millones en “publicidad”, derramados a partir de la fafarachera alcaldía de Fajardo para fabricar un personaje presidencial de pacotilla y mantener a la gente en Antioquia a oscuras del gigantesco despilfarro y de las pésimas inversiones de EPM, cuya pauta sostiene a tantos periodistas y medios en aplauso permanente. Este capítulo de mermelada local también se lo dejo a los doctores Martínez y Maya.

El enfoque de esta columna es modesto. Por esa razón me pregunto si es que la nieve de los años no le deja ver a su autor hasta dónde se ha envilecido nuestra moneda. ¿Qué son los $ 4.000 milloncitos de la monita von Springer und Lizarazo frente a los $ 6.000 millones para Corpovisionarios, la creación de Antanas Mockus, avalista moral agradecido de la largueza presidencial? ¡Igualmente, los contratos ad homine para el hermanito del minhacienda por $ 12.000 millones, o los $16.000 millones para la fraterna “Sístole” presidencial parecen apenas letra menuda!

El océano de mermelada para los congresistas arroja resultados individuales de menor cuantía, porque tres billones, dividido por doscientos ochenta y pico de congresistas amigos del gobierno, arroja un promedio cercano a los $ 100.000 millones, que los ubica hacia el límite de mi línea divisoria…

Vale la pena comentar los contratos de Roberto Prieto, que Julio Sánchez Cristo estima en $ 80.000 millones, la Procuraduría, en $20.000, y el afortunado contratista, apenas en $8.000. Aunque faltan los montos de 10 contratos, con benedictina paciencia he sumado los 24 revelados, para llegar a la suma de $31.698 millones. Estos pormenores proceden de la revista Semana on line, insospechable fuente santista (marzo 16).

No me voy a referir a los $11.554´251. 920 regados por Sergio Jaramillo con el avieso propósito que todos conocemos, porque finalmente solo quiero hacer una pregunta: Si todos estos actores secundarios, meras comparsas dentro de un plan siniestro, han recibido tan impresionantes sumas, ¿cuánto habrá apañado el más eficaz de todos los conjurados, el perverso e impávido Humberto de la Calle?, único secreto que falta por revelar en el escandaloso ocaso de este gobierno.

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