Johana Arrieta es una corredora de paso demoledor y palabras precisas. En sus piernas, están las promesas de grandes logros para Colombia en el atletismo en los próximos años.
Mientras los ojos la buscan por toda la pista una graciosa advertencia de dos de sus compañeros confirman la percepción sobre su timidez surgida en un primer diálogo tiempo atrás. “¡Ave maría! ¿Y le van a tomar fotos? ¡Que no se vaya a dar cuenta!”, sueltan entre risas y ubicándola en medio de la gente para intentar retratarla mientras ella en la pista y sin advertir el lente dice todo lo necesario sin musitar una sola palabra.
Corriendo, Johana se ve imponente y soberbia. Sentada respondiendo preguntas, luce indecisa y sutil y le cuesta encontrar palabras para esa conquista grandiosa e inesperada producto de su implacable paso sobre la pista.
“¿Qué significa clasificar a Londres? Bueno...no sé, la verdad. Es algo muy grande para mí; no porque piense en una medalla o una clasificación a finales, que es difícil, sino por la experiencia única de estar en un Mundial de mayores. Pero sobre todo porque el sólo hecho de estar allá me demustra lo que soy capaz de lograr. Además me gusta que mis papás, mi entrenador y mis compañeros se sientan orgullosos de mí...Es que son tantas cosas”, dice Johana con una sonrisa retraída que no se resuelve a salir completa.
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Quizás en ese cúmulo de cosas que tiene por decir y no sabe cómo están la descripción del momento en que cruzó la meta en Asunción convertida en la nueva campeona sudamericana de los 800 metros con apenas 18 años, o lo primero que se le pasó por la cabeza cuando supo que por ser la reina sudamericana de esta prueba se ganó un lugar en el Mundial de Atletismo, la reunión de los más grandes donde verá ahí cerquita y en carne y hueso a descomunales como el británico Mo Farah, rey del fondo olímpico; o el keniata David Rudisha, el más rápido de la historia en los 800.
Querrá recordar también aunque le cueste, las palabras precisas con las que les explicó a sus papás la dimensión de asistir al mismo certamen de Wayde van Niekerk, el hombre que tumbó el legandario récord de Michael Johnson en los 400; de conformar delegación junto a Caterine Ibargüen y correr en la misma pista donde Usain Bolt dará su última función.
Antes de Londres está Perú y atrás otros lugares
Pero la cita mundial será en agosto y antes Johana hará una parada en Trujillo, Perú, donde correrá en el Panamericano de Atletismo Sub-20. Allá el objetivo es otro: “Las medallas”, dice con firmeza. “En Trujillo nuestra meta junto con mi entrenador es alcanzar el podio”, asegura la joven atleta, quien ya distendida sobre la pista empieza soltar todo lo que tiene por decir sin necesidad de hurgarle respuestas.
Por ejemplo, ahora que sellará su pasaporte próximamente con dos destinos más, recuerda que por cuenta de ese documento estuvo en problemas al otro lado del mundo. “En Polonia, en una ciudad con un nombre super raro, estaba en el Mundial Sub-20 y se me perdió el pasaporte, o me lo botaron (risas). Y tuve que hacer un voleo de cosas para salir de allá. Hasta asustada estaba ya y llegué a pensar que me iba tocar quedarme”, cuenta la atleta mientras deja ahora sí que la risa salga ruidosa y desenvuelta.
Esa ciudad de nombre raro a la que se refiere Johana es Bydgoszcz, una remota ciudad al norte de Polonia bañada por dos ríos, pequeña, bonita y de arquitectura medieval y moderna, que ha sido hasta ahora el destino más lejano al cual ha llegado la antioqueña gracias al atletismo.
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“Polonia me gustó, también Puerto Rico, que lo conocí hace un tiempo, y Nasáu, en Bahamas. Todos esos lugares que he conocido tienen para mí un significado especial...Bueno, mentiras, no todos: Lima no me gustó. Es una ciudad muy gris, mucha congestión, mucho ruido. Prefiero lugares como más naturales”, confiesa Johana, sin saber cómo expresarlo o quizás sin pensarlo, que esa predilección por sitios de atmósfera apacible tiene que ver con su personalidad, esa que la hace sentir incómoda entre multitudes o frente a miradas extrañas. Claro que bien sabe que si continúa con la proyección que ahora tiene le va tocar negociar con su timidez porque la exposición pública es inevitable y hasta necesaria camino al éxito. “Pues sí, eso me han dicho bastante. Voy a intentarlo de a poquito. Aunque ojalá siempre fueran así, charladito. ¡Pero esas entrevistas en vivo! Hum, eso sí es difícil”, reacciona Johana ante la idea de una avalancha de flashes y preguntas tras un triunfo importante. Y aunque ella afirme que vive en el presente y no piensa en cosas futuras sus ojos que brillan como dos bombillitos cuando se habla de unos Juegos Olímpicos o un reconocimiento de repercusión mundial, dicen lo contrario.
Proyección en la pista y una promesa fuera de esta
Hace un año Johana puso en apuros a la experimentada Rosibel García en la prueba de los 800 en el Nacional de Mayores. Sólo era el anticipo de lo que llegó meses después inevitablemente, y es que la corredora del Valle, medallista panamericana y multicampeona sudamericana con un registro de 1:58 en sus mejores días, vio como la pequeña atleta de La Estrella la supera ahora en cuanta competencia se encuentran. Pero lejos de rivalizar Rosibel surte de consejos cada vez que puede a Johana. “Es muy bonita persona y una berraca también. Siempre tiene algo importante que decirme o enseñarme”, cuenta. Enseñanzas que también recibe de Muriel Coneo, la fuerte morocha de Isla Fuerte que al igual que Johana comenzó a deslumbrar desde muy pequeña en los 800 y desde hace varios años tiene a Colombia entre lo más alto en el exterior en los 1.500 y 3.000 metros.
La trayectoria de Muriel es un buen espejo para Johana. “Corrí los 1.500 en el Nacional y quedé tercera. Creo que me puede ir muy bien en esa prueba en un futuro”.
Johana tiene 18 años. En 2014 tenía una tiempo de 2:08 y el año pasado corrió 2:05:39, su proyección es más que notable. Hay que recordar además que las pruebas de semifondo permiten una carrera dilatada pues a mayor edad más capacidad de resistencia tienen los atletas para distancias superiores. Por eso los maratonistas llegan fácilmente a los 40 años compitiendo a tope. Lo que permite pensar que a Johana le quedan tantos años y oportunidades en el atletismo como su pensamiento alcance a dimensionar.
Por fuera de la pista tiene una promesa pendiente y es que esta año por lo abultado del calendario de competencias hizo una pausa en sus estudios tras acabar el bachillerato. Pero en su porvenir sigue firme el anhelo de ser arquitecta o diseñadora industrial. “Son carreras difíciles de mezclar con el atletismo pero si se quiere se puede. Con paciencia y calma”, dice con mirada pensativa mientras sobrevuela la pista con los ojos.
Más tarde vuelve a la pista a entrenar en silencio. Y viéndola correr con esa elegancia y ritmo se entiende que las palabras sobran para decir todo lo que tiene por decir.