Si nos gusta la pólvora, pues entonces que el Estado promueva espectáculos públicos pirotécnicos de la más alta tecnología, con la mayor seguridad
Parece que definitivamente hay asuntos que se nos salen de las manos en términos de control y la idea de buscar remedios efectivos se convierte en una obligación, que en el fondo sabemos que muy seguramente no funcionará, pero al menos quedará la constancia que se hizo el intento. Tal es el caso de la alborada en el Valle de Aburrá, que a pesar de los esfuerzos de las autoridades, se ha convertido en una expresión buena o mala, pero que ya hace parte de la cultura decembrina, al menos para esta generación. Los últimos dos años hemos visto cierta disminución, no debido al control y las recomendaciones elaboradas, sino primero, por el accidente aéreo del equipo Chapecoense hace ya un año y este año, por la tormenta eléctrica y el aguacero que coincidencialmente se desataron sobre el territorio.
El otro es el flagelo del narcotráfico, que será insoluble mientras la demanda permanezca, o peor aún, crezca. Un poco en serio, y un poco en broma, uno se atrevería a sugerir que, ante la ineficiencia del Estado para sacar adelante ciertos propósitos, pues una manera de acabar con la bendita alborada de una vez por todas, es que el propio Estado se encargue de su organización, para que así veamos por fin, extinguida esta práctica, ante su incapacidad para planearla, organizarla y ejecutarla con el mismo éxito que tiene hoy.
De igual manera, imaginemos por un momento que fuera el Estado el dueño del negocio de las drogas: como en muchos otros casos, se le saldría de las manos y este lucrativo negocio desparecería por falta de gerencia.
¿La razón de la sin razón? ¿Una crítica injusta ante las reales capacidades del Estado? ¿Una falta de respeto y credibilidad hacia las instituciones actuales? Juzgue usted amable lector y tome sus propias decisiones. En todo caso, es claro que no por hacer más de los mismo, se pueden esperar resultados distintos a los ya obtenidos. ¡El cáncer no se cura con alcohol!
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Lamentablemente en lo que no se puede dar ningún espacio de tregua es contra el uso de pólvora. Ya tenemos este año, al inicio de la temporada, récord a nivel país en número de niños quemados. ¿Irresponsables los padres? ¿Irresponsables los niños? ¿Irresponsable todos? Si nos gusta la pólvora, pues entonces que el Estado promueva espectáculos públicos pirotécnicos de la más alta tecnología, con la mayor seguridad, pues quienes manipulan la pólvora y administran el espectáculo son profesionales en el tema. Tenemos cerros, tenemos parques, tenemos algunos espacios públicos que podrían ser adaptados para este tipo de eventos.
Otro tema que se ha convertido en el “gran coco” es el de los desmanes de los aficionados del fútbol dentro y fuera del escenario deportivo. Carnetizar no deja de ser una medida simbólica: para eso está la cédula de ciudadanía. Cámaras, videos y cárcel.
Para los colados en los sistemas de transporte público, primero, educación desde pequeños. ¿Quién les está enseñando a los niños como comportarse adecuadamente en la calle como peatones y como usuarios del transporte público? ¿Las escuelas? ¿Los colegios? ¿Los papás? Puedo equivocarme, pero creo que nadie y cada quien se defiende en la jungla como puede.
Inculcar la cultura ciudadana es un deber de gente civilizada. Aprender a coexistir es un asunto mayor, del cual nos debemos ocupar.
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Seguimos insistiendo en la necesidad de dotar a Medellín de un adecuado Centro de Espectáculos.