Ante las desafiantes demostraciones del creciente poderío nuclear de Corea del Norte, se requieren acciones conjuntas pero decisivas a fin de evitar una confrontación militar de gran escala.
Con el lanzamiento el pasado martes 4 de julio, de un misil que podría alcanzar a Alaska y que el obsesivo líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, calificó como "regalo" en conmemoración del día de la independencia de Estados Unidos, el mundo entero ha quedado advertido de las capacidades alcanzadas por su programa armamentista nuclear y las que seguirá desarrollando con el fin de utilizarlas, cuando a su líder se le antoje y sin controles internos o externos que puedan detenerlo.
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En la reunión de emergencia que ayer sostuvo el Consejo de Seguridad de la ONU (el séptimo en lo corrido del año a causa de las violaciones de Corea del Norte a resoluciones emitidas por dicho Consejo), se volvieron a escuchar las declaraciones de enérgico rechazo y llamado a la "completa, verificable e irreversible" renuncia de Corea del Norte a su programa nuclear. Estados Unidos, en alianza con Corea del Sur y Japón preparan una nueva resolución cuyas medidas sean proporcionales a la última provocación. China y Rusia, aliados de Corea del Norte que le permiten el flujo de capital necesario para financiar el costoso programa a pesar de las apremiantes necesidades de la población norcoreana, tendrán que demostrar de qué lado están como miembros del Consejo de Seguridad. El tiempo y las oportunidades de una salida diplomática o motivada por sanciones y embargos económicos, se agotan ante los evidentes desafíos de Kim Jong-un y su régimen a los requerimientos de la comunidad internacional. La Onu y su Consejo de Seguridad, son puestos a prueba en la que puede ser la hora más decisiva para evitar una confrontación militar de proporciones catastróficas.