Dejación parcial de armas y arremetidas contra la justicia muestran a unas Farc todavía ausentes de la democracia.
El mediático show con figuras internacionales para reclamar apoyo de los colombianos al tránsito de las Farc de la guerra a la política desarmada ha coincidido con diatribas de reconocidos jefes farianos contra funcionarios e instituciones de justicia que buscan cumplir sus obligaciones con la independencia que la majestad de la justicia les exige.
Cuidado hasta el mínimo detalle, el espectáculo del depósito de armas no logró transmitir el entusiasmo que sus creadores pretendían. Quienes no pudieron transmitir la pasión por el evento reclaman al honorable público, evitándose así reconocer protuberantes fallas de esta dejación de armas.
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Es difícil conseguir adhesión para un acto de dejación de armas parcial, porque son inciertos el contenido y las decisiones sobre las abundantes caletas de esa organización; incompleto, en tanto no quedarán registros e historiales de armas recibidas por la misión de la ONU, que se redujo a mera firmona; y manipulado con la producción de imágenes para ser reproducidas por medios de comunicación que renunciaron a indagar y vigilar a cambio de participar de los receptores de la información editada al gusto del emisor.
A la historia le faltará una imagen de los guerrilleros dejando sus armas como gesto simbólico de su tránsito de grupo armado en confrontación con el resto de la sociedad, sus distintos, a organización con aspiraciones políticas en deliberación con los ciudadanos que van a contradecirlos, cada vez con más fuerza seguramente, sin que la diferencia indique descalificación o persecución.
Los eventos creados para legitimar la dejación de armas coincidieron con intervenciones públicas de los guerrilleros alias jesús santrich y timochenko, en "foros" nacionales e internacionales en los que presentaron, sin maquillajes ni asesorías, sus ideas comunes contra funcionarios de la Rama Judicial que han proferido fallos o emitido opiniones que no han sido del gusto de esos guerrilleros.
Por recordar que el Congreso tiene la obligación de deliberar sus decisiones, no simplemente tramitarlas como firmón de creaciones ajenas, la Corte Constitucional se convirtió en blanco de la última expresión verborreica de alias jesús santrich. En uno de los foros organizados por el expresidente Samper para la presentación en sociedad de los jefes farianos, Seusis Pausivas Hernández usó palabras soeces contra las decisiones de la corporación, la tildó de “cortecita” y se encargó de sumarla entre los “enemigos de la paz”, o sea distante de las Farc. La posición no es aislada. Rodrigo Londoño aprovechó la invitación de los noruegos a un foro privado sobre paz para amplificar la arremetida contra la Corte, para reclamar apoyo internacional para exigir a los organismos de justicia aplicar los acuerdos y las normas del Congreso o el presidente que, en criterio del jefe fariano, los interpretarían.
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Que hombres todavía en armas y sin desmovilizarse se declaren en rebeldía contra las escasas decisiones de la justicia que han puesto la Constitución y la Ley como límites a los acuerdos con las Farc no se explica porque han optado por sumarse a la discusión democrática que propende por el mejor funcionamiento de las instituciones. Demuestra que, simplemente, no han iniciado un proceso de incorporación a la democracia, comprensión de su filosofía y adhesión a las reglas de juego.