Contra pesimismo, objetividad

Autor: Luis Fernando Múnera López
17 abril de 2017 - 12:07 AM

Avanzar en las mejoras sociales, sostener las instituciones democráticas y construir un país mejor, sin cerrar los ojos ante la realidad”

Estamos cayendo en una indignación extrema y un derrotismo colectivo que a nada bueno conducen.

Me apoyo en un ejemplo para abrir esta reflexión: Entre 2010 y 2016 en Medellín, una ciudad con 2’500.000 habitantes, la población en condición de pobreza disminuyó aproximadamente en 130.000 personas, y la población en condición de indigencia bajó en 10.000 personas. Todavía hay 300.000 pobres y 70.000 indigentes. No puede negarse que este problema, el más grave que enfrenta la ciudad, todavía es grande. Pero, si la información es cierta, no puede desconocerse que el esfuerzo por solucionarlo va surtiendo efecto.

No se trata de negar que sufrimos dificultades a todo nivel, desde el personal hasta el de las más altas esteras del Estado, sino invitar a pensar si absolutamente todo es malo y la actitud correcta es el derrotismo, o si puede reconocerse que hay cosas buenas y que el futuro puede ser promisorio.

Nos domina la desconfianza contra las decisiones y las actuaciones de los dirigentes, como si pudiese afirmarse que la corrupción y la ineficacia hubiesen tomado el control completo de todos los actos, tanto públicos como privados. Sin negar la necesidad de estar atentos contra actuaciones equívocas o antiéticas, no podemos caer en el extremo de considerar que todo funciona mal. El derrotismo es tan destructor como lo son la indiferencia y la connivencia con el mal.

El ejercicio de la Justicia se ha trasladado a los medios de comunicación, en particular a las redes sociales. El rumor y la calumnia se enseñorean, sin que se les exija demostrar lo que afirman. Cuando algún juez dicta un fallo contrario al sentir popular, este vocifera desautorizando al magistrado, sin argumentos ni pruebas.

El debate pierde calidad, por falta de sustancia y de argumento, y las consecuencias son peores que el mal que pretende combatirse, porque el resultado son la desmoralización y el derrotismo colectivos. ¿Podrá existir la rebeldía acompañada del buen juicio?

Otro ejemplo: En medio de la expectativa por el éxito del acuerdo de paz, en particular lo relacionado con víctimas, reforma rural integral, participación política y jurisdicción especial de paz, es alentador que la concentración de guerrilleros y la dejación de las armas avanzan positivamente. Es muy bueno que las Farc-EP no hayan realizado acciones subversivas durante 240 días.

Colombia es una nación con instituciones fuertes y su régimen democrático funciona, aunque ni las unas ni el otro sean perfectos. Así las cosas, no tiene sentido predecir que el país se dirige a un régimen absolutista de izquierda.

Ahora bien, preguntémonos a quién le sirve el estado de desconcierto y pesimismo.

Les sirve a los políticos que la usan con fines proselitistas. Como dice Alejandro Gaviria, ministro de Salud y Seguridad Social: “Los extremos ideológicos siempre han querido negar el progreso, se nutren del negativismo. La derecha jamás reconocerá los avances en institucionalidad y la izquierda no reconocerá los avances sociales”. No les hagamos el juego.

Este negativismo también les sirve a quienes cultivan odios contra personas o contra grupos. Para ellos, sus sentimientos personales tienen preeminencia sobre el bien común, y son incapaces del perdón y de la generosidad. No los acompañemos en su rabia.

Los medios de comunicación, en particular los columnistas de opinión tenemos una responsabilidad muy grande en esta situación que estamos viviendo.

La reflexión que estamos proponiendo está vinculada con la posibilidad de avanzar en las mejoras sociales, sostener las instituciones democráticas y construir un país mejor, sin cerrar los ojos ante la realidad y sin cometer la injusticia del juicio apresurado. Contra pesimismo, objetividad.

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