El silencio de los fusiles, documental dirigido por la periodista Natalia Orozco, fue grabado en La Habana e hizo seguimiento de lo que fue la firma del acuerdo de paz con las Farc. Estará en la cartelera de Cine Colombia entre el 20 y 23 de julio y en el Mamm durante agosto.
El silencio de los fusiles se presenta como un documental íntimo y profundo del fin de la guerra con las Farc. Se estrenó el pasado viernes en el Museo de Arte Moderno de Medellín y en 120 minutos el relato resuelve las preguntas y muestra las confesiones que esperábamos ver los colombianos durante los cinco años que las delegaciones del Gobierno y las Farc buscaron llegar a un acuerdo político, pero que hasta ahora se conocen por el hermetismo que siempre acompañó el desarrollo del diálogo.
EL MUNDO habló con su directora, la periodista Natalia Orozco, sobre la realización y los temas que se abordan en este largometraje.
¿Cómo surgió la idea de hacer el documental?
Yo soy periodista y siempre he tenido una pasión muy grande por narrar historias y por viajar. Pero para mí los viajes más apasionantes son los que uno hace por la condición humana y eso fue lo que me llevó a cubrir otros conflictos y guerras en el mundo. Lo que me llevó a hacer mi primera película documental en Libia (África) durante la caída de Muamar el Gadafi.
Entonces cuando empiezan a salir rumores de que había delegados de las Farc y de Santos encontrándose en secreto en las selvas colombianas, yo estaba terminando la primera película. En ese momento entendí que si eso era verdad, Colombia, para bien o para mal, tenía una oportunidad histórica. Yo sentí que esa historia tenía que ser narrada y después de 17 años de hacer periodismo por fuera del país, decido regresar a Colombia para dedicarme a contar esa historia.
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¿En qué escenario se grabó el documental?
La mayor parte se grabó en La Habana, porque es un documental que no quiere resumir la historia de Colombia, ni quiere abarcar todos los ángulos. Este es un documental que cuenta como dos visiones opuestas del mundo deciden sentarse y poner los temas sobre la mesa e intentar solucionar esas enormes diferencias de una manera distinta. El documental no cuenta los elementos técnicos de la negociación de paz, lo que hace es reivindicar el valor de la palabra como único mecanismo legítimo para solucionar los conflictos. Además hay un cuestionamiento, no solamente sobre los horrores que cometieron la guerrilla y el Ejército, sino también sobre la indolencia e indiferencia de la clase media y alta, mientras los colombianos más vulnerables eran las víctimas de todos esos vejámenes.
¿Cómo logró traspasar el hermetismo que estuvo tan presente en las negociaciones de La Habana?
Yo no entré a la mesa de negociación. Allá no entró ninguna cámara. Yo tuve conversaciones y entrevistas después de los encuentros, con los protagonistas de ambos lados de la mesa. Y eso hace que sea valioso porque son entrevistas que se hicieron en momentos cruciales. Además, el Gobierno y las Farc se dieron cuenta de que yo iba a cumplir mi palabra de que no iba a salir nada hasta que no se cerraran las negociaciones, entonces logramos unas conversaciones más profundas, íntimas, la suma de muchos instantes de verdad.
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¿Durante la grabación hubo momentos en los que pensó que la paz no se iba a lograr y por ende que el documental no se iba a poder hacer?
Sí, muchos. De hecho el proceso de paz estuvo al borde del abismo muchas más veces de lo que la opinión pública se enteró. Obviamente, una película no busca un final feliz sino narrar una historia. Entonces yo durante muchos días pensé que iba a ser una película que se iba a llamar ‘El otro intento’, ‘La paz que no alcanzamos’ o lo que fuera. Y de alguna manera yo siento que este no es un documental sobre la paz, porque la paz está muy lejos. Yo creo que esta es una historia que cuenta el fin de la guerra con las Farc. Decir que cuenta la paz de Colombia sería ambicioso y mentiroso. Hay muchas otras guerras que nos faltan librar. El inicio de la verdadera paz es cuando podamos hacer un documental sobre el fin de la corrupción.
Ya había tenido la oportunidad de hacer documentales sobre la guerra y sobre conflictos en otros países, pero ¿cómo fue la experiencia de explorar el conflicto de su país?
Debo aceptar que me había equivocado. Cuando yo estaba en África yo decía “a uno todos los muertos le duelen igual, no hay ninguna guerra ajena", y cuando llego aquí a Colombia me di cuenta de que jamás me había enfrentado a una experiencia humana emocionalmente tan difícil. Confirmé una cosa que no sabía y es que no hay nada más conmovedor, doloroso y que te revuelque tanto el alma como cubrir la guerra de la tierra donde naciste.