Construir sobre lo construido o quedarnos en el pasado

Autor: Johnatan Clavijo
9 agosto de 2018 - 12:08 AM

Son las primeras acciones del Gobierno recién posesionado las que podrán permitir un mejor análisis de su forma de construir a Colombia por los próximos cuatro años.

Resulta casi natural pensar que un gobierno entrante, que viene de haber sido oposición al gobierno saliente, quiera iniciar muchas reformas en sus primeros días, que representen su proyecto político y los intereses que no eran tenidos en cuenta en la anterior administración. Reformas que se pueden traducir en cambios estructurales, modificaciones específicas o ajustes mínimos que garanticen construir una agenda nacional de soluciones a los problemas más apremiantes en el país y, al mismo tiempo, una hoja de ruta para el desarrollo en el mediano y largo plazo.

Al respecto, Iván Duque, como nuevo Presidente de los colombianos, ha dicho en su discurso de posesión como primer mandatario, que “quiero gobernar a Colombia con el principio de construir y nunca de destruir”. Esta premisa fue acompañada con llamados constantes a la unidad y a dejar de lado las brechas entre izquierda y derecha, construyendo un gran pacto nacional con propósitos comunes como nación y que aproveche los aprendizajes de nuestra historia que nos enseña, según dijo, “lo grande que somos y podemos ser cuando trabajamos por objetivos compartidos. Cuando nos unimos como pueblo nada nos detiene”.

Lea también: El enigmático Duque

Estos mensajes, alentadores, fueron opacados por un espejo retrovisor borroso, que primero salió como publicidad del Centro Democrático –en página completa– en algunos de los principales medios impresos del país, luego fue replicado por el copartidario de Duque y Presidente del Senado, Ernesto Macías, en su incendiario e inoportuno discurso y, posteriormente, fue esbozado en algunos de los apartes del discurso de posesión del Presidente de la República. Un espejo retrovisor que miró al Gobierno Santos y lo interpretó con algunas exageraciones, verdades a medias, datos engañosos y falsedades (dichas evidencias se pueden encontrar en el ya tradicional detector de mentiras del medio La Silla Vacía) y que, por lo tanto, deja en entredicho ese propósito de trabajar juntos por propósitos compartidos.

Por ahora, conviene esperar. Son las primeras acciones del Gobierno recién posesionado las que podrán permitir un mejor análisis de su forma de construir a Colombia por los próximos cuatro años. De momento, la línea resulta difusa entre lo que podríamos llamar, como lo hace Alejandro Gaviria en su decálogo del reformista escéptico, “las utopías regresivas” –que en este caso parecen querer volver a los “magníficos” tiempos de Uribe–, y los deseos de un país para todos, donde “el futuro es de todos”, como decía el aviso que se mantenía detrás en todos los discursos del 7 de agosto.   

Además: Alejandro Gaviria y las soluciones imperfectas

“Las palabras se las lleva el viento”, reza el refrán popular y los vientos en la posesión de Duque fueron fuertes, desmesurados, casi inclementes. Ojalá el viento se haya llevado consigo los reclamos mezquinos y las exageraciones sobre la “situación actual del país”, y queden firmes –como las columnas que sostienen nuestras instituciones democráticas– las visiones de construir un país respetuoso de las diferencias, que antes de atacarlas se nutre de ellas y en el que todos cabemos y tenemos la camiseta puesta por la consolidación de una Colombia cada vez mejor.

Nota de cierre: si el futuro es de todos, Presidente Duque, los dogmatismos y las exclusiones deben estar por fuera de su gobierno. Y su partido, el Centro Democrático, poco parece ayudarlo en ese propósito.

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