Aunque las principales exigencias laborales de los maestros tienen que ver con temas económicos o de salud, expertos y docentes están de acuerdo en que unas escasas condiciones laborales de la planta docente tienen impacto comprobado en la calidad de su labor.
Los maestros colombianos están lejos de alcanzar condiciones óptimas que los estimulen a la excelencia en su trabajo, que es el sustento de una educación de calidad, según expertos. El paro iniciado el pasado 11 de mayo por los docentes oficiales deja ver que los puntos débiles de la labor docente están relacionados con la remuneración económica y la salud.
De hecho, los focos del cese de actividades del magisterio son la exigencia de incremento salarial -prometido por el Gobierno- y con la lentitud para resolver la falta de un operador de salud, pero el pliego de peticiones aborda aspectos diversos como política educativa, carrera docente, prestaciones, bienestar y garantías sindicales. Lo que opaca la tradicional celebración del día del maestro, que se hace cada 15 de mayo en el país.
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Según Carlos Arturo Soto Lombana, profesor y exdecano de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia, “hay muchos factores que pareciera que no estuvieran relacionados con la calidad pero que tienen bastante impacto. Los estudios han arrojado que el logro escolar de los estudiantes está vinculado con las condiciones laborales de los profesores. Entonces profesores bien pagos, con un mejor sistema de salud, con buena capacitación, con un estatus social y con condiciones dignas de vida, repercuten en los logros de sus estudiantes”.
Las condiciones que señaló Soto como óptimas para garantizar una buena calidad docente no se cumplen ni de cerca en el país, según la docente Elisabeth Salamaca Campiña, quien señaló que “cuesta mucho trabajo ascender en el escalafón. Piden títulos y uno se cualifica, pero el salario no se corresponde de ninguna manera ni con el tiempo que dejo a mi familia para irme a estudiar ni con la inversión de dinero tan alta que hay que hacer para pagar los estudios”.
La maestra, con más de 30 años de trayectoria, suma a esto que la figura del el maestro ha perdido estatus social, ya que “los muchachos que tenemos en las aulas desconocen la figura de autoridad del maestro y muchas veces los padres de familia nos desautorizan al frente de los mismos estudiantes”.
Por su parte, José Bernardo Villa, rector de la Escuela Normal de Jericó, señaló que uno de los principales inconveniente que aquejan al magisterio es que “el ministerio trata de darle vida a unas políticas pero no se planea a largo plazo. Aquí llega una ministra diferente cada año y llega con ideas nuevas, entonces no hay continuidad en los procesos”.
El rector puntualizó que asocia “la calidad con que los docentes hacen su trabajo a la vocación de cada uno, pero también a circunstancias que se viven en el entorno familiar de los estudiantes, con el auge del consumo en las instituciones educativas. Entonces siento que la calidad de vida del maestro depende de ese ambiente y también de la irresponsabilidad del Estado que no brinda condiciones adecuadas a los estudiantes como el transporte y la alimentación escolar. Entonces se juntan muchas cosas”.
A estos factores se suma la preocupación del doctor en Educación y experto Queipo Timaná, quien señaló que los docentes colombianos tienen muy bajos niveles de lectura, cultura general y, por consiguiente, de producción de conocimiento.
“Un maestro idóneo debe conocer las materias que enseña pero, sobre todo, debe tener una cultura general amplia de todos los procesos de la humanidad. Esa cultura se adquiere con la lectura permanente y comprensiva. En general, en lo que estamos más flojos es en lectura y en producción de conocimiento por parte de los docentes de colegios oficiales”, señaló Timaná.
Aunque la nueva evaluación docente –implementada en 2015 tras el último paro– ha dejado bien parados a los educadores, los expertos en educación señalan que falta un gran camino por recorrer en calidad docente, en lo que no se puede dejar de lado las condiciones laborales del maestro.
Durante los exámenes docentes realizados en 2015, el 71% de los docentes aprobó el examen. Mientras que el año pasado lo lograron el 80% de los docentes, según la cifra que entregó el viceministro de Educación Preescolar, Básica y Media, Pablo Jaramillo Quintero.
Actualmente, el sistema de evaluación docente se concentra en cuatro factores: autoevaluación, evaluaciones de desempeño, encuestas a estudiantes y un video del docente dictando clase, que representa el 80% de la evaluación.
John Ávila, coordinador del Centro de Investigación de Fecode, detalló que en cuanto a método evaluativo hubo avances, ya que “la evaluación anterior no estaba contextualizada, no respondía a la naturaleza de la profesión. Este nuevo sistema de evaluación tiene un aspecto positivo y es que el docente se preocupa más por la clase, por ver los componentes de la clase y apuntar al mejoramiento, pero tiene una debilidad y es que logísticamente no se han creado las condiciones de infraestructura para eso. Creo que hay que revisar los obstáculos operativos y revisar cómo profundizar los aspectos pedagógicos de la evaluación”.
Los docentes en el país tienen una formación diversa que va desde los normalistas hasta licenciados, magísters y doctores. Además, desde 2002, pueden hacer carrera docente profesionales de otras áreas de conocimiento no relacionadas con pedagogía.
La entrada de otros profesionales en el magisterio ha sido polémica. Para el coordinador del Centro de Investigación de Fecode, esta norma “se percibe como negativa, salvo contadas excepciones, porque son muy pocos los profesionales que asumen con rigor el aspecto pedagógico del trabajo docente”.
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Elkin Ríos, decano de la Facultad de Educación de la Universidad Católica de Oriente, sostuvo que “el saber propio del maestro es la pedagogía. Es decir, puede que como profesionales tengan dominio disciplinar, pero eso no es suficiente. Lo que la experiencia nos ha mostrado es que es necesario tener programas de formación en pedagogía, didáctica y evaluación para que un docente pueda desarrollar bien su labor. Entonces no nos cerramos a que haya profesionales de otras áreas, pero nos parece que con ellos el Ministerio es muy flexible, mientras que a las normales y facultades no ponen todo tipo de exigencias”.
Por su parte, el modelo tradicional basado en la formación de normalistas sigue teniendo fuerza, sobre todo en zonas alejadas de las ciudades, donde es la única opción de formación para quienes quieren ingresar a la carrera docente.
José Bernardo Villa, rector de la Escuela Normal de Jericó, aseguró que las normales “tienen un compromiso enorme con la educación rural. Los normalistas salen con mucha vocación y con voluntad de ir a esos lugares donde aún el país tiene tantas deudas en cuanto a educación”.
En este sentido, Soto Lombana concluye que “el desafío que tenemos actualmente es que los normalistas superiores ingresen a la universidad para obtener su licenciatura. En ese aspecto hay mucho para hacer, para mejorar la educación rural y básica”.